Juan Manuel
es estudiante de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela.
Su familia es de Barquisimeto y él vive en casa de un amigo. No es
rico, y hace un mes, cuando encontró la cartera, todavía andaba a
pie, ahorrando para comprarse la motoneta Vespa del siglo pasado que
hoy, heroica y milagrosamente, lo lleva y trae de la Facultad.
Estaba en
el asfalto frente a la clínica, una billetera gorda como una arepa
de pernil sacando una lengua de billetes de alta denominación.
Juan Manuel se dirigió a un vigilante del centro médico y le dio un
papelito con su número de teléfono, por si el dueño aparecía. Luego,
en la casa con los amigos que lo esperaban para estudiar, puso el tesoro
en medio de la mesa y entre todos examinaron el contenido en busca del
nombre y señas del propietario. Desde el otro lado de la habitación,
fingiendo leer, yo observaba la autopsia.
TENER, SER
Y DEBER SER
-¡Mira!
Tiene 450 mil bolos… -Cinco tarjetas de crédito…dorada, platino,
normal… ¡Y un cheque en blanco firmado! ¡Estás hecho! Si lo endosas
y nos apuramos podríamos cobrarlo… -Yo tengo un amigo que es cajero
de un banco…. -A lo mejor todavía no lo anuló, siempre anulan primero
las tarjetas. Es un médico. Mira aquí está la cédula con la firma
del tipo…
Juan Manuel
negó con la cabeza. –Le voy a devolver su carretera –OK, te quedas
con el dinero y le devuelves lo demás. –No, a mí me gustaría que
me lo devolvieran todo…. -Si, pero tú eres un limpio y un médico
de la Santa Sofía se gana eso en una hora. –De todas maneras,
insistió Juan Manuel, si aparece le doy su vaina completa.
Fijé la
vista en el libro cuando supe que mirarían en mi dirección para preguntar
mi opinión. Aunque había tenido tiempo para pensarlo, el ser y el
deber no se habían puesto de acuerdo, y me escuché decir: “Lo que
se estila es quedarse con el dinero en efectivo y devolver lo demás…”
Pero debía añadir algo. “Claro que devolverla con el dinero es mucho
mejor”. Si, concluyó Juan Manuel, mi mamá dice que en la vida todo
regresa…
EL DOCTOR
Llamaron
al médico, se pusieron de acuerdo, y uno de los estudiantes llevó
a J.M. en su moto. Al poco rato estaban de vuelta. -¿Cuánto te dio?
Juan Manuel mostró un billete de cincuenta. Los jóvenes le dedicaron
al médico lo que llamaré denuestos, el menos ofensivo de los cuales
fue “pichirre”… Aproveché para meter una cuña política: “Por
eso los escuálidos no soportan a Chávez ni entienden que…” pero
me interrumpió el teléfono. Era el médico, no para mejorar la gratificación
sino para preguntar, en tono amenazante, de dónde había sacado su
número de teléfono… “Lo saqué de tu cheque firmado en blanco,
¿de dónde más?” respondió Juan Manuel. Esta vez los estudiantes
pasaron del insulto a las maldiciones: si al ahorrativo doctor le acontece
un diez por ciento de lo que le desearon, está liquidado.
ÉTICA Y REVOLUCIÓN
Juan Manuel
viajó a Barquisimeto a ver a su gente, y al regreso venía contento.
Un tío suyo escuchó la historia y no dijo nada; al día siguiente
lo llamó aparte, y le entregó 400 mil bolívares sin decir una palabra.
Luego, por televisión un acto de la revolución en el Teatro Teresa Carreño, vi a una compatriota diciendo que una muchacha había encontrado una cartera y la había traído, con dinero y todo, pidiendo que llamaran a su dueño… “Esto es lo que queremos, ética revolucionaria”, dijo la oradora. Creo que Juan Manuel estará de acuerdo conmigo en que la revolución debe ser ética, y que en Venezuela ser ético es algo tan nuevo que es revolucionario. Devolver una cartera con dinero es un milagro, y por lo que veo esos milagros se están haciendo frecuentes, buena señal. Para que Venezuela sea lo que la mayoría quiere que sea, tenemos que hacer toda clase de milagros. Juan Manuel hizo el suyo, su tío también. Quizás el afortunado médico tenga la fortuna de descubrir en sí mismo alguna improbable veta de generosidad. Porque hacemos milagros o erramos. Y si erramos, caeremos otra vez en tiempo de doctores, y no nos quedará más remedio que intervenirlos…
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