Con la victoria de la Revolución Socialista, la crítica y la autocrítica se convierten en una de las principales fuerzas motrices del desarrollo de la sociedad. Aparecen como forma especial en que se manifiestan y se resuelven las contradicciones –no antagónicas de la naciente sociedad socialista.
La crítica y autocrítica como instrumento de lucha representan un arma muy poderosa en el proceso de la formación integral del nuevo modelo de hombre que necesita la Revolución Bolivariana, una herramienta que nos permita avanzar en esta gran batalla de las ideas.
¿Podemos estar por encima del bien y de mal ante la crítica constructiva? ¿Es la autocrítica una reflexión personal en el proceso de aprendizaje? ¿Quiénes están exentos de conceptos críticos y autocráticos?
Preguntas que todos debemos procurar respondernos con humildad, sin pensar que somos imprescindibles, que somos los “auténticos”, después de nosotros nadie, sin descalificar el mensaje. Para nadie es un secreto que nuestra Revolución está expuesta a planteamientos que, en su dinámica interior, pueden distorsionar y confundir el verdadero mensaje revolucionario, circunstancias que hacen más difícil depurar y combatir las practicas de antivalores que se filtran en el seno de la discusión en el proceso de formación del pensamiento que se compromete con este proyecto político.
La crítica y autocrítica son un método político muy poderoso, que nos permiten detectar los errores y las limitaciones, establecer su naturaleza para resolver contradicciones, frenar y contrarrestar las acciones de la oligarquía y la reacción.
El uso acertado de la crítica y la autocrítica coadyuva al desarrollo de la conciencia y permite un mejor avance en la construcción y perfeccionamiento de la nueva sociedad. La crítica y la autocrítica contribuyen a enfrentar lo mal hecho. A su vez nos sirven como arma para enfrentar el personalismo de aquellos que se piensan imprescindibles.
La formación pequeño burguesa de muchos “camaradas”, no les permite ACEPTAR el carácter crítico y autocrítico que debe reinar en nuestra Revolución, actuamos ante ellas de manera irracional, no las aceptamos, somos perfectos y nunca podemos equivocarnos. Justificamos nuestras acciones por erradas que sean, con una retrospectiva hacia lo hecho como base fundamental del sacrificio y de nuestro compromiso. Esas “virtudes” sólo priorizan la visión que tenemos como acabada, y la necesidad de aceptación de todo lo que decimos o pensamos, como absoluto, es nuestra verdad.
Para estas personas la crítica y autocrítica tiene un sólo lado cuando es producto de nuestras reflexiones, en ese momento debe unificarnos en pensamiento y acción, más no somos propensos a recibirlas.
La falta de humildad y sencillez de algunas personas que se abogan “liderazgos” en nuestra Revolución es una enfermedad viral que tiende a propagarse y que todos debemos enfrentarla para frenar las desviaciones que atentan contra el proceso de formación de muchos cuadros.
Es necesario mantener el discurso, desterrar el personalismo, así como la creencia que sin nosotros la Revolución se detiene, todos somos necesarios en el proceso de construcción del Socialismo del siglo XXI, las posiciones contrarias al bien nacional debemos corregirlas en procura de buscar el equilibrio necesario en cada uno de nuestros actos, más aún si somos referencia de muchos. No podemos hablar de humildad, si no somos humildes. Reaccionar de manera aberrante ante las críticas es sinónimo de nuestra arrogancia, valor que contradice la naturaleza del discurso, no asumir la autocrítica como forma de corregir nuestras debilidades, es la forma más estúpida de llamarse revolucionario.
Patria Socialismo o Muerte…
Venceremos
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