Es imperativo destacar la esencia de la racionalidad revolucionaria. Insistir en la formación política. No abandonar jamás la lucha por hacer realidad la revolución. Esforzarse por aceptar la lógica de los pensadores. Ilustrarse de la sabiduría universal donde existe el pensamiento emancipador de los pueblos. Entender, al fin de cuentas, que el proceso revolucionario se construye, se arma minuciosamente con la buena voluntad de los hombres llenos de ideales.
Entramos en la fase de la producción intelectual y la práctica concreta de profundizar el Proceso. Momento que exige a los constructores del nuevo sistema político temperancia, conciencia y, sobre todo, humildad. Punto decisivo para diferenciar lo que es reforma y lo que es revolución. Coyuntura para sincerar posiciones políticas e ideológicas. Línea divisoria que marca la realidad de los dos sistemas políticos encontrados: democracia representativa y Revolución Bolivariana. Estamos, entonces, de frente a la historia y con la obligación de rendir cuentas al pueblo y a nosotros mismos.
Se hace necesario también observar que la masa popular, el pueblo como estructura política, ha ascendido en sus niveles de conciencia. Ya no es el mismo. Aquella masa sumisa y conforme con un saco de cemento, láminas de zinc, ladrillos y una bolsa de comida, sabe ahora lo que es el poder popular. Intuye y palpa el significado de la emancipación. Por lo tanto, para no errar de nuevo ante el pueblo, hay que tomar la dirección correcta. Los nuevos escenarios señalan dos rumbos a seguir. Las flechas del destino así lo marcan. La flecha hacia la derecha es para no romper con la cultura política que impuso la IV República. Por lo tanto, es mantenerse apegados al sistema de la democracia representativa, aceptar la reforma y olvidarse del sueño revolucionario. Es hacerle ofertas al pueblo para ganar indulgencias y no cumplirlas. Es también, hablar en nombre de la revolución pero actuar como reformista. Es, además, emplear el poder para usufructuarlo (práctica de la democracia representativa) y no para alcanzar el bien común (meta de la Revolución Bolivariana).
La otra flecha, que orienta hacia la izquierda, es la senda para asumir la lucha por consolidar el Proceso. Es la flecha que nos señala el Presidente. Lo que implica: (i) claridad ideológica para actuar como un ser de buena voluntad; (ii) aprehender para sí la conciencia revolucionaria y convertirse en un auténtico promotor del bien común; (iii) estimular la formación política propia y de la militancia para contrarrestar los efectos demoledores de la fascinación del poder; (iv) canalizar los actos revolucionarios como la vía constitucional para la toma del poder regional y local; (v) fundamentar los actos constituyentes para sustituir el Estado de la IV República; (vi) inducir el fomento de los principios éticos y morales a fin de interactuar con base en la humildad y el amor por el prójimo. Esa es la flecha que sigue el revolucionario que asume el cambio estructural de la sociedad basado en el Proyecto Socialista de ruptura de paradigmas.
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