Cuando mi presi dio la pauta para la selección de candidatos que nos representarán en próximas elecciones regionales, no solo abrió la posibilidad, tan deseada por él y por su pueblo, de que todos pudiéramos participar, sino que metió el dedo en unos cuantos ojos que ya se veían sentadotes en su silla de gobernador.
Todos se pueden postular como pre-candidatos y muchos lo hicieron, desde los chavistas que salen en la tele a cada rato, los que tienen a su cargo instituciones del estado, los que se han sentado en la mesa con mi presi, y los que solo en su casa los conocemos.
Y una mamá como yo se sienta a ver lo que va pasando, observa reacciones, va mirando que algunos revolucionarios como que ya no le parecen tanto, va viendo esta mamá que escribe, y va comprendiendo que no es fácil ser revolucionario, al menos para quienes dicen serlo sin pensar en lo que ello implica.
Un revolucionario no juega al ajedrez político para desplazar a un candidato de su mismo bando. Tampoco manda mensajitos de texto diciendo que la orden viene de Caracas y que la orden es que votes por Fulano. No engaña a la gente jurándoles que su candidato se retiró de la contienda, así que vota por mi que yo soy buena también. Ni mucho menos hace alianzas con personajes expulsados del partido que, cegados por el hambre de poder, se sacaron la careta antes de tiempo. Un revolucionario no antepone sus intereses personales a los intereses del pueblo.
En fin, que un revolucionario no es tramposo.
Los tramposos, como contrarrevolucionarios que son, subestiman la capacidad del pueblo, juegan a ser chavistas mientras se portan como los adecos que no ha podido dejar de ser. Y como no somos gafos, los olemos a distancia, los dejamos hacer sus marramucias mientras nos hacemos los pendejos, porque nos creen pendejos, porque no se ha parado en cualquier esquina a escuchar los que decimos.
Ya movieron sus fichas, ya los vimos moverlas, ya llegará el día que no votaremos por ellos. La revolución se va depurando y estos verán si se montan, se encaraman o saltan la talanquera.
Yo solo espero que cuando lleguen a Caracas las listas de los tres más votados, se pregunten los directores del partido ¿Qué habrá hecho este muchacho que casi no conocemos, para llegar hasta aquí junto con estos gigantes poderosos?
Esa es la pregunta que todos deseamos que no se dejen de hacer. Si indagan, señoras y señores, encontrarán la respuesta a la pregunta de las cien mil lochas (fuertes).
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