La Venezuela socialista, entiéndase por ello la Venezuela igualitaria, justa, sin explotadores ni explotados, transición hacia el comunismo verdadero, originario y paradisíaco que aún está muy lejos de alcanzarse. Por un lado, el proyecto cuenta con un enemigo clásico, un enemigo de clase conformado por quienes históricamente han medrado en el infierno de la explotación y los privilegios. Ese enemigo aún tiene una extraordinaria fortaleza, es fuerte y decidido a no desaparecer, sabe que su existencia depende de que el camino al socialismo se detenga o desaparezca, se borre o extirpe, poniendo todos sus recursos en juego. Ese enemigo es formidable, increíblemente inmoral y decidido, sin embargo es un enemigo visible. Es un enemigo que se sabe donde está, cuales son sus armas y cuales sus debilidades y fortalezas.
Hay otro enemigo que se antoja más letal y peligroso. Es el enemigo que llevamos dentro. Lo nuevo no es enteramente nuevo sino síntesis de lo viejo y lo revolucionario. Así como el niño recién nacido es alguien distinto, original, único y nuevo pero contiene la información genética heredada de los padres, así el momento revolucionario tiene mucho de lo viejo. Este "viejo" tan presente en lo nuevo es sin duda un enemigo letal en tanto subsista en el proceso. Se trata de quienes han acompañado la andadura pero van perdiendo la tensión moral –o acaso nunca la tuvieron- necesaria para abrazar un nuevo modo de vida realmente socialista.
Son aquellos camaradas o compañeros que de a poco han ido siendo conquistados por el dulce encanto de la burguesía que, por cierto, tiene sus encantos. Han sido, por así decirlo, burgueses en potencia que nunca antes tuvieron la oportunidad de serlo y ahora han encontrado la vía al ansiado aburguesamiento. Son aquellos a quienes tan pronto el ejercicio del gobierno se los ha permitido se han abrazado con furia y entusiasmo al modo de vida aburguesado porque nunca tuvieron que poner a prueba el abismo y la exigencia entre la palabra, la apariencia y la vida, entre la ortodoxia y la ortopraxis.
Estos burgueses de nuevo cuño son infinitamente más letales que el burgués clásico porque con su mal ejemplo se convierten en sembradores de sombras y ladrones de sueños. Enseñan, desde la pura apariencia, el camino hacia los antivalores que deben ser superados por lo nuevo. Lo hacen desde la trinchera revolucionaria y por tanto generan un cruel desencanto entre quienes los observan. Colocan la utopía realizable de una Venezuela comunal y socialista en términos de una fantasía social haciéndola inalcanzable, siembran el agotamiento y esa sensación terrible del fracaso como destino. Hacen dudar acerca de la accesibilidad de la utopía y promueven con ello el retorno vigoroso de los viejos conceptos.
Desde las experiencias comunales más sencillas el pueblo debe responder con firmeza: La utopía, el sueño de una Venezuela socialista es una categoría crítica de anticipación explícita y no un sueño. Es alcanzable si puede construirse desde ese misterio a un tiempo colectividad e individualidad que es el hombre nuevo. Es materializable si al hacerla real en las cosas más humanas y sencillas, en las cosas pequeñas y cotidianas se comienza a construir la comunidad nueva. La espiritualidad socialista en su más puro concepto es la esencia, el alma y corazón de la comuna socialista. El aporte marxista pondrá a salvo el núcleo racional de la utopía. El carácter milenarista que desde sus orígenes tuvo el concepto de utopía (el establecimiento del reino de Dios en el mundo) deviene, mediante la razón, en construcción de comunidad de paz, de amor, de solidaridad y compromiso, mediante la utilización de los mejores valores humanos. De modo que ni estos ladrones de sueños ni aquellos explotadores de todos los tiempos podrán impedir que la humanidad alcance una sociedad de igualdad y justicia a la que está llamada por su humanidad misma.
En otras palabras, desde las comunas se puede y se debe concretar en armonía entre los valores espirituales y los medios la Venezuela socialista. Es cierto que la experiencia histórica pareciera indicar la imposibilidad de alcanzar el espíritu de la utopía sin la mediación del mesianismo, sin embargo, hoy puede afirmarse que la esperanza espiritual es un elemento mediador entre la irrenunciable utopía y el socialismo real y verdadero. El socialismo practicado y vivido desde las cosas más sencillas se hace palpable, abierto, aún no realizado pero realizable. El marxismo entrega el método que ha sido capaz de trascender los estrechos horizontes del pensamiento tradicional y abre la posibilidad cierta de transformar las condiciones existentes. Con Marx, la filosofía traspasa el universo que le era propio desde Platón como herramienta para explicar las cosas y pasa a ser herramienta para transformar el mundo. En la Comuna debe anidar el espíritu comunal dando a luz al hombre nuevo, el método hará que trascienda. Así como el tren clásico requiere de dos rieles para discurrir y avanzar, la comuna socialista requiere del riel del espíritu comunitario, ético, solidario y nuevo, del mismo modo que el riel del método que vaya haciendo encajar las piezas e impedir el agotamiento.
Sin infraestructura económica socialista no habrá socialismo; sin la espiritualidad propia del hombre nuevo tampoco se alcanzará el socialismo sino nuevos y más dolorosos fracasos. El hombre nuevo terminará aplastado por la explotación y los valores capitalistas y las acciones transformadoras en el ámbito de las acciones de gobierno terminarán siendo una miserable morisqueta y una repetición inequívoca de viejos vicios.
¡CONCIENCIA Y COHERENCIA RADICAL!
Nuestras primeras necesidades.
¡VENCEREMOS!
martinguedez@gmail.com