La ciencia ha ejercido una indiscutible influencia sobre la evolución económica de la humanidad, y hasta la superioridad militar y económica de unos países sobre otros, y con ello del espíritu, aspiraciones culturales y la autoestima del hombre moderno, ha sido viabilizada por aquella.
Sin embargo y paradójicamente, la ciencia de la Economía Política moderna no ha podido ser una ciencia libre ni científica porque sus investigaciones están prejuiciadamente malentendidas. Se las tilda de atentatorias contra las bases del capitalismo imperante. Decimos malentendidas por cuanto pensamos que la evolución que pudieran seguir brindándole a la humanidad las investigaciones en esta ciencia necesariamente supondría un mejoramiento para todos los hombres independientemente de su posición actual frente al andamiaje productivo.
En su Prefacio a la Primera Edición Alemana de El Capital, Karl Marx dejó claro que la *Investigación libre y científica* estaba vedada en los países controlados por la burguesía. Porque no sólo se tropieza con los prejuicios comunes o las teorías precedentes de todas las demás ciencias, sino contra la furia del interés económico privado.
Es que cualquier crítica a la Economía Política capitalista choca necesariamente con todo el aparataje teórico de los panegiristas de la burguesía, con todo su paquete de divagaciones, empirismos, sofismas y triquiñuelas matemáticas y políticas, sentimentales, humanitaristas y hasta filosofo idealista, para frenar todo tipo de crítica científica que pudiera minar las bases de su existencia clasista.
La primera negativa anticientífica del burguesismo es contra el reconocimiento de la existencia de clases sociales en su seno. Las tentativas científicas para demostrar su existencia son perseguidas, y la mejor prueba son los conocidos ataques contra el movimiento comunista mundial, un movimiento teórico e inocuo en sí mismo, aún en cierne, que aboga por una sociedad mejor, pero que ni siquiera ha podido construir su primer *laboratorio*, fuera del control burgués. En la China comunista convivió la burguesía Hongkongiana, y esta terminó asfixiando el conato comunista de otrora.
El miedo que inspira la dependencia de su propia y personal participación dentro de una sociedad atomizada en millones de intereses individualistas, carentes de solidaridad humana, de lazos comunes, hace del hombre burgués un ser timorato y prevenido contra todo aquello que pudiera expulsarlos de su parcela económica.
Cada uno de los empresarios de este sistema se halla solo en el mundo, y cuando hace amigos, sólo encuentra *socios* con la mismos intereses particulares que representan rivales pronto a vencerlo al menor descuido económico que imprudentemente cometa.
Cualquier sociólogo, filósofo, economista, puede hacer todo tipo de observaciones secundarias y superficiales sobre injusticias sociales engendradas por este sistema de vida. Siempre, podrá hablar mal del reparto de la renta, de la evasión de impuestos, del despilfarro económico, de daños al medio, de indolencia y falta de solidaridad con los pobres; de malos gobiernos, de falta de empleos, de escasez de tal o cual mercancía, y hasta de la carestía y merma de la *libertad de expresión* sobre todas esas protestas. De todos estos temas abunda la prensa diaria y están perfectamente permitidos. La misma prensa que cubre sus espacios con guiones sobre empresarios inicuos e incompetentes, de un Estado ineficaz e irresponsable que no sabe controlar las desviaciones de monopolistas; de inversionistas inescrupulosos, de mezquindades humanas, pero no de cambiar el juego de variables sociales, de transformar al patrono y al asalariado en colegas de oficio y especialidades laborales.
Las diferenciaciones sociales que se toleran en este modo de vida no pasan de ser tecnocientíficas en materia de Ciencias experimentales, comprobables con el lente del microscopio, al mayor o menor grado de industriosidad, a factores biologicistas, a vocaciones empresariales o al espíritu de superación, la autoestima y demás cualidades extraeconómicas de la personalidad, como si estos factores fueran exclusivo de algunos seres.
No así la literatura de la Economía Política que pretenda investigar libre y *científicamente* sobre las causas últimas de la pobreza, del desigual reparto de la riqueza, de los verdaderos fabricantes del PTB, del estancamiento de la Economía mundial, y, en fin, que libremente pretenda abonar alguna idea que mejore las condiciones de todos y contribuya definitivamente a una paz laboral y social duradera, sin los vaivenes y crisis que suelen acompañar al modo burgués de vida azarosa e insegura por excelencia , inestable, conflictiva y hasta cruel.
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