Para contrarrestar la teoría marxista, según la cual el sistema capitalista está afirmado en la explotación de los trabajadores asalariados, sus apologistas consideran el mercado como fuente de las ganancias tanto del productor de las mercancías como las de sus intermediarios o comerciantes propiamente dicho.
Tales aseveraciones pueden resultar convincentes en mercados aislados o dentro de la Microeconomía, pero no así cuando tomamos en cuenta el conjunto de todas las economías, es decir bajo la óptica macroeconómica.
Efectivamente, hasta los más lerdos observadores pueden inferir que las transacciones de compra venta practicadas por un comerciante suelen dejar un margen de ganancia. Basta vender el inventario por encima de su coste de compra. Y esto sería válido también para el empresario que funge de comparador de medios de producción y mano de obra. Ocurre que si con estos análisis se agotara la crítica al capitalismo entonces la Economía, como ciencia, seguiría siendo Economía Mercantil Simple (EMS). Con semejante inferencia esa Economía quedaría en un plano vulgar o asequible hasta para cualquier infeliz bodeguero.
En la EMS los artesanos libres terminaban cambiando sus mercancías por otras con la intermediación del dinero, y los feudales hacían otro tanto, pero esas transacciones meramente comerciales no pueden negar la explotación del campesinado de marras.
Asimismo, las compraventas mercantiles por encima del “valor“, las especulaciones, las encarecidas ventas en tiempos de escasez ni la compra de materias primas por debajo de su “valor”, como tampoco las apropiaciones por la fuerza que haga un país sobre los recursos de otros, podrán invalidar el hecho de que en el sistema capitalista el factor y fuente principal de la ganancia es el plusvalor.
La Economía científica da por sentado que las ganancias no se originan en ningún mercado. Afirma que las mismas se originan y derivan del plusvalor, o sea del diferencial impago que hace el productor cuando reconoce sólo salarios y no el valor completo del trabajo realizado por sus trabajadores.
Sin embargo, a pesar de esa convicción económica, la decadencia y reemplazo del sistema capitalista se ven retardados por los numerosos impedimentos para su generalización mundial. Mientras eso ocurra no habrán madurado las condiciones para el pleno arribo del sistema Socialista.
Por ejemplo, las empresas de alto giro, como las transnacionales o los inversionistas con alta composición orgánica de capital, además de la suya propia, siguen recibiendo plusvalía generada en empresas con menor adelanto técnico, a pesar de que en estas últimas la productividad es menor que en aquellas. Esa apropiación de plusvalía de unas empresas a otras se lleva a cabo mediante las migraciones de capital de empresas con menor tasa de ganancia hacia otras de tasa mayor. Tales migraciones operan dentro de cada país y de un país a otro. Los Precios de Producción sirven de base para la fijación de los precios de salida de los centros productivos a los mercados mayoristas y minoristas. Estos precios de mercado son los que al final concretan la ganancia procedente del plusvalor engendrado en cada centro de producción salarial.
Por otra parte, los países con menor grado de desarrollo capitalista desde hace siglos vienen siendo presa fácil para la extracción cuasirregalada de valores primarios de sus territorios, y de plusvalor de sus trabajadores asalariados. En estos países priva la compraventa de materias primas y energéticas por debajo de su valor. Por ejemplo, los empresarios petroleros, bananeros, metalextractoras, etc., suelen despacharse y darse el vuelto. Ayer lo hicieron como concesionarios, y modernamente lo hacen como socios mixtos. Esto significa que los países imperiales (los del Occidente Europeo) también se mueven en un plano de economía precapitalista. Sus inversionistas se proveen de esos recursos para operar en sus exhaustas empresas europeas y en las empresas transnacionales. De esta manera las ganancias de los capitalistas proceden de dos fuentes combinadas: la explotación salarial, y el Mercado.
De allí que la pureza del sistema mercantil capitalista sea meramente hipotética, y sobre esta base teórica Karl Marx propuso una explicación macroeconómica o de conjunto que permitiera compaginar las ganancias de mercado con la plusvalía. También zanjaba la aparente disparidad entre precios basados en el valor de las mercancías, según el Tomo I de El Capital, y precios basados en Precios de Producción manejados en el Tomo III de la misma obra. Esta última explicación dio origen al famoso “Problema de la Transformación” de los valores de las mercancías en precios de producción. Tal fue la salida marxiana a las marcadas diferencias entre valores y precios a nivel microeconómico, y entre valores y precios en el plano macroeconómico. La diferencia combinada entre ganancias comerciales y g. de producción.
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