Notas sobre estética y revolución

Chávez es un tuki

(Para ver versión con imágenes: aquí).
I.-
La Liga había convenido con el canal de Gustavo Cisneros que la transmisión del juego comenzaría a las 2 de la tarde de aquel 30 de diciembre de 2007, una hora más tarde de lo habitual, tratándose del Estadio Universitario y siendo los Tiburones de La Guaira el equipo de la casa. El acuerdo era desconocido para la mayoría de quienes, a eso de las once de la mañana, habíamos comenzado a reunirnos en torno a la primera alcabala de acceso, situada inmediatamente antes de las escaleras que conducen a la entrada del estadio. El sol era inclemente, y fue templando como se templan las piezas en una acería, de manera que a eso de la una de la tarde podía sentirse el filo amolado del sol sobre la nuca.

Una familia de jodedores, todos varones, ataviados de pulcro blanco, azul y rojo guaireños, mataban el tiempo haciendo chistes a costa de ellos mismos, como francotiradores sin concierto. Al imberbe que le había rehuido al compromiso de decirle un par de palabras lindas a la niña de sus sueños lo tenían a monte. Uno de ellos, que fácilmente podría darle una dura pelea en un concurso de carcajadas a ese monumento a la felicidad que es mi señora madre, se dirigía de cuando en cuando al simpático tuki uniformado con pantalón negro y franela amarillo escandaloso, para implorarle que nos permitieran de una buena vez el acceso por el amor de dios. El tuki le respondía con un par de gestos invariables, a la distancia y sin animosidad ninguna, que tuviéramos paciencia, que todavía no era hora.

- Ese debe ser chavista - dijo el más gordo del grupo. Tan gordo que los botones marfil de la camisa home club despuntaban como misiles a punto de ser lanzados en dirección a los ojos del más entrépito o del más desprevenido.

El guaireño risueño soltó una vez más la carcajada, a la que se unió un coro de carcajadas adolescentes: "No te metas con mi tío", le advirtió severamente al gordo. El tipo que tenía a mi lado no supo bien qué hacer: había respondido al chiste del gordo con un sonrisita entre tímida y cómplice. Pero una vez que hubo comprendido que se trataba de un chiste entre chavistas, replegó disimuladamente la sonrisa y adoptó el semblante de todo aquel que es incapaz de comprender que los chavistas hagamos chistes sobre chavistas. O más bien: que los chavistas hagamos chistes sobre el desprecio que sienten algunos por los chavistas.

Un numeroso grupo de tukis que apareció de la nada, unos diez tal vez, se abalanzó contra la alcabala de acceso, y a juzgar por la expresión en sus rostros puedo jurar que más de uno de los que estaba en la cola sentenció para sus adentros: "Esos deben ser chavistas también". Falsa alarma. El temible contingente de tukis de pantalones negros resultó ser un grupito de jóvenes, mano de obra barata y a destajo, que franqueó la alcabala de acceso, se dirigió a la carpa de la empresa de seguridad, donde fueron dotados de sus respectivas franelas amarillo escandaloso. Uniformados en cuestión de segundos, los tukis se enfilaron hacia la izquierda, hasta perderse de vista, con rumbo a las gradas.

Parte de la fila suspiró de alivio. Al cabo de unos minutos, permitieron el acceso. Entusiasmo desbordante: el espectáculo estaba por comenzar.

II.-
El espectáculo comenzó en febrero de 2002. Como a la mayoría de los míos, guardo de aquellos días malos recuerdos. Pero guardo también - atesoro realmente - un documento inestimable, una magnífica representación de la barbarie que comenzó a mostrarnos su rostro desde entonces. En 1933 Walter Benjamin nos legó "un concepto nuevo, positivo de barbarie". En contraste, hay una barbarie que no se expresa "de la manera buena", nos advirtió. Irónicamente, es una especie de barbarie que se reconoce como digna heredera de lo bello, de las buenas maneras. Ese documento-experimento llevó por nombre Primicia, iniciativa editorial bajo la forma de revista semanal asociada a ese otro monumento a la barbarie que es el diario El Nacional.

"¡Cuánta sangre y horror hay en el fondo de todas las «cosas buenas»!", escribió alguna vez Nietzsche. El número 214 de la revista Primicia, del 18 de febrero de 2002, está plagada de cosas buenas. Muy buenas. Son los buenos, los cultos, la gente bella los que llevan la voz cantante.

La edición en cuestión está escrita en medio de la atmósfera de aire viciado que produjo el pronunciamiento, pocos días antes, del coronel de la Aviación, Pedro Soto: "La nueva estrella, por su parte, se dejó llevar por los aplausos de un gentío totalmente arrastrado por el frenesí", escribía un Rafael Osio Cabrices sin disimular los propios aplausos. La leyenda que en la página siguiente acompaña a la fotografía del coronel redunda en el tono extático: "Nace una estrella. El coronel Soto se dejó conducir por la gente hacia Altamira y la fama". Fama y estrellas: la política en la era del reality show.

Pedro Llorens abría con un reportaje entre apocalíptico y promisorio, mezcla de programa político y propaganda de guerra, que en apariencia ofrecía a sus lectores - los mismos que llevaron a Soto a la fama - diez interrogantes de imperiosa respuesta: ¿Chávez se va o se queda? ¿Es inminente un golpe de Estado? ¿Habrá guerra civil en Venezuela? ¿Aumentará la inseguridad? ¿Estamos en vísperas de un cerco internacional? ¿Qué pasará con la moneda? ¿Se colombianiza Venezuela? ¿La situación venezolana se parece a la argentina? ¿Se reducirá el desempleo? ¿Qué se puede esperar de los precios del petróleo? Falsas preguntas con respuestas anunciadas. El mismo Llorens escribía: "Para muchos, una amplia mayoría, la superación del riesgo cardíaco comienza por la definición de algo tan sencillo como ¿se va o no se va? Es decir, la preocupación mayor, porque lo demás puede resolverse poniendo a alguien que (de verdad) gobierne".

En las páginas intermedias del mismo reportaje, un recuadro a cuarto de página, perdido entre las opiniones de expertos y analistas, nos revelaba "qué dice la calle", personificada en un comerciante ambulante, una vendedora de flores, un buhonero, un seminarista y un abogado. No hay que ser muy perspicaz para adivinar cómo estaban distribuidas las opiniones: apenas uno de los encuestados se declaraba partidario de Chávez, uno, solitario, temerario, como si fuera su voluntad impertinente interrumpir la voluntad general, desentonar en medio de aquel concierto unánime de voces, sabotear la fiesta cuando estaba en su mejor momento. Uno de cinco, amplia minoría: el chavismo reducido a oxímoron. Pero, cosa curiosa: Carlos Montiel - el que afirmaba: "Chávez no cae, ni lo tumban, porque está mandando bien" - es el único de los cinco que no tiene rostro. Al menos no el suyo. Su rostro había sido sustituido por una máscara de Osama bin Laden.
III.-
Todo severo estremecimiento del orden político y social trae consigo la súbita irrupción de sujetos sociales que hasta entonces permanecían ocultos a los ojos normalizados del ciudadano común. Es cierto que el mismo estremecimiento revolucionario viene precedido de la participación activa de determinados sujetos, inmediatamente tachados por los guardianes del orden como enemigos políticos. Pero no me refiero a estos. Para decirlo de acuerdo al clásico lenguaje marxiano: en el primer caso hablamos del proletariado; en el segundo, de ese lumpen que el mismo Marx dibujaba no sin un cierto dejo de desprecio. El primero, si está organizado y ha reunido suficientes fuerzas, habrá de ser reducido a sangre y fuego. El segundo habrá de ser necesariamente invisibilizado.

Para el ojo normalizado, el acto revolucionario no sólo es condenable en tanto que pone en peligro el orden de cosas. Además, es moralmente inaceptable, pero sobre todo estéticamente insoportable, en la medida en que remueve aquellos sedimentos sobre los que se sostiene la superficie del mismo orden social. Este sedimento social, esta suerte de "inframundo", ha salido a la calle el 27F de 1989. Entiéndase: no sólo insurge lo peligroso, sino sobre todo lo horrible.

He aquí la suerte que ha corrido el proceso bolivariano: se le condena no sólo debido a su potencial revolucionario, también se le censura por haber dotado de cierta vocería política a sujetos sociales que ya antes de la revolución constituían más que un estorbo visual, tal vez un mal necesario, como los buhoneros, los motorizados o las conserjes. Pero sobre todo, se le desprecia por la simpatía que ha despertado en la trashumancia, entre los que padecen la más atroz de las pobrezas materiales y espirituales. En la oposición literalmente visceral contra el proceso bolivariano, en la repulsa contra su base social, se superponen la casta y la clase, el mantuanaje y lo pequeñoburgués. Lo material, pero también lo estético.

Tal es lo que dejan ver las últimas páginas de aquella revista Primicia: la sección dedicada a las notas sociales (Caras muy caras), escrita por Roland Carreño, borra los límites con el contenido político - abiertamente subversivo - de las páginas precedentes. Es un acto de justicia reconocerlo: son las páginas mejor logradas de la publicación. Ellas son testimonio de la profunda e irreconciliable división de clases que parte en pedazos a la sociedad venezolana. Pero las 13 fotografías que acompañan la reseña - que está lejos de merecer algún comentario - dan cuenta de otra contienda: una guerra sorda, tal vez incruenta, pero no por ello menos intensa y decisiva. Por allí desfilan los apellidos Meir, Velutini, Curiel, Carballo, De Sola, Campei, Phelps, Tovar, Rosso, Scannone, Lavega, Afelba, Cohen, Blasini, Galuci, Ferro, Carderera.

Hay algo en esas medias sonrisas que confunde: algo del torpe candor de quienes nunca antes han tomado parte de una protesta de calle, como adolescentes que se entregan al amor por primera vez. Pero hay sobre todo pose, exhibición, el dejarse-ver de quienes saben cómo desenvolverse bajo el fuego de las miradas más exigentes. Pose y no protesta, porque la burguesía desconoce el verdadero significado de la palabra protesta. Porque lo suyo es la sangre y el horror para que sean posibles las cosas buenas, la cultura culta, lo bello. Hay en sus miradas ese dejo de superioridad infinita de las bestias que han salido a devorar a su presa. Protesta y festejo porque Chávez vete ya. Habrá habido mucho chismorreo. Chávez vete ya. ¡Chávez vete ya! Observando estas fotografías, bien hubiera podido escribir Nietzsche: "en comparación con una única noche de dolor de una mujer histérica culta, la totalidad de los sufrimientos de todos los animales a los que se les ha interrogado hasta ahora con el cuchillo... no cuentan sencillamente nada".

La revolución no sólo removió los sedimentos de la sociedad venezolana: lo mismo hizo con las fastuosas salas de fiesta de la alta burguesía.
IV.-
Quedará para ojos más atentos la tarea de determinar cuándo se produjo el giro drástico de la estrategia propagandística opositora. Desde el principio realizaron algunos tímidos intentos por robarle algunas consignas al chavismo popular y revolucionario. Jamás pasó de ser una impostura el mecánico acto de repetir hasta el cansancio el ¡Ni un paso atrás! de las Madres de la Plaza de Mayo, seguido de un rabioso ¡Fuera!, a su vez acompasado por un violento movimiento de brazos que recordaba a un acto de masas nazi. Después de todo, debieron retroceder no un paso, sino varios, y se impuso el ¡No pasarán! que tomamos prestado de los republicanos españoles.

Aún es posible deducir la base del programa político opositor - quizá con algunas leves variaciones - a partir de las diez preguntas formuladas en la edición de la revista Primicia mencionada arriba: lo importante es salir de Chávez, "lo demás puede resolverse poniendo a alguien que (de verdad) gobierne", afirmaba Llorens. Transcurrieron años y derrotas, hasta que los expertos en comunicación estratégica y guerra asimétrica fueron capaces de comprender que había que ocultar, al menos parcialmente, el sujeto de la oración - Chávez - y concentrarse en el predicado: gestión de gobierno. ¿Resultado? Un bombardeo inclemente que podría resumirse en una consigna: ¡Que alguien de verdad gobierne!

Fue así como sucedió lo que muchos de nosotros considerábamos un imposible: la siempre virulenta propaganda opositora logró establecer alguna relación de equivalencia con las demandas y el malestar de la base social del chavismo. Cosa improbable: pero si usted aún tiene alguna duda sobre el significado de la frase "pescando en río revuelto", contemple el hecho insólito de un Noticiero Digital citando al Diario Vea - a su columnista Marciano, para mayor asombro - y concluya lo que es obvio.

Es mucho lo que contribuyó en esto la práctica habitual de ese chantaje profundamente antidemocrático que consiste en acallar las demandas populares y silenciar los cuestionamientos a la gestión de gobierno, bajo el argumento de que así le estaríamos dando armas al enemigo. Hoy el enemigo nos ha arrebatado esas mismas armas, y el amplio espectro del chavismo permanece a la defensiva, habiendo perdido de momento la capacidad de iniciativa, mientras el malestar se extiende entre el chavismo popular y revolucionario. Chávez, por su parte, ha sentenciado a muerte a este chantaje, durante su intervención del pasado 11 de enero en la Asamblea Nacional. Entonces se refirió de manera explícita a "cierto tipo de publicidad, tanto de los gobiernos locales como del Gobierno Nacional que presido... publicidad engañosa... demagógica y que contradice muchas veces la realidad que el pueblo está viviendo todos los días". En atacar este flanco débil ha consistido buena parte de la estrategia del aparato propagandístico opositor.

El chavismo popular ha comenzado a pisar firme de nuevo, sacudiéndose lo que aún pudiera quedar de desmoralización, y se dispone a lanzar la contraofensiva. El escenario político a corto plazo dependerá en buena medida de la disposición de Chávez a establecer una alianza sólida con este campo del chavismo, que le reconoce liderazgo y voluntad inquebrantable. En ese ambiente ha transcurrido, por ejemplo, la reciente Asamblea de Movimientos Populares de Caracas, cuyo principal reto a corto plazo es ser capaz de traducir el malestar difuso en rearticulación de los movimientos en torno a un plan de lucha que habrá de ser necesariamente audaz. Pero algo importante ha sucedido: hemos comenzado a reconocernos.

El giro estratégico de la propaganda opositora se funda en un principio que se atribuye a Goebbels: "Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan". Se trata del principio de transposición. Pero al realizar el acto de transponerse, la oposición ha pasado a ocupar un lugar que no es el suyo. Antes de realizar este movimiento, la oposición constituía en sí misma, para la base social del chavismo, una mala noticia, frente a la cual el chavismo asumía la forma de unidad inconmovible. Ha sido un movimiento inducido por la obligación, una precondición para la supervivencia política. La oposición debe buena parte de su segundo aire a su riesgosa apuesta por ocupar el lugar del chavismo, por mimetizarse incluso, asumiendo las formas chavistas: es buen indicador de esto el uso de franelas rojas con un NO estampado en el pecho - las mismas que portó el chavismo en 2004, cuando el referéndum revocatorio - durante la más reciente campaña electoral. Hasta ahora, la oposición ha logrado sacar provecho de este movimiento. Pero atención: por más que pretenda ocupar su lugar, por más que busque parecérsele, sabemos bien que la oposición no es el chavismo. Aquí reside el punto débil de aquélla, y en consecuencia nuestra ventaja inestimable.

V.-
Reviva las imágenes del 13 de abril de 2002. Revise los videos. Ahora respóndase a usted mismo: ¿cuántas franelas rojas divisó? Casi ninguna. El rojo es símbolo universal de rebeldía, sinónimo de revolución, de socialismo, rojo de sangre combatiente. Jamás uniforme. Jamás pueblo alguno ha hecho fila frente a algún funcionario para uniformarse de rojo en los momentos previos al combate callejero. Pueblo porta lo que sea, lo primero que agarre. Porque en el combate no importan tanto los símbolos, sino las razones a las que aluden esos símbolos. La vida es una buena razón. Por eso, en el combate callejero, lo que predomina es el color a barrio, color a pueblo, color a tierra.
Parece que nadie lleva la cuenta del daño que nos ha hecho el rojo usado a manera de uniforme en actos públicos. ¿Cuantos no se ocultarán, en las instituciones del Estado, detrás de una franela roja?
VI.-
Por regla general, los medios oficiales han tardado una eternidad en entender que en el terreno estético se libra hoy una de las batallas más encarnizadas y decisivas. En este terreno, que el chavismo suele considerar de segundo orden, los enemigos del proceso revolucionario llevan gran ventaja. Globovisión hace lo básico: en el estudio, frente a las cámaras, ubica estratégicamente a unas niñas-bien que perfectamente pudieran protagonizar alguna novela de Venevisión, y que cumplen a la perfección la labor que les ha sido encomendada: actuar las noticias con una destreza tal, que el target al que va dirigido este aberrante ejercicio del periodismo está convencido de que su vida languidece en la peor dictadura que haya padecido cualquier pueblo en toda la historia de la humanidad. Si alguien todavía piensa que es obra de la causalidad el marcado contraste estético entre estas niñas-bien y quienes conducen los programas Radar de los barrios - que también está en la web - o La calle y su gente, es porque no ha entendido nada.
¿Por qué habría de ser de otra forma? Las niñas-bien le hablan a la base social opositora como si le hablaran al espejo. Las mujeres cultas de las clases medias y altas - aquellas de las que nos hablaba Nietzsche - las reconocerán, con satisfacción y orgullo infinitos, como las lindas niñas que siempre quisieron tener. O tal vez reconocerán en ellas a sus propias hijas, estudiantes universitarias sobresalientes o profesionales exitosas. ¿Puede decirse lo mismo de nuestras televisoras? Hay que decirlo, a riesgo de desviar el asunto: ninguna de aquellas niñas-bien aguantaría un round frente a la exuberancia e inteligencia de una Tania Díaz, pero tres o cuatro buenos programas informativos, de opinión, de crítica de medios, o todo esto en uno solo, no pueden ganar la pelea.
Tal vez sea un lapsus, pero no recuerdo en este momento algún programa de los nuestros que vaya dirigido a la base social opositora. Pero lo que es más importante: es casi inexistente la programación orientada al grueso de la base social del chavismo. Orientada quiere decir: concebida de acuerdo a la estética que es propia de la cultura popular. Si el flanco débil de la estrategia de propaganda opositora es pretender ocupar el lugar del chavismo, mimetizarse hasta lograr las formas del chavismo, el flanco débil de los medios oficiales sigue siendo no ocupar el lugar que le corresponde, pero sobre todo ese incomprensible empeño en marcar distancia de la estética popular, barrial, urbana, que es donde habita la inmensa mayoría de los nuestros.
El cámara Juan Antonio Hernández nos suministra este dato crucial que por demás es público: 18 millones de venezolanos y venezolanas tienen hoy menos de 34 años. Esto es, dos terceras partes de la población. No hay que ser un experto en asuntos demográficos para saber que la mayor parte de estos 18 millones de seres habitan en zonas populares urbanas. ¿Qué porcentaje de la parrilla de programación de Venezolana de Televisión va orientada específicamente a este público? Haga el ejercicio: intente recordar, sin hacer trampas, algún programa de corte juvenil, urbano y popular. Yo recuerdo al menos uno, y parece concebido por unas viejas almas que suponen que hablarle a la juventud equivale a repetir 127 veces la palabra "pana" en un lapso de 21 minutos.
En el mejor de los casos, el grueso de la programación de las televisoras oficiales parece responder a los principios básicos de la crítica de la cultura de masas. Mucha Escuela de Frankfurt y muy poco Walter Benjamin. Es hora de abandonar las lecciones contenidas en los viejos libros de un Antonio Pasquali que, al fin y al cabo, hace tiempo que ha renegado de ellos, y que ante la mención de Theodor Adorno, seguramente lo confundirá con el célebre gato de Julio Cortázar. Sería conveniente pasearse por la obra del colombiano Jesús Martín-Barbero, por citar alguno, que hace tiempo saldó cuentas con aquella vieja herencia que nos legó Frankfurt, y a la que sigue aferrada la izquierda cultural.
En nombre de la crítica de la cultura de masas, jamás veremos en las pantallas de Venezolana de Televisión, y sospecho que tampoco en las de Vive Tv o en las de TVes, algún video de Calle 13, porque eso es reguetón. Para los nuestros, el plagio que hiciera el equipo de campaña del candidato Manuel Rosales de la canción Atrévete Te-Te, del mismo Calle 13, más que una demostración de la potencia del marketing electoral opositor, vendría a ser una prueba más de que el reguetón no es cultura, sino una cosa vulgar dirigida a adormecer a las masas. Por esto mismo, jamás podremos disfrutar de un video portentoso, extraordinario y subversivo como aquel en que Calle 13 se la dedica al FBI - Querido FBI, lleva por nombre la canción - y que fue escrito por Residente horas después del asesinato de Filiberto Ojeda Ríos, líder histórico de Los Macheteros, movimiento independentista puertorriqueño. La noche del 3 de diciembre de 2006, ningún militante festejó tan alegre y ruidosamente la victoria de Chávez como los cincuenta adolescentes que se instalaron a bailar reguetón frente a la esquina de Carmelitas, en la Avenida Urdaneta. Pero eso jamás aparecerá por televisión.
Poco importa que miles de adolescentes de los barrios caraqueños estén abandonados a la movida tuki. Los tukis no serán transmitidos por los medios del Estado. ¿Quiénes son los tukis? Les apuesto un millón a una que los niñitos-bien de los liceos privados del este caraqueño saben perfectamente bien quiénes son los tukis. Por supuesto, los desprecian, como desprecian toda expresión de estética barrial, marginal, pobre. Los adolescentes que estudian en los colegios privados de Maracay llaman "elieles" a los jóvenes de los liceos públicos ¿Quién es Eliel? Un joven de 15 años de clase media alta lo tiene claro. Nosotros no. Pretendemos dictarles lecciones de política a un barrio que no conocemos. El efecto es similar a la publicidad engañosa y demagógica que denunciaba Chávez. Los adolescentes de los barrios no nos escuchan, no nos creen. ¿Quiénes son los tukis? Les paso el dato: Chávez usa sus pantalones al más fiel estilo tuki. Chávez es un tuki. Más o menos por eso es el presidente de este país.



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Reinaldo Iturriza López

Ministro del Poder Popular para las Comunas

 reinaldo.iturriza@gmail.com      @ReinaldoI

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