La Corrupción también es Integracionista

Queremos ayudar al Presidente de la república, él ha exhibido inclinaciones revolucionarias, pero pudiera estar sirviendo a intereses contrarios a sus promisiones

Pagar más por la misma mercancía de igual calidad y cantidad significa que para el consumidor final algo anda mal en esas transacciones de compraventa. Es lo que ocurre en presencia de inflación. En la Venezuela paternalista e hiperburocratizada aquella afecta el Presupuesto Nacional y está dejando muy poco a los corruptos en funciones.

La circulación dineraria venezolana es bimonetaria por excelencia. Aunque con participaciones cuantitativamente diferentes, igual circula el dólar que el bolívar.

El primero lo hace para viabilizar las voluminosas y habituales importaciones, y el segundo para la realización parcial de la producción nacional.

Dada una determinada paridad monetaria, siempre habrá nacionalmente tantos dólares como bolívares, y, céteris páribus, el monto de estos se verá aumentado por las necesidades circulatorias de la producción nacional. El circulante también crece aparentemente cuando se imprime y pone en circulación la moneda inorgánica o descubierta, un perverso mecanismo al que suelen echar manos las economías en crisis y aquellas administraciones públicas agobiadas ora por deudas internas de urgente finiquito, ora con fines proselitistas, pero posible y modernamente por intereses corruptos de alcance transnacional en colusión con corruptos de otros países.

Como tenemos un Estado radicalmente capitalista, su Fisco Nacional, el Erario Público y las políticas monetarias y financieras de sus correspondientes instituciones supraestruturales, deben ajustarse plenamente a la “conveniencia unilateral mercantil de los patronos burgueses”.

La condición de subordinado que caracteriza al trabajador asalariado se ve armoniosamente reafirmada con su condición de “súbdito” de los gobernantes de turno, personas estas cuales reyes y reyezuelos se despachan y dan el vuelto, con las raras y moralistas excepciones. Es un hecho que los ciudadanos de a pie no pasan de ser mayoritaria potencialmente convertibles en asalariados y, en su defecto, en policías municipales, estadales y nacionales, más cargados de obligaciones que de derechos.

“Con la representatividad política que constitucional y últimamente se haya disfrazada de “coparticipación y protagonismo", ha venido surgiendo una especie de reemplazo de las funciones técnicas y administrativas propias de la burocracia”. Estas están siendo endilgadas a ese asalariado, al lado de aquella estéril burocracia buena sólo para despilfarrar, saquear y corromper, y que sigue cobrando y mandando como si realizara las funciones de las cuales descaradamente se va desembarazando.

Lo curioso y novedoso del momento es que esa evasión de funciones burocráticas clásicas y convencionales estaría abriendo apetitos de una megacorrupción a varios gobernantes inescrupulosos. Estos, ya no conformes con la práctica de corrupción doméstica, esa que acaba con el Fisco Nacional suyo, que cuando se le agota recurre a empréstitos públicos de dudosa racionalidad, han visto la posibilidad de hacerla extensiva al Erario Público de otros países. Todo vendido en empaques “socialistas”, y en forzosa colusión intergubernamental, y amparada en supuestas estrategias integracionistas como vía para acabar con el régimen burgués.

Es lo que se presume de la chillona alharaca de esos reiterados movimientos integracionistas sureños, centralistas y hasta con otros continentes, habida cuenta que desde hace sus buenas décadas toda la economía del mundo se halla integrada con los acerados lazos del capitalismo globalizado, y frente a lo cual por ahora no hay salida alguna salvo con “un nuevo sistema alternativo no combinado ni salpicado de contaminantes variables calpitalistas”.

Cuando los descubridores del Socialismo científico hablaron de Transición, se referían a la etapa necesaria e inzanjable para erradicar vicios ideológicos arrastrados del sistema saliente, pero su base estructural como condición sine qua non debe ser anulada de cuajo.

Por eso creemos que devaluaciones y revaluaciones encontradas podrían responder a una evolución de la impune corrupción que ya invade fronteras y concentra los erarios públicos de todos los países del mundo capitalista.




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Manuel C. Martínez M.


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