Creemos en la libertad como producto histórico derivado de un proceso dinámico de organización del "hombre" como ser social, sin que ello contradiga el rol de la "libertad" (la utopía hacia la libertad) como sentido de ese proceso, con independencia del criterio bajo el cual sea concebida la libertad en cada forma de de organización social.
Nunca como ahora, las naciones oprimidas tras la utopía de la "libertad", habían logrado imponerse a la fuerza del poderío de un imperio en su esplendor, pero nunca imperio alguno había llegado a tal grado de desarrollo y acumulado tanto poder de aniquilación, que hoy llega a comprometer la existencia de la humanidad y del planeta mismo. Esta es una circunstancia sumamente peligrosa si entendemos que "libertad" y "violencia" son los polos activadores del "motor" de la historia que la condicionan y dirigen a conseguir el "fin socialmente necesario". Esta inequívoca unidad dialéctica, nada tiene que ver con la "deificación" de la violencia, sino que, producto de la observación de lo que ha sido el acontecer de la existencia del hombre sobre el planeta, se confirma la constante: "libertad-violencia" o mejor de la guerra en función de la libertad.
Con todo y a pesar del chantaje nuclear y de destrucción total, la sociedad humana continua el tropismo que le lleva a buscar nuevas y mas eficientes formas de organización que le permitan luchar, imponiendo su "guerra justa" contra la "guerra sucia" que imponen los beneficiarios de un sistema basado en el más craso egoísmo, que caduca, pero que pretende perpetuidad.
El valor de la libertad determina la condición moral del hombre y la condición moral del hombre determina el valor de la libertad, tanto en lo individual como en lo social universal. Al individuo humano corresponde fijar el costo de su lucha contra el avasallamiento y la cuota de sacrificio, en función de la trascendencia de la comunidad humana como tal; trascendencia que lleva implícita la toma de una postura ética ante la contundencia de los hechos "reales", a los cuales asiste como objeto y sujeto de la sociedad que le alberga. No solo por la validez de la solidaridad, producto de una conjunción de intereses, sino fijando posición ante la circunstancia histórica que le es inherente y de la que ningún individuo puede "escapar" esgrimiendo recursos teóricos de "neutralidad".Aunque en un momento determinado, esta argumentada neutralidad, pueda parecer producto de un "elevado juicio", lo que realmente denota tal " pasividad, es una tacita aceptación de la tiranía y de la agresión de que es objeto toda la sociedad, la neutralidad argumentad o no, actuaría siempre al lado de los cómplices del opresor, aunque no de manera activa, no por ello menos dañina. Como diría Simona de Beavoir: "Sin duda, no es cuestión de retroceder antes sus consecuencias (las de la rebelión), porque la mala voluntad del opresor pone a cada uno la alternativa de ser enemigo de los oprimidos si no lo es del tirano.... El opresor no sería tan poderoso si no tuviera cómplices entre los oprimidos…la ignorancia es una situación donde el hombre puede estar tan estrechamente encerrado como en una cárcel".
El juego dialéctico de la libertad y la violencia obliga la hombre a definirse como ser que solo se reconoce y justifica en "los otros" a través del engrandecimiento de su conciencia, enriquecida esta, por posiciones de honestidad y sensibilidad ante la "justicia", como principio que debe considerar como "natural", que al serle usurpado determina la perdida de la "libertad" y que solo puede tener como respuesta ética la rebelión, aun a costa de la vida misma.
¡Solo El Pueblo Salva Al Pueblo!
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