Para explicar las contradicciones, y en algunos casos las desviaciones,
que existen dentro de la Revolución Bolivariana, el presidente Chávez ha
apelado a la frase: “algo está por nacer y no ha terminado de hacerlo; al
mismo tiempo que algo está por morir y no termina de morir”
Esa frase explica la transición que vivimos y nos deja en claro que
construir una sociedad socialista, no a partir de los cimientos del
neoliberalismo; sino conviviendo con la superestructura del capitalismo
salvaje, es una tarea que habrá de tomarnos varias décadas.
Algunas concesiones, en consecuencia, habremos de dar a la vieja
república, en nuestro camino hacia el Socialismo del Siglo XXI, mas esto
no significa que podamos poner en juego los derechos fundamentales del
pueblo o arriesgar el futuro de la revolución, por no tomar acciones que
despierten la furia de los oligarcas y las instituciones que aún
controlan.
Lo anterior lo planteamos porque estamos convencidos de que existe una
gigantesca contradicción en nuestro empeño por construir una economía
socialista y la existencia de una economía liberal, especuladora y
oligopólica en la que la ley de la oferta y la demanda o “la mano
invisible del mercado”, regulan el precio al cual el pueblo habrá de
adquirir los bienes y servicios necesarios para su subsistencia.
Es una contradicción, insostenible ya, que un estado que se define como
socialista, no intervenga para regular un mercado que artificialmente
presiona hacia arriba la inflación y desangra a un pueblo con precios que
nada tienen que ver con los costos de producción, transporte,
comercialización y ganancia.
Es un chantaje inaceptable de los economistas neoliberales, la tesis de
que el control de precios genera escasez e inflación; pero aun dando por
cierta esa afirmación ¿cómo se explican los incrementos de precios y la
desaparición constante de productos que no están bajo regulación?
Hora es de que el gobierno nacional actúe en esta área con filosofía
socialista y ponga el mercado al servicio de la sociedad y no de los
dueños del capital.
Un control de precios es la solución definitiva, y éste no tiene porque
obtener los mismos resultados de experiencias anteriores; allí está
Cadivi como ejemplo.
Nada tiene que ver ésta, en transparencia y eficiencia, con los
resultados de experiencias anteriores.
Fracasaron los “sesudos analistas” y los economistas al servicio de la
oligarquía criolla, cuando vaticinaron un desastre del control de cambio.
Igual deben errar en sus pronósticos, sí se establece un control de
precios con criterio profesional, sostenido por serios análisis
estadísticos y apuntalado por tecnología de vanguardia.
Para ésta, y para cualquier revolución, es vital que el pueblo la sienta
suya. Eso lo sabemos nosotros, pero igual lo conocen nuestros enemigos.
Ese conocimiento es precisamente el que orienta las acciones de un buen
sector de empresarios y comerciantes que buscan con la especulación, el
acaparamiento y campañas publicitarias dirigidas a generar escasez,
dinamitar el respaldo popular a la revolución.
Permitirlo es como diría el filósofo maracucho un “autosuicidio”.
arellanoa@pdvsa.com