El partido, los partidos constituidos en el Polo Patriótico tienen que ser lo que el sistema circulatorio al cuerpo humano. De poco o nada sirven unos partidos que no lleguen con su savia hasta las células vivas del cuerpo social, lleven hasta ellas el oxigeno bombeado desde el corazón y traigan de regreso las dificultades y problemas para devolverlos de nuevo oxigenados, vivificados y atendidos en interminable circulación vital.
¿Cuántas veces nos hemos detenido ante la pregunta interior fundamental de la motivación profunda de nuestro apostolado? De tal modo es grave la respuesta y cuestiona todos nuestros acomodos que regularmente pasamos la hoja. ¿Somos verdaderamente socialistas porque aspiramos y luchamos por una Comuna, una Venezuela y un mundo comunista?, ¿lo somos en verdad… o cuando oteamos el horizonte la sola palabra aplastada y pisoteada por siglos de propaganda capitalista nos produce reparo?, ¿es nuestro accionar decididamente socialista?, ¿para qué nos necesita el pueblo?, ¿para construir nuestros propios espacios o para insertarnos en sus células dando vida?
Desde el punto de vista más objetivo es clara la necesidad que una Revolución Socialista (con mayúsculas) tiene de apóstoles-cuadros-misioneros que lleven los valores del humanismo irrenunciable socialista hasta los hombres, mujeres, jóvenes, niñas y niños tan sometidos a la incansable acción demoledora de los antivalores capitalistas. En tanto los valores plenos, luminosos e igualitarios del pensar y el hacer socialista no modifiquen el pensamiento del pueblo casi todos los esfuerzos serán estériles porque el mundo capitalista no descansa en su acción para “formarlos” a su imagen y semejanza. Por eso es tan peligroso el que no exista en las células vivas del pueblo la presencia esclarecedora y testimonial, animadora y orientadora del misionero socialista. No basta ante el vertiginoso proceso de información materialista-capitalista la presencia del socialismo desde lugares de excepción, es necesaria la inserción viva, no es suficiente el “teresacarreñismo”, por más que parezca bonito en la pantalla del televisor. Se requiere la presencia activa y eficaz de los apóstoles del socialismo en todos los espacios donde hace vida nuestro pueblo pero no como invitados, tampoco como meros mensajeros sino como parte de ese mismo pueblo.
Es importante señalar que esa es la vocación fundamental del apóstol del socialismo: su inserción en un lugar, siendo que “lugar” en este caso no se limita al espacio geográfico sino más bien al espacio holístico, integral y múltiple. No es suficiente con “ir” al espacio geográfico, al barrio o la comuna de un modo genérico, esto sería una traición a la vocación fundamental. Se trata más concretamente de insertarse en los dinamismos que configuran los espacios vivenciales del pueblo y tienden a hacerlos espacios políticos y sociales para desde la inserción hacerlos más humanos, más trascendentes, más justos, en una palabra… ¡SOCIALISTAS!
¡Qué mejor “lugar” para la inserción que el habitado por los más pobres, los más desamparados, los más vulnerables! Nadie necesita más de la presencia viva del apóstol-socialista que ellos; para ellos vivimos, nos movemos y existimos. Debe ponerse este apóstol-socialista en el centro de estos puntos álgidos para garantizar la marcha histórica del pueblo hacia la libertad y la igualdad. Se debe trabajar entre ellos para dar a luz al tipo de hombre nuevo sin el cual no habrá socialismo ni tránsito hacia el comunismo y jamás se alcanzara la utopía.
Lo que podríamos llamar: El Espíritu Socialista, está pues, en etapa germinal en el corazón del pueblo. Corresponde cuidarlo, abonarlo, regarlo, hasta hacerlo crecer fuerte y poderoso. Esta empresa ha de realizarse con fe absoluta en nuestros ideales y principios porque:
a) Poseemos la convicción absoluta de que la causa histórica del socialismo –desde Jesús hasta el Che, pasando por tantos otros incluidos nuestro Simón Bolívar, nuestro Simón Rodríguez o nuestro Ezequiel Zamora- es la causa de los pobres, de los excluidos, de los explotados, en el más amplio y completo de los sentidos. La opción por el socialismo como camino hacia la sociedad comunista significa automáticamente la opción por los excluidos. No podríamos pensar en una actividad de socialización, conciencia y compromiso que no afronte este hecho.
b) Naturalmente, esta relación entre misión y promoción humana, entre conciencia y justicia, puede impulsarse desde muchos “lugares” sociales y todos son necesarios, pero sucede que en ningún “lugar” es más eficaz, urgente y necesaria la misión que consubstanciados con la vida cotidiana del pueblo. El pueblo, en su barrio, en su fábrica, en sus problemas, no es un “lugar” a construir: es la parcela, el conuco, que ya está y por tanto nuestro lugar.
Es en este “lugar” en el que tenemos que vivir nuestra vida consagrada al servicio del pueblo. Hemos de ser la “buena noticia” entre ellos. Vivir entre ellos, con ellos y por ellos. Construyendo valores y espacios de socialismo con ellos que son en definitiva los dueños de todo proyecto. En el compromiso radical con los valores de vida socialistas la vocación nos conduce a las comunidades, a lugares de desierto, de periferia y frontera donde se ensaya la nueva humanidad y los nuevos estilos de vida.
c) El motivo y la vocación central de nuestra vida tiene que ser por tanto la construcción del socialismo; pero no un socialismo que pudiera imaginarse separado de su pretensión, sino aquel que tiene su causa en una vinculación esencial con los pobres de “nuestra” parcela. De ahí que nuestro interés deba centrarse en todo aquello que configure social e integralmente la vida de estos pobres, obreros, campesinos, estudiantes, amas de casa; en su vida diaria, su educación, su formación, sus problemas cotidianos.
Quisiéramos reiterar, sin afán polémico pero sí irrenunciable, que mientras nuestros misioneros y misioneras no asuman este esmero, este cuidado, esta dedicación a la atención de nuestro pueblo difícilmente podremos contagiar unos valores en los que decimos creer pero que no se hacen sangre y carne, espíritu, risa y lágrimas en el día a día a día de nuestro pueblo. Poco, muy poco le dice la presencia de sus voceros del PSUV con pancartas y consignas en el Teresa Carreño a esas cientos de criaturas que han sido engañadas en la ciudad de Mérida, luego de haberles pedido que entregaran sus tierras, las tierras donde habían construido su barrio hace años para hacerles viviendas dignas y que una vez construidas ven como “alguien del lado nuestro” le entregó la administración de esas viviendas a una empresa privada la que, con los más crueles y conocidos métodos del capitalismo, ha entregado “sus” viviendas, las viviendas que eran para el pueblo, que Chávez ofreció al pueblo, a los que “puedan pagar” de acuerdo con las normas de la banca capitalista, a clases medias que bien podrían obtener su vivienda por otros medios y que además –en grotesca burla- votaron NO el 2-D y seguirán haciéndolo mientras se reirán de nuestro pueblo inocente y bueno. Es allí, allí…dando la cara y la vida si fuera necesario por su pueblo que un vocero socialista, un misionero del socialismo, contagia, siembra y con seguridad cosechará el socialismo. Igual ocurre con la planta de desechos sólidos o los hospitales, esos “lugares” donde el pueblo se bate solitario e impotente todos los días. Allí hay que estar. ¡Allí!, entonces tendrá sentido estar en otros espacios; entonces…ese mismo pueblo verá con simpatía y hasta aplaudirá con fuerza nuestra presencia en tantos otros “lugares” que hemos señalado necesarios.
Por eso no mandamos a cantar cuando tenemos buena voz. Aquí, allá, en donde sea estaremos llevando esperanza, llevando conciencia y confianza en la Revolución Bolivariana que es de ellos, por ellos y para ellos y que no los olvida sino que, antes por el contrario, estamos dispuestos a blandir la lanza en ristre hasta estrellarnos contra los molinos de viento porque para eso vivimos, nos movemos y existimos.
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