De Perogrullo: sin socialistas no puede darse el socialismo. Y por ahí andan unos “socialistas” que si los pinchan lo que te sueltan son todas prendas, gustos, vanidades, pareceres y prepotencias, del más recalcitrante y putidantesco neoliberalismo. Un socialista no puede andar amargado y criticando a trancas y barrancas todo lo nuestro. Un socialista no puede presentarse ante una institución nuestra y decirle con agresividad a una secretaria: “Aquí hay mucha incompetencia, y me quejaré ante el ministro… o me atienden o me voy pa’l carajo…” Los he oído, y poco antes, este mismo señor había tenido conmigo un largo diálogo donde me exponía con lujo de detalles todos los tipos de socialismo desde Saint Simons hasta el novísimo del Siglo XXI, en el que él está poniendo muchos granotes de arena definitivos e históricos. “-No chico, esto es una mierda, aquí nada funciona; claro le traspasaron este hotel a la revolución bonita y mira cómo lo están haciendo. No puede ser.” Un amigo camarada, vendedor de periódico, le respondió: “Usted sabrá mucho de socialismo, pero usted no piensa sino como un capitalista, amigo; no se da cuenta de que antes todos estos espacios les estaban negados al pueblo. No se das cuenta de que jamás nos permitieron administrar centros como éste. Hay que tener paciencia, camarada, o estamos fuñidos: comprensión para toda esta gente que está tomando el timón en sitios como PDVSA, CANTV y este Hotel Alba Caracas, y más bien deberíamos sentirnos orgullosos de que este hotel, al menos ya no esté manos de un concesionario norteamericano.”
No quedó muy convencido el sesudo experto en socialismo del Siglo XXI. Carraspeó la garganta, miró el reloj y añadió: “El Che dijo que la calidad no está reñida con la revolución.”
El vendedor de periódico, ni tonto ni perezoso le replicó: “Pero usted lo que tiene en la cabeza es la calidad capitalista, lo siento, señor. Usted quiere la calidad inhumana o fascista que exige la competitividad neoliberal. Tenga paciencia. Usted debería pasarse, con todo lo profesor y académico que es, dos días a la semana detrás de un escritorio de una recepción como esta para que sepa lo que es bueno. Yo digo que cuando llegue de verdad el socialismo, ya no harán falta los intelectuales. A los intelectuales antes de escribir, antes de debatir sobre socialismo, para que lo entiendan mejor, para que lo practiquen mejor, deberían pasarse una temporada como obreros en alguna fábrica, como mesoneros en algún restaurante, como aseadores en algún hospital o en alguna cárcel.”
Habíamos llegado al Hotel Alba a las 2 de la tarde. La cola era muy larga, y con paciencia y hasta con alegría fuimos poco a poco avanzando. Allí había celulares que sonaban con la música de La Hojilla “cuidadoooo”. No propiamente se perdió el tiempo en la cola aunque al llegar ante mozo de la Recepción, se encontró, según él, que la habitación que me correspondía estaba reservada mas no pagada. Cosa rara. Había que preguntar a la empresa por qué habían dicho lo contrario. Se llamó al gerente, vino un representante de la agencia de turismo, se revisaron docenas de recibos y papeles. Entretanto, felices discurríamos con otros amigos sobre diferentes temas, incluido lo del socialismo del siglo XXI. Se volvió hacer la cola para a la final comprobar que la reservación había sido cancelada. Otras cinco llamadas. Volvemos hacer la cola, pedimos felices y contentos que se revisaran los faxes con cuidado porque la agencia aseguraba que había pagado. Se constata que es cierto. Educadamente nos piden perdón, y felices se los aceptamos. Nos dan la llave electrónica para el 815: No funciona, bajamos y nos dan otra. No funciona. Otra vez, pero ahora subimos con el botones y tampoco con la llave maestra conseguimos abrir la puerta. El botones dice que hay que cambiar todas esas llaves porque la batería está fallando.
Me dan otra habitación, y las 9:50 de la noche al fin puedo ingresar con mi equipaje a la habitación 930. De todas maneras no me arrecho, en verdad que yo y mis compañeros no perdimos el tiempo: meditamos, comprendimos tantas cosas malas que llevamos dentro y que nos impiden entender el socialismo. No tengo derecho a arrecharme. Me siento feliz porque este hotel pertenece, al igual que PDVSA, al pueblo, y estamos aprendiendo a entender cada vez más este proceso. Sería horrible y desastroso que nos pasara como a los revolucionarios rusos, que ante la imposibilidad de mover la burocracia del Estado tuvieron que pedirle a los zaristas que volviesen a sus puestos de trabajo. Allí comenzó parte de la gran debacle posterior. No hay por qué arrecharse tanto, camaradas, esa vaina se la dejamos a los escuálidos. Razón tiene el vendedor de `periódicos. Adiós.
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