Leyendo las engañosas y vergonzosas declaraciones finales de la FAO en Roma, no pude evitar recordar charlas con amigos en las que debatíamos las circunstancias que nos tocaba vivir. Dándose cuenta o no, ellos defendían sus intereses personales dentro del sistema imperante. Luego de horas sin poder llegar a conclusiones me resultaba obligado preguntar.
¿Creen uds. que tras de miles de años de historia, evolución, experiencia y conocimiento, tiene derecho todo ser humano a satisfacer dignamente sus necesidades sin excusas de ningún tipo, sin ideologías que encubran o justifiquen la imposición de la avaricia de unos pocos en cuyas manos se van concentrando crecientemente capitales y bienes?
¿Podemos realmente hablar de civilización, de humanidad, cuando tras miles de años ni siquiera hemos llegado a poner un piso social mínimo de satisfacción de las necesidades básicas, imprescindibles a la existencia, y por el contrario nos amenazan hambrunas, pestes, alteración climática y colapso del ecosistema vital en nuestros horizontes inmediatos?
Cuando hablamos de democracia, ¿nos referimos a democratizar los derechos, el acceso al dinero y los bienes, las comunicaciones, el conocimiento y la productividad, la participación protagónica de todos en aquellas decisiones y direcciones de acción que nos afecten? ¿O simplemente a la fantochada de elegir un dueño y administrador de nuestras vidas cada tantos años para sujetarnos a sus caprichitos?
¿Hemos tomado conciencia real de que el sistema imperante nos ha conducido a estas circunstancias insostenibles para la vida, nos ha deshumanizado? Cuando la lucha por liberarnos, por superar las limitaciones naturales y/o sociales ha sido el motor de la historia, ¿somos tan ingenuos como para creer que la dialéctica histórica social se detendrá sin llegar a la liberación de la esclavitud, de la explotación de un hombre por otro, a la justicia social?
Eso sería como creer que podemos detener la historia y la vida, destruir la humanidad. Porque la vida no es sino un sinónimo, un nombre más para el dinamismo, cambio, evolución. Por lo cual intentar reprimirla, no permitir, resistir el avance del impulso libertario, no puede sino ser sinónimo de regresión hacia el determinismo del pensamiento dogmático, de inútil generación de sufrimiento.
Para lo viviente no existe lo estático. Mejor dicho aún, movimiento, expresividad es vida, parálisis es muerte. En consecuencia, detenerse ha de significar necesariamente regresar camino de la barbarie. Y no paso a paso, sino al ritmo acelerado que el poder de nuestro conocimiento y tecnología nos posibilita. De donde, perder nuestra sensibilidad innata, nuestro deseo de una sociedad mejor y más justa, es deshumanizarnos.
En todo caso, si admitimos, si aceptamos estas circunstancias de indignidad, sufrimiento y miseria de lo humano a que hemos llegado, ¿cuál es entonces la función de lo que llamamos historia, evolución, conciencia? ¿Cuál es la función y la justificación del Estado y la organización social, del conocimiento y la tecnología?
Desde las circunstancias que nos tocan vivir, no podemos sino llegar a la conclusión de que todo ello se ha convertido en un disfraz y justificación para condiciones dogmáticas e inhumanas. Para fuerzas mecánicas, penumbrales, regresivas, que se oponen a la lucha libertaria, que son enemigas de lo viviente, de lo humano, de la historia, de la conciencia.
Y es desde esta comprensión que las declaraciones de la FAO resultan indignas y vergonzosas. ¿Creen uds. que luego de miles de años de historia se puede justificar el aumento de los alimentos, la producción preferente de combustibles agrícolas, las hambrunas de una tercera parte de la humanidad, de miles de millones de seres humanos, con el simple argumento o diagnóstico de que son los países emergentes, como China e India que entran al mercado de consumo, y los elevados precios del petróleo los causantes?
Diagnósticos de los intangibles que se interponen entre el alimento y el estómago, entre el hambre, el dolor y su satisfacción o alivio, tenemos todos los que podamos desear, hay para todos los gustos.
¿Pero dónde están las soluciones propuestas para una inminente catástrofe en puertas, para los niños que mueren todos los días en brazos de sus madres por desnutrición? ¿Dónde la sensibilidad de ser humanos? Una vez más pregunto, ¿cuál es la función y responsabilidad de un organismo internacional que se ocupa justamente de la alimentación?
¿Saben uds. que en estos momentos producimos alimentos para el doble de la población planetaria existente? Pero de espaldas a los hechos, estos eruditos señores nos dicen que el problema con la pobre disponibilidad de alimentos en el mercado mundial, es que hay mucha gente comiendo. Es decir, quitando los adornos de los complejos discursos, lo que nos queda es que el problema con la comida, es que la gente come.
El problema con este sistema imperante de cosas, es que la gente mejora en su condición de pobreza y tiene o pretende acceso a la satisfacción de sus necesidades básicas, a los alimentos. Y no una, sino nada menos tres veces por día. ¡Vaya que pretensiones tiene la gente! ¿Cómo se les ocurre tener un cuerpo biológico, estómagos, vísceras, necesidades, dolores, y además satisfacerlas? Y además tres veces por día. ¿Te imaginas?
¿Cómo osan cuestionar y traer preocupaciones irresolubles a la continuidad eterna y divinamente establecida del sistema de intereses imperante, a las ideologías que lo justifican, poniendo en evidencia para quienes trabajan, a quienes sirven todas las entidades, instituciones internacionales? Todo ello por un triste plato de comida.
Algunos dicen que esas entidades son inoperantes. ¿Inoperantes? Será para ti que te crees con derechos a comer, y no una sino tres veces por día. Porque para aquellos a quienes sirven hace décadas, han sido sumamente operativas para mantenerte entre el límite del hambre tolerable y los sueños de escalar la pirámide del poder. Desde cuya cima se supone que podrás lanzarte hambriento y voraz sobre el banquete y el festín del mundo del consumo. Del enorme y apetecible seno en que las alucinaciones del hambre lo han convertido.
Eso me trae recuerdos del sufrido e irónico humor sudamericano, cuando con motivo de la inflación especulativa y las continuas devaluaciones en Argentina, ibas a comprar algo al supermercado y al llegar a la caja ya habían aumentado los precios. Los negocios que podían se negaban a vender, porque luego las materias primas ya habían aumentado al doble. En esa triste época que lamentablemente amenaza volver, pintado en los murales podías leer: "Combate la pobreza, mata un pobre".
Con respecto a los precios del petróleo y dejando de lado el pequeño detalle de que también en buena parte son especulaciones de las corporaciones, dentro de un complejo tinglado de un porcentaje de reservas que han de mantener pero que prefieren vender, elevando entonces los precios para mantener el valor de sus acciones, etc. Sin mencionar nada respecto a los desproporcionados impuestos que montan los gobiernos sobre el producto.
¡Vaya pretensiones que tienen los países productores! Es inaudito que exijan un precio justo por sus materias primas. Solo diez años atrás Venezuela regalaba su petróleo a 5 o 7 dólares, saboteando las cuotas de producción de la OPEP. Para luego importar todos los derivados de las materias primas que regalaba, a los precios que el libre mercado monopólico de las corporaciones fijaba, incluyendo alimentos, y creo que hasta el papel higiénico.
Ahora pretende transferencias de tecnología para montar fábricas y procesar sus materias primas, generar trabajo y valor agregado, y hasta competir en el mercado mundial. Por si eso fuera poco, ayuda a los países menos desarrollados, más pobres, financiando el petróleo y propone a todos los países productores, sean o no de la OPEP, que asuman una responsabilidad política y social en el orden mundial, que sean actores concientes y solidarios.
¿No les parece demasiado? ¿Cómo van a seguir haciendo negocios y manteniendo su nivel de vida de ese modo los pobres países del primer mundo desarrollado? ¿No somos desconsiderados y mal agradecidos los pobres e ignorantes subdesarrollados inferiores? ¿No somos subversivos y terroristas al pretender comer y vivir dignamente?
¿No merecemos que se nos reduzca a cenizas poniéndonos en el lugar que nos corresponde? ¿Y qué lugar nos corresponde? Reconocer que no sabemos lo que es bueno para nosotros, y aún cuando lo supiésemos somos incapaces, impotentes para lograrlo.
Por eso se nos abrió bondadosamente la posibilidad de portarnos bien, de vivir resignadamente en el mundo de todos los días, para así ganar un cielo postmortem, donde nos encontraremos con todos nuestros seres queridos y seremos felices satisfaciendo todos nuestros deseos reprimidos. Allí habrá consuelo para todos los dolientes.
Todo lo hasta aquí escrito puede parecer de un humor demasiado simplista y ácido, tal vez como el de mi amigo Juanito Kalvellido, (un recuerdo cariñoso y un abrazo para ti amigo). Pero es necesario para comprender el mundo en el que hemos vivido, en el cual los hechos iban por un lado y las ideologías y discursos justificativos de tal hacer por otro, encontrándose inevitablemente todo intento siempre el cartelito que dice: "Hoy no puedes ser feliz, mañana sí".
Si no logramos visualizar ese macro encuadre, dentro del cual nuestros intentos de vida se han frustrado y resentido histórica y socialmente, tampoco comprenderemos respecto a qué somos subversivos y merecemos castigo. No entenderemos las condiciones que impulsaron hace solo unas décadas a un Fidel, un Ché, un Mao, una revolución de las flores y los cabellos largos, los colores y los sonidos, del hagamos el amor y no la guerra.
Tampoco entenderemos los motivos de un Vietnam, Afganistán, Irak, Palestina, en fin, la violencia desencadenada metódica e intencionalmente en Africa, Asia, Medio Oriente, Latinoamérica, la innecesaria pobreza, miseria y sufrimiento consecuente. No entenderemos el drama inherente a ser humanos.
Se nos dificultará comprender por qué los justos y milenarios anhelos que motivan toda acción, hasta el más elemental de comer lo suficiente para subsistir, se han vuelto subversivos, merecedores de mentiras descaradas por todos los medios mundiales de comunicación. Y de castigos ejemplares, si no nos sometemos servilmente a las presiones y demandas de los dueños del mundo.
Difícil se hará comprender por qué en Venezuela somos subversivos, por qué el Ché ondea en muchas banderas y viste muchos pechos, mientras afirmamos "¡Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos!" Por qué el ejército, los profesionales de la defensa de nuestros intereses como pueblo, trabajan junto con nosotros para su logro.
Y además comparten con nosotros su conocimiento especializado, nos transfieren su tecnología, nos enseñan y preparan para defender de las plagas y tormentas que amenazan las cosechas, lo que es de todos. Difícil será entender por qué lo hasta hoy reprimido por antisocial, de repente se visibiliza irrumpiendo con fuerza incontenible en el continente entero.
Hemos vivido en un mundo de una sola cara, la del tropismo de acumulación creciente de capitales y bienes en cada vez menos manos. Sin importar cuanto nos esforzáramos, cuanta agua echáramos en el canal, nunca nos llegaba. Porque era unidireccional y no estaba en nuestras manos ciertamente elegir los puertos a los que llegaría.
La riqueza puede y ha cambiado de manos muchas veces, los otrora ricos han saboreado también lo que es la pobreza y la indignidad, muchas veces no han podido tolerarlo y hasta se han quitado la vida. Los tropismos son mecánicas acumulaciones milenarias de experiencia y conocimiento, no tienen cara, no tienen corazón, se visten según la ocasión.
A los menos afortunados en la lotería de la vida, en la complacencia de los dioses, (que hoy llamamos leyes del libre mercado o intereses de los que ejercen el poder), solo nos ha quedado soñar mundos mejores. Porque una terca fuerza que impulsa incansablemente a futuro, que algunos llaman intención y otros fé, no deja de alentar en nuestros corazones, no permite que dejemos de desear e intentar mejorar las condiciones de vida.
El día que esa brisa ya no sople en los corazones, será porque estaremos muertos a la humanidad que nos habita, porque nos habremos convertido en robots. Es por ese mismo inmortal impulso que la cara oscura del mundo irrumpe hoy. Los sordos ahora escuchan la sinfonía de voces de los milenariamente mudos, los tuertos y ciegos están ahora obligados a ver las multicolores pieles.
La cara negada del mundo, de la vida, ya no puede ser mantenida fuera de la conciencia por ideologías ni cuentos. Ríos multicolores de bulliciosa gente ocupan todos los espacios privados. ¿Qué puede suceder cuando el movimiento, la expresividad de la vida reprimida abre brechas y desborda todos los muros de contención?
¿Pues qué más? Justamente lo que está inconteniblemente sucediendo. Que lo aparentemente estático multiplica su movilidad geométricamente y nos damos cuenta que la vida, el mundo, no es, nunca ha sido de un modo ni de otro. Sino del que estamos en capacidad y decisión de hacerlo, humanizándolo o mecanizándolo, cosificándolo crecientemente casi hasta los límites de extirpar de nuestras conciencias toda sensibilidad.
Pero como sucede en todo sueño o aventura, justo en el momento en que crees que ya lo has vivido todo y solo te espera un desenlace final, sucede lo inesperado. Se abren nuevamente las puertas de la vida y comienza a suceder lo imposible para nuestros hábitos y creencias anquilosados, agotados.
Luego de todo lo dicho, lo que diré a continuación puede resultar sumamente extraño, sin embargo son leyes admitidas y ejercitadas en muchos ámbitos de humana expresión. En mi opinión la revolución del continente Latinoamericano ya es un hecho irreversible. Ya ha tomado la fuerza suficiente para desviar el tropismo o la inercia histórica.
Cualquier elemento que se acelera internamente más allá de cierto punto rompe la inercia de su órbita. Es de ese modo como un cohete logra trascender la fuerza de gravedad planetaria para entrar al espacio extraplanetario, donde las naves ya no experimentan ni han de vencer esa resistencia. También es así como una célula cualquiera se vuelve cancerígena.
Del mismo modo yo no creo que por muchos avances y retrocesos circunstanciales que sufra la dirección y fuerza imprimida a los cambios, haya ya ninguna posibilidad de revertirlos. Ya el pasado quedó atrás sin retorno posible. Nos demos cuenta o no, lo aceptemos o no, ya no hay adónde volver, ya todo cambió.
Es una experiencia bastante difícil de ejemplificar, sin embargo no nos es para nada extraña. Muchas veces nos hemos habituado a relaciones o formas de vida que algún día dejan de funcionar, de ser viables, sin importan cuanto y qué hagamos para volver. Sin embargo la inercia de todo aquello sigue teniendo enorme fuerza y se nos impone cual fantasmas del pasado desde la memoria, muchas veces con mayor intensidad que lo que está sucediendo en nuestro entorno inmediato y presente.
Es un comportamiento mental paradojal, porque mientras la experiencia fue posible y estuvo al alcance quizás no le dábamos la menor importancia. Pero cuando se terminó o hizo imposible, se convirtió de repente en lo más importante y hasta obsesivo de nuestras vidas opacando, quitándole interés a todo el resto. Bloqueando toda posibilidad de nuevas experiencias.
Creo que nuestro acercamiento a los tiempos de cambio que se avecinan, los más intensos y sin precedente en miles de años, es demasiado teñido por la sobrevalorada racionalidad imperante en nuestra época, demasiado idealizado o ideologizado. Pero si observamos los fenómenos sicológicos que se producen en cualquier siquis y/o personalidad en la que sus hábitos y creencias se desgastan y desmoronan, las cosas son muy diferentes.
Al caerse y faltar todo el tinglado y referencias habituales, muchos contenidos mentales de mayor fijeza e intensidad, que operaban desde el trasfondo opacados por los ruidosos acontecimientos superficiales que atrapaban la atención, comienzan a aflorar y expresarse con mayor libertad.
Entonces dentro de la sensibilidad que irrumpe en nuestro continente, vemos renacer los tiempos heroicos y como su contracara las luchas de clases y xenofobia que acontecen en Bolivia por ejemplo, donde pareciera que atmósferas prehistóricas se actualizan para hacerse concientes, para visibilizarse experimentando el rotundo rechazo de esa nueva mirada y sensibilidad.
Con todo esto quiero decir que al igual que cuando la noche se apresta a morir, la oscuridad es total y el nuevo día solo es un presentimiento en el alma, es muy probable que los tiempos por vivir se vayan convirtiendo en algo muy diferente a lo que estamos habituados, y sirvan de muy poco los esfuerzos de la imaginación por hacerlos de algún modo continuidad de lo conocido. Es casi seguro que la inercia del pasado seguirá obsesionándonos y superponiéndose por un tiempo a todo evento por diferente que sea. Pero de cierto llegará el día en que día esa inercia se desgastará y nos parecerá percibir tal vez por primera vez con nueva frescura el mundo. Como si una puerta por mucho tiempo cerrada se abriera, como si una atmósfera densa y tormentosa se disipara y amaneciera un día calmo, luminoso, sin oscuras nubes ya.
El íntimo e inmortal anhelo de libertad, volverá a autoconcebirse en cada corazón nuevamente, recreará una vez más sus medios de expresión para sustituir todos aquellos que con el tiempo se han vaciado de contenido, se han ido desgastando, perdiendo significado.
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