1) el excesivo culto a la personalidad con relación al Presidente y
a todo lo que el Presidente dice, nadie se atreve a discutirle nada y
menos aún a criticar las cosas que dice el Presidente, cosa que es
absurda, porque aquí hay plena libertad como nunca, para criticar, para
discutir; y
2) el servilismo intelectual. Lo lamento, pero me cuesta llamarlo
de otra manera: el servilismo intelectual o la pereza intelectual de
algunos que repiten como unos loros todo lo que se dice o todo lo que
el Presidente dice y lo justifican sin pensar o que cuando piensan
retuercen cualquier argumento para darle la razón al Presidente. Hay
que esperar que el Presidente rectifique, cuando lo hace, porque a
veces lo hace, se da cuenta, para que entonces vuelvan a ser loros,
pero loros rectificadores. Y eso es triste, eso es lamentable, y es
algo profundamente perjudicial para un proceso revolucionario, para un
proceso que intenta cambiar cosas, para un proceso de participación y
de protagonismo popular.
El punto de partida de esto, lo he comentado montones de veces, me
he cansado de comentarlo en distintas oportunidades, aquí y en otros
lados, en otros actos, en foros, en discusiones y conversaciones, es la
falta de dirección colectiva de este proceso. Nadie cuestiona el
liderazgo del presidente Chávez, este proceso está absolutamente
identificado con el presidente Chávez, el presidente Chávez ha sido el
espíritu, el alma, la fuerza principal de este proceso, eso no lo
cuestiona nadie, no lo cuestiona ni siquiera la oposición, y por
supuesto nadie lo va a a cuestionar. Se trata de que los procesos
revolucionarios, los procesos de cambio, los procesos de
transformaciones e incluso los procesos reformistas más o menos
avanzados, necesitan direcciones colectivas, porque la política es una
construcción colectiva. Y cuando se habla de democracia, de
participación, de protagonismo popular, se hace absolutamente
imprescindible esa discusión, esa participación popular, esa dirección
colectiva, que no excluye un liderazgo, pero que necesita la
participación, la asunción de responsabilidades, el compartir
responsabilidades y el participar de la elaboración de una línea
política que tiene que ser producto de la relación con los sectores
populares, con el pueblo, y que tiene que ser permanentemente
consultada con él. Eso es indispensable. Cualquier proceso que intente
cambiar cosas, que intente movilizar a los sectores populares y que
intente estar al servicio fundamentalmente de los sectores populares
necesita una dirección colectiva, no una dirección que sea
absolutamente unipersonal. Y esa es una de las grandes fallas de este
proceso.
Aquí ni siquiera el partido que se acaba de construir ahora, el
PUSV, es un partido que ejerza dirección colectiva. Es un partido que
fundamentalmente funciona como un instrumento que repite lo que dice el
Presidente, que no discute nada con el Presidente y que se ocupa
fundamentalmente de las cosas administrativas: cómo desarrollar el
proceso electoral, cómo hacemos aquí, si se reúnen con el PPT, qué va a
pasar con el Polo Patriótico [Alianza Patriótica], si hay amenazas por
la prepotencia del PSUV con relación a los otros, si se puede buscar
acuerdos, si está descontento alguien, si el candidato para gobernador
es el que llegó primero o el que llegó segundo. Es decir, puras cosas
absolutamente técnicas, mecánicas, cotidianas, pero no discute
política, el PSUV no discute política ni define política. El PSUV
simplemente se limita a repetir lo que dice el Presidente, y a veces ni
siquiera opina políticamente. Es el Presidente el que opina y el PSUV
se ocupa entonces de las cosas administrativas. Eso no puede ser. Si
alguna justificación podía tener la integración de las fuerzas que han
apoyado a este proceso en un partido como el PSUV, es para construir
una dirección colectiva, que desde una perspectiva de compromiso, del
mismo compromiso que tiene el Presidente, pueda discutir con él y pueda
llegar a acuerdos producto de discusiones con él, y de confrontaciones
que ocurren a veces. De eso por lo menos no hay ningún indicio, ninguna
indicación de que eso esté ocurriendo.
Pero lo que yo quiero señalar, que es lo que me parece más
preocupante, son las dos cosas que dije. Por un lado, se ha ido
generando, y eso es prácticamente inevitable cuando no hay una
dirección colectiva, y cuando hay un liderazgo claro, porque al final
el liderazgo del Presidente parece estar muy por encima de los otros
líderes (se podría decir: hasta qué punto él contribuye a eso o hasta
qué punto él no hace un esfuerzo para reducir esa distancia, pero ese
es otro tema que no voy a tocar ahora); pero lo cierto es que esa
distinción entre el peso y la importancia del Presidente y los
dirigentes que forman parte de su equipo, genera y ha generado un
excesivo culto a la personalidad del Presidente, que se traduce en esa
dimensión negativa: una cosa es el respeto al liderazgo, otra cosa es
la admiración de un liderazgo, otra cosa es entender que ese liderazgo
fuerte, combativo y dinámico es necesario para impulsar un proceso (eso
es perfectamente válido) y otra cosa es convertir al líder en una
especie de dios, en un personaje infalible, que no se equivoca nunca y
al cual no se le puede criticar absolutamente nada y no se le puede
discutir absolutamente nada. Repito: algo que es absurdo. Vivimos
justamente en una sociedad que es democrática como nunca ha sido esta
sociedad venezolana, aquí se discute de todo, aquí se opina de todo y
aquí no le pasa nada a nadie. Si aquí hasta los conspiradores de
derecha, los conspiradores fascistas andan libremente por las calles,
conspiran, hacen lo que les da la gana, aquí todo el mundo hace lo que
le da la gana, desde los motorizados hasta los conspiradores fascistas.
Entonces aquí no hay ningún peligro de que nadie pueda ser víctima de
las críticas que haga. Y es necesario que esas críticas se hagan. No
convertir eso en una profesión, no se trata de la profesión de criticar
lo que hace el Presidente, para eso está la oposición imbécil esa,
diciendo animaladas todos los días, y por eso está así, hundida, en el
piso.
Se trata de la perspectiva de la construcción de un proceso
revolucionario que hoy más que nunca necesita discusiones, porque están
pasando cosas, aquí dentro de este proceso, que hay que discutirlas y
que hay que cuestionarlas, necesita entonces una dirección colectiva
que parta del reconocimiento indiscutible del liderazgo del Presidente,
pero que sea capaz de fijar opiniones y tener criterios, y atreverse a
tener esos criterios y a discutirlos, y atreverse a ser derrotada y
atreverse a triunfar en algunas oportunidades, porque la derrota o el
triunfo no son otra cosa que derrota o triunfo de posiciones que van a
fortalecer el proceso. Esto es un problema que a mí me parece
fundamental.
Y el otro lado es, entonces, esa suerte de pereza intelectual: "el
Presidente es el líder, el Presidente se las sabe todas, el Presidente
no se equivoca nunca, el Presidente es el súperestratega", el
Presidente está en la estratósfera ya, planificando cosas, y los demás,
entonces, por pereza intelectual, no piensan, no son capaces de
analizar, no son capaces de participar, reciben pasivamente todo lo que
el Presidente dice y ejecutan lo que el Presidente dice. No hay
dirección colectiva. Y esa pereza intelectual a veces se convierte en
un cierto servilismo, porque entonces es buscar la manera... unos,
repito, porque no piensan, y simplemente repiten, repiten y repiten,
tanto repiten que "esto es bueno, esto es bueno" porque el Presidente
lo dice, y dos días después cuando el Presidente dice "me equivoqué",
porque el Presidente sí se atreve a decir que se equivocó, entonces
dicen: "esto es malo, esto es malo, esto es malo". Es decir, pasan de
loros positivos a loros negativos. Y eso no puede ser. Pero en algunos
llega verdaderamente a un nivel de retorcer los argumentos, de utilizar
entonces los argumentos de pensar políticamente para hacer cuadrar las
cosas que no cuadran, para tener que darle la razón al Presidente, y a
veces se queda bastante mal cuando el Presidente después se da cuenta
de que él mismo se ha equivocado (y últimamente se ha equivocado
bastante, por cierto), y entonces en algunos de esos casos rectifica.
...
Yo creo que lo único válido y lo único correcto en
política, cuando uno quiere pensar políticamente, es eso: es pensar
políticamente, es analizar las cosas racionalmente, con seriedad, sin
sacralizar el pensamiento y la conducta de nadie, por más líder que
sea, con plena independencia de criterios. Una vez que se tiene una
posición política tomada, por supuesto, no estoy hablando de criterios
en el aire. Estoy partiendo de un análisis válido en política de quien
piensa como revolucionario y quien está comprometido con un proceso que
quiere que sea revolucionario o que quiere que siga siendo
revolucionario, no de un analista de esos que se sientan en una especie
de topos uranos, allá arriba, a analizar las cosas desde la
estratósfera. No. Me refiero al compromiso, al compromiso militante, al
compromiso patria o muerte, como son los compromisos políticos, y si
no, no son compromisos y no sirven para nada. Desde esa perspectiva,
una vez que uno asume esa perspectiva y la convierte en forma de vida,
lo único válido en política, entonces, es analizar las cosas
racionalmente, analizar las cosas con seriedad y profundidad, sin
sacralizar el pensamiento y la conducta de nadie, con independencia de
criterio y con buena y sólida información. Y además, sin temor a
criticar lo que se estima que no está bien, justamente porque lo que se
quiere es que el proceso avance y no que el proceso se estanque. Y
criticar las cosas a tiempo tiene justamente la fuerza que da la
posibilidad de cambiar las cosas, de incidir sobre ellas. Quedarse
callado, admitir chantajes, admitir acusaciones, que hacen justamente
los que quieren que el proceso no siga caminando, es permitir
pasivamente que algunas cosas que están mal sigan empeorando y que
cuando alguien se dé cuenta de que están mal, ya sea probablemente
demasiado tarde para corregirlas, y en ese camino se puede hasta perder
el poder.
Aquí lo hay que hacer, en mi opinión, y lo repito, es ver el curso
reciente que ha ido tomando este proceso: hacia dónde, en qué dirección
está marchando últimamente este proceso, porque, repito, hay muchas
cosas preocupantes. Y uno ve cómo se engranan, una tras otra, algunas
declaraciones con algunas conductas. Repito, no voy a analizar esto a
fondo, simplemente lanzo esto como tema de análisis, de reflexión, de
pensamiento, porque ésta es la única forma de pensar políticamente
desde un compromiso revolucionario. Recomiendo una vez más que lo
hagamos, recomiendo discutir sin temores, si queremos que este proceso
siga avanzando, que este proceso no se estanque, que este proceso de
cambio no se convierta en una cosa diferente. Porque creo que de eso, y
de la conducta que se asuma y de la conducta que se comparta, depende
en buena parte el futuro de este proceso, depende en buena parte que
este proceso que ha sido generador, justificado, de grandes esperanzas
de cambio, de algunos cambios que de verdad han tenido alcance
revolucionario, que este proceso pueda mantenerse en ese camino,
recuperar ese camino, profundizar ese camino, y no asumir un camino de
moderación que muchas veces se convierte en camino de estancamiento.
Creo que ésta es una discusión que debe darse, y que debe darse
abiertamente en el seno de este proceso, analizar lo que pasa, lo que
se dice, conectar cosas, relacionar cosas, y sobre la base de esos
análisis hacer planteamientos que contribuyan a que este proceso que
está pasando por una etapa decisiva, por una etapa clave, por una etapa
de inflexión, pueda seguir avanzando por el camino que se trazó al
comienzo y que tiene que ser profundizado para que no deje de ser lo
que fue y lo que tiene que ser: un proceso de cambio revolucionario".
mechacin@gmail.com