Varios factores se han unido, en estos últimos ocho (8) años, para fortalecer en América Latina la conciencia de la urgente necesidad de reconocer y respetar los derechos de los pueblos indígenas. En Venezuela, sin duda alguna, fue nuestro presidente Hugo Rafael Chávez Frías, el primero, que desencadenó una serie de acontecimientos políticos y un despertar de muchas conciencias en pos del reconocimiento y plena vigencia de las potestades de nuestros pueblos aborígenes sobre lo suyo.
Se establece en el marco de nuestra Constitución Bolivariana de Venezuela, la autonomía de los pueblos indígenas, se reconoce el derecho a la libre determinación, en tanto colectividades con cultura diferente y con capacidad para decidir sus asuntos fundamentales en el marco de la constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela. En nuestra constitución (1999), ahora si se toman en cuenta los derechos de nuestros hermanos indígenas. En procura de la toma de posesión de nuestro presidente Hugo Chávez Frías, se crea una comisión en la Asamblea Nacional, por la defensa de los derechos indígenas, la misma encabezada por nuestra camarada Noheli Pocaterra, creada por la propia Asamblea Nacional, integrada por miembros de la Asamblea Nacional, presentando un proyecto de reformas a la constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela, en la que se traducían acuerdos que legalmente reconocen, los derechos y la autonomía de los pueblos indígenas. El Ejecutivo, a cargo de nuestro Presidente Hugo Rafael Chávez Frías, respondió a la comisión de la asamblea haciéndole modificaciones al proyecto, e humanizando el mismo, y que consideró una deuda social con los indígenas.
Después de una larga exclusión de los indígenas, esto fue roto con una extraordinaria presencia de nuestros hermanos, en la vida política, social, cultural, tenemos a nuestro hermanos indígena incurso en este proyecto de vida, liderado por nuestro presidente; fíjense ustedes, que tenemos ministros indígena, parlamentarios, gobernadores, diputados, con lo que se reitera que esta tierra de gracia llamada Venezuela, es de todos los venezolanos, y que tenemos la necesidad de cumplir con las tareas encomendadas, que no es otra que servirle a nuestro pueblo.
Nuestro presidente propuso una Consulta Nacional, en la cual incluyo, restituir además de otros derechos, los derechos indígenas, sobre esa iniciativa la consulta se llevó a cabo, y fue aceptada con un alto porcentaje por el pueblo venezolano. El Derecho de la Modernidad proclama la igualdad jurídica formal como principio básico. Parte de considerar a todos los seres humanos como libres e iguales. Y esa igualdad jurídica formal, al aplicarse a una realidad social caracterizada por la desigualdad material de los seres humanos, hace más grande la desigualdad y profundiza la injusticia.
Llevando lo anterior al terreno de los derechos humanos, el jurista italiano Ferrajoli hace críticas certeras al decir que la «ficción» de la igualdad deja sobrevivir la desigualdad, precisamente porque desconoce la diferencia. El caso de los pueblos indígenas es exactamente el de diferencias: de pueblos con una cultura y una socialidad -modo de relacionarse- diferente a nosotros.
Una de las críticas fuertes que se hacen a los que opinamos que debe reconocerse la autonomía de los pueblos indígenas, “la oposición” venezolana, insiste en decirnos que queremos regresar a un Derecho de grupos, particularizado, propio de las juridicidades premodernas, por lo que se estarían creando especies de «reservaciones» de grupos humanos privándolos de las ventajas de la vida actual. Pero no es así. Lo que pretendemos es superar el derecho de la modernidad en cuanto a su univocidad, esto es que el Derecho se entiende sólo de un modo; queremos salvar realmente la eficacia de los derechos, reconociendo las diferencias, para que la igualdad se dé en la realidad y no sólo en las formas. La juridicidad moderna será superada cuando el otro sea reconocido como otro. El primer momento será reconocer la desigualdad de los desiguales, y a partir de ahí vendrá el reconocimiento pleno no ya del desigual sino del distinto portador de la justicia en cuanto a otro.
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