Paseaba por la playa en la isla de Margarita, hundiendo mis piernas hasta las pantorrillas en la calidez del agua. Era de noche, el cielo cubierto de estrellas. Toda la playa para mi, a la distancia las lucecitas de las viviendas nativas reflejaban las sombras de las palmeras cual danzantes presencias. En algún momento perdí la noción del tiempo. Una extraña sensación de tiempos pretéritos, de poderosas fuerzas me invadía. Estaba en la playa pero no era ya la misma playa.
Luego la experiencia comenzó a decaer y volví lentamente a percibir la playa como la playa, pero sin perder por ello la perspectiva de no estar en la playa que aún mantenía una fuerte inercia. Observando las lucecitas de las viviendas me pregunté para qué habíamos inventado todas las complejidades de este mundo “moderno”.
Porque al menos en ese momento no lo necesitaba para nada y me sentía profundamente aliviado, liberado de un enorme peso. Como si hubiese llegado a casa y despertando del largo ensueño del viaje en el tiempo, me reencontrara con la sencillez y alegría de la vida.
En los siguientes días a medida que miraba el ajetreo de la gente en sus diversas actividades, me daba la impresión que la vida que soñábamos, que habíamos inventado y en cuya burbuja mental vivíamos atrapados, tenía la misma estructura del juego de la pirámide.
Aquél en que ponías uno, diez, cien o mil dólares por decir cualquier cifra, y luego traías a otros dos que pusieran la misma cantidad que pasaba a ser tuya, así como lo que uno puso era para que el que te había traído recuperara y doblara su inversión.
Por supuesto bastaba pensarlo un segundo para comprender que a medida que el juego avanzara cada vez sería más difícil conseguir personas para traer, y que al final un enorme número de jugadores, el 50% en este caso no podría recuperar su inversión. Alguien tenía que pagar los platos rotos, alguien tenía que absorber como pérdida propia las ganancias de todos los demás.
A eso le llamábamos “negocio” y no queríamos ni pensar al respecto. La posibilidad de doblar la inversión de inmediato y sin esfuerzo nos cautivaba y terminaba pasando por encima de todas las objeciones. Se sentía como una oportunidad para acelerar el viaje y llegar al Cielo de una sola vez. Luego venían por supuesto las amargas reclamaciones de los amigos que habíamos engañado para que participaran, con el único móvil de recuperar nuestra inversión.
Siempre quedaba la justificación de que ellos conocían como nosotros mismos los riesgos y nadie los obligó a ser tan ambiciosos. Lo cual era cierto pero no reparaba el engaño ni devolvía la confianza perdida, ni en ellos ni en nosotros. Luego comprobé que muchas empresas de ventas habían adoptado esa misma estructura organizativa.
Uno les vendía a sus amigos y conocidos a un precio exagerado algo de dudosa utilidad y los invitaba a participar. Lo atractivo no era el producto en si, sino la posibilidad de usar las relaciones para ganar dinero fácil. Todas las personas que tú traías así como las que ellos luego pudieran traer y pagaran su cuota, quedaban encadenadas bajo tu nombre, y con su producción te aportaban un porcentaje considerable, es decir trabajaban para ti. Todos trabajaban para los escalones superiores de los iniciadores de esa escalera jerárquica, multiplicando geométricamente sus ingresos
Por supuesto las circunstancias eran las mismas de la pirámide, a medida que avanzaba se reducían las posibilidades de conseguir gente para poner debajo tuyo, a tu servicio. Por tanto al final el ensueño del encadenamiento se rompía y los últimos habían hecho una inversión inútil. Entonces la compañía desaparecía para reaparecer tal vez con nuevas caras y productos. Una vez que lograbas reconocer ese mecanismo no era difícil notar que pese a las complejidades que se iban creando sobre la marcha, tanto las empresas nacionales como internacionales, es decir la economía global operaba de ese modo, desplazando y transfiriendo costos, inventando nuevos artículos de consumo gracias a nuevas tecnologías.
No se resolvían problemas solo se los desplazaba y transfería de unos a otros. Las formas, los envases, las caras, las tecnologías y los productos iban cambiando. Pero el guión esencial era siempre el mismo. Mientras los pueblos y países estaban aislados eso era muy difícil de notar. Pero ahora que los medios de producción, comunicación y transporte habían acelerado el espacio y el tiempo convirtiéndolo todo prácticamente en un aquí y ahora, que viajaba a la velocidad de impulsos electrónicos, satelitales de Internet, todo el escenario y la información estaba ante la conciencia de cualquiera que tuviera la capacidad de organizarla estructuralmente, para reconocer el truco de prestidigitación que siempre llevaba el vacío por delante.
Lo repito por si no quedó claro. En este tipo de juegos especulativos alguien tiene que pagar los platos rotos, alguien tiene que absorber las pérdidas para que otros ganen. A medida que se aceleran los acontecimientos la sensación del tiempo restante se vuelve cada vez más urgente, y entra en escena el querer llegar rápidamente y a como de lugar. A lo cual llamamos corrupción, explotación, usura, juegos de azar.
Pero tras todo este escenario aparentemente azaroso están los tiburones, que ponen y controlan las reglas de intercambio de los peces pequeños a su conveniencia, esos que se llaman pomposamente a si mismos “leyes del mercado”. Pueden inflar y desinflar valores a voluntad, vender caro para comprar luego regalado, aumentar y disminuir tasas de préstamos hipotecarios. Pueden inventar el crédito para no subir ya los sueldos dando la sensación momentánea de que puedes acceder a los bienes que desees consumir.
Porque en última instancia te des cuenta o no, si tú no consumes la rueda se detiene. Pero subir sueldos deprecia las ganancias así que es mejor darte crédito, cobrarte intereses por los papeles que me diste para guardarte y ahora te presto.
Es decir endeudarte y tenerte doblemente encadenado de por vida, como obrero productor al servicio de tus dueños y como consumidor al servicio de la banca y los capitales. Si miras con atención notarás que pese a la complejidad de los mecanismos macroeconómicos, no hay diferencia en los métodos utilizados en las personas y las naciones.
Cuando el intercambio de papeles o de impulsos electrónicos, es decir cuando la imaginación deja ya de representar bienes y se libera de ese impedimento, cobra vuelo propio. Lo cual coincide con la sensación del tiempo que se agota y el incremento proporcional del deseo de llegar, de la ambición. Con la intensificación del poder hipnógeno del ensueño.
Entonces basta con imprimir dinero o títulos de lo que sea, sin ningún respaldo, para cambiarlo en el mercado por materias primas o bienes, cambias algo sin valor alguno por algo necesario y útil que implica el trabajo de otros y sus necesidades. Puedes también vender ilusiones inexistentes, falsear realidades, prometer algo que sabes jamás cumplirás para obtener algo a cambio. Eso exige la necesidad de fieles creyentes y es el negocio preferido de curas y políticos.
Me dicen que la recuperación de la economía usamericana del 2002 no necesariamente tiene que ver con reinversión en la producción, sino con la baja de las tasas de la Reserva Federal de más del 5 al 1%. Lo cual disparó el mercado inmobiliario y sus precios al punto de colocarse 3 billones de dólares en préstamos inciertos, más que el presupuesto de un año de EEUU.
Luego comienzan a subir las tasas, las calificadoras de riesgo que antes las señalaban tan seguras como bonos del Tesoro ahora hablan de colapso económico global, y todos salen corriendo a vender desmoronando los precios. Que los mismos que los vendieron a precio de vaca gorda vuelven a comprar a precio flaco.
Una maquinita de hacer dinero a costa de ingenuos soñadores y fieles devotos, adoradores del mercado y su dios. Así pues que la economía de EEUU y/o mundial quiebre, que los pueblos se empobrezcan, no significa que alguien no haya hecho negocio, sino todo lo contrario. Ellos simplemente absorbieron las pérdidas para que alguien pudiera ganar más aún.
Pero como dijimos a medida que el juego avanza se hace cada vez más difícil su continuidad y comienzan a caer las víctimas que han de absorber las pérdidas, quedarse con las manos vacías, sus sueños y ambiciones frustradas. Entonces solo queda el recurso del miedo y la fuerza para seguir imponiendo el juego y que los ganadores puedan mantener sus privilegios.
Según me cuentan, mientras los precios siguen subiendo en EEUU, los empleados han visto depreciados ininterrumpidamente sus sueldos y servicios públicos desde 1970 en un 30%. Los bancos centrales de EEUU, Europa, Japón, etc., que hablan de libre mercado y no intervencionismo, tuvieron que cubrir el déficit inyectando en solo tres días 600 mil millones de dólares, (una y media veces el producto interno bruto anual de Argentina por ejemplo).
Si no lo hubiesen hecho en este momento habrían quebrado numerosos bancos buitres alemanes y franceses, de esos que compran las deudas personales y nacionales. Mientras tanto los bancos centrales siguen comprando y empapelando sus bóvedas con títulos del Tesoro americano, ante el temor de la quiebra total del sistema que los arrastraría.
Ya que están organizados para exportar a ese monstruoso mercado de consumo, asimilando, absorbiendo así el creciente déficit de EEUU en todos sus ámbitos. EEUU por su parte inventa nuevos “negocios”. Ahora recorta sueldos, gastos sociales así como impuestos a los ricos, e invierte en subsidiar corporaciones de armamento así como entidades policiales represivas para las quejas que inevitablemente antes o después habrán de venir, a medida que el nivel de vida de sus conciudadanos se deteriore crecientemente. Multiplicando así más aún su enorme déficit.
El negocio de invadir países basados en su absoluto poder de guerra, apropiarse de materias primas, destruir para que las corporaciones reconstruyan paraísos Mac Donald, no necesita publicidad, solo tienes que comprar tu franquicia. Está claro que quieren tomar el Cielo por asalto y no tienen intenciones de reparar entuertos ni pagar deudas, salvo con balas y hamburguesas.
Mientras tanto se dice que el enemigo está construyendo armas de guerra, promueve el terrorismo internacional y es un déspota que oprime su pueblo, para justificar la invasión en nombre de prevenir males mayores, defender la democracia y el equilibrio del mundo.
En Venezuela se inició hace ocho años la revolución socialista bolivariana, y por nombrar un solo resultado, en un pueblo de 26 millones de personas totalmente abandonado a su suerte, hoy la misión Barrio Adentro 1, ha realizado desde el 2003 año de su fundación, 250 millones de consultas, salvando 53 mil vidas. Mientras que la misión Milagro en menos de dos años ha realizado 200 mil operaciones en Cuba y 300 mil en Venezuela para devolver la vista.
Antes se realizaban 5 mil operaciones anuales por lo cual hubiese tomado cien años realizarlo. Están en formación entre Venezuela y Cuba 200 mil médicos sociales, para atender las necesidades allí donde sea necesario. Se han construido universidades y hospitales especializados con las más avanzadas tecnologías para ir disminuyendo el déficit mundial.
Mientras tanto en Venezuela y en el mundo todos los medios de comunicación masiva en manos de los tiburones que no quieren perder sus privilegios, bombardean a los ciudadanos diciéndoles que son conducidos directo al infierno, al propio estómago del monstruo comunista, donde ardiendo en los fuegos de sus libidinosos jugos gástricos, sufrirán todas las calamidades imaginables. Es decir las que ellos, las clases dominantes, los imperios de todos los tiempos y colores les han inflingido
Para redondear el paisaje mientras este juego piramidal llega ya a los límites de sus posibilidades de vender sueños desplazando costos, creando miseria, recomiendan sembrar alimentos para convertirlos en alcohol propulsor de vehículos contaminantes, para terminar de hambrear a las poblaciones y arrasar el planeta. Está claro que entonces en realidad siempre nos hemos movido entre el cielo y el infierno, y las corporaciones y sus medios de hipnosis colectiva, no han hecho más que tomar su relevo con medios más sofisticados de producción de imágenes, de mayor alcance y efectividad
Por eso no hay que olvidar el principio del cuento, esa burbuja creada, inventada, imaginada, ensoñada, que irrumpió en el paisaje natural, en la que quedamos atrapados. Ni ese impulso incontrolable de ganar plata fácil, de llegar rápidamente a destino ahora que el tiempo corre en reversa y se agota. Esa predisposición a comprar sueños, ese deseo por el cielo y ese terror al infierno. Porque es así que entramos en el curso del tiempo que en principio fluye suave, mansamente, pero se va acelerando y poniendo bravío.
Fantasmal sombra que nos espera o persigue según como enfoquemos, ajustemos los espejos de la mente y en consecuencia miremos. ¿Cómo empezó esto? Yo especulo que un simple pescador que vivía grupalmente, caminaba tranquilamente por la playa y tuvo repentinamente un ensueño, vio y sintió un nuevo estado y paisaje. Estaba pero no estaba en la playa.
Y lo deseó con todo su ser. También temió simultáneamente con todo su ser no conseguirlo. Estuvo dispuesto a dar cualquier cosa por hacerlo suyo, por lanzarse a futuro en pos de él. Así fue como se desdobló la mente diferenciándose memoria de imaginación, como dejó de vivir en su comunidad pese a seguir viviendo en ella y entró en el curso del tiempo, una poderosa energía que lo impulsaba más allá de sus cíclicos hábitos y paisajes de simple pescador grupal.
A partir de esa experiencia todo lo anterior ya no tenía valor para el, estaba en el mismo mundo pero ya no vivía en el. El error fue que no tenía referencias para reconocer que nada había cambiado en el mundo sino en su mente. Había tenido una visión, y como el Abrahán bíblico y el mismo Colón había partido en pos de ella, de la nueva tierra prometida, aún cuando no se hubiera movido de su tierra natal. Pues su mente, su estado mental ya no volvería a ser el mismo.
Solo que él buscaba su Cielo, su tesoro a la pata del arco iris en el mundo, sin comprender que era una visión, algo que no estaba en el paisaje sino en su mente. Encontrar el tesoro implicaría reconocerse su contracara, caer en cuenta de que el cambio había sucedido en su propia mente. Por eso el calidoscopio del tiempo y los paisajes comenzaron a girar sin fin y sin asidero material, en alas de un deseo, de un ensueño insatisfacible, cuya contracara inevitable era el temor a perder o no conseguir, a fracasar, a equivocarse de blanco desperdiciando su vida en el intento.
La mente se disoció de las sensaciones que le entregaban sus sentidos y comenzó a traducirlas desde un nuevo sistema de tensiones e intereses que habían entrado en escena y eran ahora predominantes. Un nuevo ensueño lo guiaba en su camino, trazaba su dirección y conductas por el paisaje natural, pero el no se reconocía su proyector ni el burro que perseguía esas zanahorias. Sin reconocerlo, lo inesperado, lo nuevo había irrumpido en su vida cambiándola, cambiándolo para siempre.
Y es así como hoy en día sin importar si gobiernan izquierdas o derechas, solo se renuevan las clases dominantes, pues apenas se hace propicia la situación se dispara la ambición de llegar rápido al cielo, de asegurárselo, y todas las ideologías o apariencias de turno, los temporales disfraces se caen por su propio peso, dejando al desnudo el verdadero interés.
En estos días el presidente Chávez decía que cada paso de profundización revolucionaria socialista, producía una especie de efecto eyector de los disfrazados de revolucionarios, a los que se les caía la máscara dejando al descubierto sus verdaderas caras. ¿Cuántos y cuántas veces habremos de pasar por tal experiencia hasta reconocer que ese mecanismo sutil, mental, se viste según las circunstancias y solo se desgasta y hace posible reconocerlo con la acumulativa, reiterada experiencia y entrenada atención?
Las herramientas tecnológicas no cumplen sino un efecto lupa, un micro o telescopio que agiganta a la mirada lo que por haber estado siempre ante sus ojos, tal vez pasaba desapercibido. La irrupción de la proyección mental no reconocida, que nos puso a perseguir zanahorias cual burros con anteojeras.
Cuando reconozcamos el núcleo de esos ensueños dejaremos de girar descentrados entorno a formas y sensaciones, al garete en el océano del tiempo, dejaremos de buscar ser y cambiar. Dejaremos de desplazar y transferir costos y problemas para caer en cuenta que somos ese cambio, esa energía que estallando nos encendió y vive en nosotros, siendo nuestro invisible motor. Entonces en lugar de perseguir sus traducciones a ensueños, giraremos 180 grados para volver la mirada sobre quien proyecta esos paisajes desapercibidamente.
Cuando reconoces y te ubicas o caes en el centro del remolino de razas, culturas, clases sociales, generaciones e imperios de turno, toda la pirámide de ilusiones proyectada comienza a desmoronarse. Entonces el ensueño pierde su poder sugestivo y comienza a hacerse evidente, a ser objetivado y visto como cualquier otro objeto del paisaje. Desde el mismo corazón del tiempo, su vorágine de imágenes se desacelera, se hace reconocible y controlable.
Hablando en términos de imágenes, superar el dolor, satisfacer suficiente, apropiadamente las necesidades es tarea de la ciencia y de una organización social solidaria, humanitaria. Pero el camino del pescador de sueños era largo, no se veía el final, así que el sufrimiento mental encontró cabida para habitar en su mente, compensando el temor con ensueños.
Entonces quiso aliviar ese poderoso sistema de tensiones que había irrumpido expulsándolo del despreocupado paraíso natural, quiso empujar el tiempo, recorrer rápidamente el laaargo camino de la historia que presentía. Dijo: “Algo hay que hacer”. Y puso manos a las obras. Desde entonces intenta liberarse mágicamente del dolor. Inventó los cielos que desear y alcanzar, los infiernos que temer, prevenir y evadir a como de lugar. Inventó la ciencia y la tecnología para traerlos a ser en el mundo, en su vida. Y sin darse cuenta, creyéndose camino de superar el dolor, terminó usando la ciencia para crear nuevos dolores.
Sin darse cuenta llegó al borde del tiempo, al mismo corazón del tiempo. El camino está completo, los medios para superar definitivamente el dolor disponibles. Pero la inercia de sus hábitos lo mantienen aún sugestionado entre cielos e infiernos, ocasionado y ocasionándose inútil e innecesario dolor y sufrimiento mental, deseo de alcanzar y temor a perder, a no poder.
Solo falta que el pescador caiga en cuenta de que la intensidad de su pesca de sueños en el tiempo, así como su red cada vez más vacía, le señala que estos ya se han cumplido. Ahora ha de despertar y reconocer que solo viajó en su mente, que aún sigue en el mismo y simple paisaje, entre sus compañeros de siempre, con la misma alegría de vivir de siempre.
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