La necesidad de la creación del hombre nuevo, que no sea el que represente las ideas de la cuarta republica. El hombre del siglo XXI es el que debemos crear, aunque todavía es una aspiración subjetiva y no sistematizada. Precisamente, éste es uno de los puntos fundamentales de nuestro estudio y de nuestro trabajo, y en la medida en que logremos éxitos concretos sobre una base teórica o, viceversa, extraigamos conclusiones teóricas de carácter amplio sobre la base de nuestra investigación concreta, habremos hecho un aporte valioso a esta revolución bolivariana, a la causa de la humanidad. La reacción contra el hombre del siglo XIX nos ha traído la reincidencia en el decadentismo del siglo XX; no es un error demasiado grave, pero debemos superarlo, so pena de abrir un ancho cauce a la aplicación a nosotros mismo de las 3R (Revisión, Rectificación, Reimpulso).
Las grandes multitudes se van desarrollando, las nuevas ideas van alcanzando adecuado ímpetu en el seno de la sociedad, las posibilidades materiales de desarrollo integral de absolutamente todos sus miembros, hacen mucho más fructífera la labor. El presente es de lucha; el futuro es nuestro.
Podemos intentar injertar el olmo para que dé peras, pero simultáneamente hay que sembrar perales. Las nuevas generaciones vendrán libres del pecado original. Nuestra tarea consiste en impedir que la generación actual, dislocada por la falta de conciencia, se pervierta y pervierta a las nuevas. No debemos crear asalariados dóciles al pensamiento oficial ni "becarios" que vivan al amparo del presupuesto, ejerciendo una libertad entre comillas. Ya vendrán los revolucionarios que entonen el canto del hombre nuevo con la auténtica voz del pueblo.
En nuestra República Bolivariana de Venezuela, juegan un gran papel el pueblo venezolano, y en este gran pueblo incluimos a la juventud venezolana y el Partido Socialista Unido de Venezuela. Particularmente importante es la primera, por ser la arcilla moldeable con que se puede construir al hombre nuevo sin ninguna de las fallas anteriores. La juventud venezolana recibe muchos beneficios acorde con las ambiciones de esta revolución. Su educación es cada vez más completa y no olvidamos su integración al trabajo desde los primeros instantes. Nuestros becarios hacen el trabajo solicitado por nuestra revolución simultáneamente con el estudio. El trabajo es un premio en ciertos casos, un instrumento de educación, en otros; una adquisición de un caudal de experiencias.
El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) debe ser una organización de vanguardia. El pueblo en conjunto integra al PSUV. Nuestra aspiración es que el partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) sea de masas, pero cuando las masas hayan alcanzado el nivel de desarrollo de la vanguardia, es decir, cuando estén educadas para el Socialismo. Y a esa educación va encaminado el trabajo. El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es el ejemplo vivo; sus cuadros deben dictar una cátedra de conciencia revolucionaria; deben llevar, con su acción, a las masas, al fin de la tarea revolucionaria, lo que entraña años de duro bregar contra las dificultades de la construcción, los enemigos de clase, las lacras del pasado y del presente, el imperialismo.
El papel que juega la personalidad, el hombre como individuo dirigente de las masas que hacen la historia. Hugo Rafael Chávez Frías, a dado a la Revolución Bolivariana el impulso, la dirección, la tónica siempre, pero también hay un buen grupo de revolucionarios que se desarrollan en el mismo sentido que nuestro único, y máximo líder el comandante presidente Hugo Rafael Chávez Frías y una gran masa que le sigue porque les tiene fe; y les tiene fe porque él ha sabido interpretar sus anhelos; precisamente, que el venezolano se sienta más pleno, con mucha más riqueza interior y con mucha más responsabilidad.
El individuo de nuestra República Bolivariana de Venezuela, sabe que nos ha tocado vivir una época de sacrificio; conoce el sacrificio; acuérdense camaradas del 11-A.
Venezuela es la punta de lanza, la vanguardia de América Latina y debe hacer sacrificios porque ocupa el lugar de avanzada, porque indica a las masas de América Latina el camino de la libertad plena. Hago mías las palabras del Comandante Presidente Hugo Rafael Chávez Frías: “Si usted viene a hacer dinero, quédese del otro lado y no entorpezca a quienes soñamos con un mundo mejor. Si viene convencido de hacer la revolución, aquí están nuestros brazos, nuestro corazón y nuestra voluntad para construir la Patria Socialista”
Dentro de nuestra República Bolivariana de Venezuela, los dirigentes tienen que cumplir su papel de vanguardia; y, hay que decirlo con toda sinceridad, en una revolución verdadera, a la que se le da todo, de la cual no debemos esperar ninguna retribución material, la tarea del revolucionario de vanguardia debe ser magnífica, para lograr el fin que persigue; que no es otro que darle la mayor suma de felicidad posible a su pueblo.
Como dijo nuestro Che Guevara: “El revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esta cualidad. Quizás sea uno de los grandes dramas del dirigente; éste debe unir a un espíritu apasionado una mente fría y tomar decisiones dolorosas sin que se contraiga un músculo. Nuestros revolucionarios de vanguardia tienen que idealizar ese amor a los pueblos. No puede descender con su pequeña dosis de cariño cotidiano hacia los lugares donde el hombre común lo ejercita.”
En esas condiciones, hay que tener una gran dosis de humanidad, una gran dosis de sentido de la justicia y de la verdad, para no caer en extremos dogmáticos, en escolasticismos fríos, en aislamiento de las masas.
Todos los días hay que luchar por que ese amor a la humanidad viviente que se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo al mundo.
El revolucionario, motor ideológico de la revolución dentro del PSUV, se debe consumir en esa actividad ininterrumpida que no tiene más fin que la muerte, a menos que la construcción se logre a escala mundial.
Si el afán del revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala local y se olvida del internacionalismo proletario, la revolución deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestro enemigo irreconciliable, el imperialismo.
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