Paso revista a los más altos funcionarios, hago esfuerzos indecibles por buscar a alguien además de nuestro Presidente, y no encuentro a otro verdadero revolucionario. ¿Qué hemos hecho Dios mío en nueve años que no hemos sido capaces de formar verdaderos revolucionarios?
¿Qué ha pasado?
La adeco-cracia envuelve con su manto de suprema estupidez, a casi todos los centros de la burocracia gubernamental. En ellos se cumplen todos los ritos del pasado. Viven del que dirán, no de un pensamiento propio y creativo. Con el caso del avión de la línea “Santa Bárbara” siniestrado, en lugar los funcionarios de realizar con carácter y determinación las investigaciones sobre el doloroso hecho, todos se dedican a publicar multimillonarios remitidos luctuosos por la prensa. Todos los diarios locales ultra-golpistas y fascistas están haciendo su agosto con estos obituarios. Las casi cincuenta Direcciones de la Gobernación han publicado el suyo, además de las 23 Alcaldías, las pequeñas dependencias del gobierno central. La ULA y toda su docena de decanatos han abarrotado las páginas de estos diarios con esquelas similares. Qué de revolucionario, en el caso gubernamental, pueden tener estos gestos por lo general inerciales, que inundan de plata a diarios como el de los Manfredi (los dueños de “Frontera”, por ejemplo), que por estas ganancias ya deben estar preparando sus maletas para darse unas jugosas vacaciones en hoteles cinco estrellas en Miami. Y así viven derrochando nuestras dependencias oficiales la plata durante todo el año, porque en esta catarata de remitidos se debe haber gastado más de 300 millones de bolívares. Un verdadero revolucionario debería acabar con esa ridiculez, porque además, y esto es lo macabro, algunos lo que persiguen en el fondo es buscarse publicidad con el dolor de esa pobre gente, QUE POR OTROS LADO HA SIDO asesinada por la empresa privada de la línea Santa Bárbara cuyos aviones son unos desastres, una verdadera chapuza. Ahora he leído que “Santa Bárbara está colaborando con las autoridades para rescatar los restos humanos de la tragedia.”
Para eso sí son valientes este tipo ridículo de “revolucionarios”, para engrosarles las cuentas bancarias a los criminales dueños de esos medios, en la cretina idea de que así se hacen más humanos y practican la solidaridad con los tristes familiares de los desaparecidos. Todo esto, al tiempo que esos mismos medios están haciendo correr bolas de que el gobierno es el culpable por no darles las divisas a la línea aérea, porque la guerrilla les puso una bomba al avión, porque Chávez es el criminal que goza con estas muertes.
¡Cuándo, Señor, dejaremos de ser adecos o pendejos! Con semejantes funcionarios en el poder, aquí lo que hacemos es vivir poniéndoles en bandejas de plata las golosinas del goce perpetuo para que eternamente se mantenga al país como en la IV.
Particularmente no creo en esquelas, no creo en coronas sino en los hechos que demuestren realmente un compromiso real con el caído, con los seres que sufren, con los familiares que pierden a sus seres queridos. Recientemente se me murió un querido amigo de nombre Carlos, muy joven, un abogado muy culto que estuvo luchando contra una terrible enfermedad durante ocho meses. Yo estuve a su lado, tratando de aminorarle el dolor. En esa tragedia me di cuenta de que los llamados amigos de Carlos no aparecían por ningún lado, él que tuvo tantos. Cuando murió, la sala velatoria se llenó de coronas con todos aquellos amigos que nunca le visitaron. Sentí en ese momento la hipocresía y la farsa del mundo en estos instantes, y creí que a mi amigo en ese momento no le hacía falta corona alguna. Estaba en otra dimensión y en otro espacio donde todo eso es inútil y vacuo. No quise colocar otra más, yo la había llevado cuando hizo falta.
Esto es ser verdadero revolucionario: acabar con todas esas costumbres miserables y estúpidas que no llevan nada de humanidad, de amor, de fraternidad ni de compasión por el caído o por el fallecido.
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