Este artículo de opinión es la continuación de otro anterior (La fuerza A,B
y sus vectores) que salió publicado en diferentes medios, impresos y
virtuales, durante la última semana del mes de mayo de este año.
En esa ocasión hice un esbozo, o más bien una síntesis de la primera parte
del trabajo que vengo desarrollando y sobre el cual tengo que publicar sus
resultados en un próximo cuaderno de la serie ³Folletos del Proceso². Su
elaboración se vio interrumpida durante las dos últimas semanas como
consecuencia de la explosión estudiantil y la alteración del escenario
político. Circunstancia coyuntural que nos obliga a profundizar el nuevo
momento del Proceso Revolucionario y su proyección en la fase de arranque
del socialismo.
Ahora, retomo el tema y procedo a continuar exponiendo el concepto de la
fuerza A,B. La habíamos definido como la voluntad puesta de manifiesto por
el revolucionario para materializar la traslación revolucionaria
(transferencia de la toma de decisiones a las comunidades organizadas). La
fuerza A,B es una acción autogestionada decida por convicción y
espontaneidad para actuar en los distintos campos operacionales que la fase
actual del Proceso Revolucionario demanda: (i) formación Ideológica, (ii)
conceptualización teórica y (iii) cambio de estructura.
La fuerza A,B se compone de vectores, es decir, los
elementos energéticos del individuo, del grupo comunitario o de la masa
revolucionaria que generan la energía morfogenética (centrifugadora de
acciones múltiples) para transformar las realidades (cultura, pensamiento y
naturaleza humana), elevar la conciencia, transferir el poder a las
comunidades y alcanzar el máximo nivel de consolidación de la revolución:
materializar la plenitud del Bien común del colectivo.
Hasta donde he llegado en mis reflexiones, considero que los vectores que
constituyen esta fuerza A,B son dos: el 1,2 que comprende la espiritualidad
del ser humano; y el vector 3,4 que está referido a la racionalidad del
individuo.
El vector 1,2 lo identificamos como la potencia interior del ser que lo
mueve, lo incentiva, lo empuja a alcanzar, decididamente sin dejarse vencer
por las adversidades, los objetivos revolucionarios. Es lograr un nivel de
absoluta disposición para luchar por sus creencias, sus ideas y sus razones.
Esa vitalidad interior pujante es consecuencia de los factores espirituales
que intervienen en el yo interior del individuo. Factores que deben ser
madurados, trabajados internamente por cada revolucionario. Los factores
espirituales tienen que entenderse para asimilarlos o, si no se ha alcanzado
ese nivel de claridad todavía, descubrirlos y procesarlos a fin de hacerlos
parte de su vida cotidiana.
Considero cuatro factores como los básicos generadores del dinamismo que el
individuo necesita para ser un aliado incondicional de por vida al Proceso
Revolucionario. A esos factores los clasifico por su atributos valorativos
en rangos jerárquicos (de mayor a menor nivel de complejidad) de la
siguiente manera: (i) primer rango: los principios y virtudes del individuo;
(ii) segundo rango: la unidad colectiva, creadora del espíritu de cuerpo;
(iii) tercer rango: el sentido de pertenencia al Proceso; y (iv) cuarto
rango: el pleno compromiso con la revolución.
El vector 3,4 entendido como la racionalidad del individuo (razón basada en
un marco conceptual teórico), se bifurca en dos direcciones: conciencia y
talento. La conciencia es el resultado de la producción intelectual generada
por el estudio disciplinado y permanente, la investigación creadora y la
elaboración de conocimientos procesados. Se identifica este nivel cognitivo
del ser, cuando se construyen los juicios por la vía de la asociación de
conceptos, cuya relación y sumatoria final conduce a la organización del
pensamiento crítico. Condición necesaria para objetar el efecto de la
alienación cultural. Punto de partida para producir cambios en el sistema
cultural heredado de la IV República.
El pensamiento crítico conduce al reconocimiento del talento individual. Las
capacidades dormidas o ignoradas, potencialidades que se han mantenido en
estado de latencia, emergen cuando nos posesionamos de nuevos niveles de
conocimiento. Descubrir lo que somos capaces de hacer cuando creíamos que
eso no era de nuestra competencia, significa que nada es imposible de
lograr. Que todo se nos revela cuando dominamos el conocimiento universal.
Considero que la garantía de la profundización del Proceso, las respuestas
que hay que dar a las confrontaciones simples o radicales de la oposición
desestabilizadora, así como adentrarnos en entender la coyuntura actual
(contención política) y acelerar el establecimiento de la Revolución, se
elevará a dimensiones de franco desarrollo cuando se produzca domine e
internalice íntegramente la Fuerza A,B.
izarraw@cantv.net
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