Muchos recordarán la triste historia de Dn. Fulano quien tenía buena
posición económica y cayó en desgracia. De esta historieta hay abundantes y
permanentes casos. Lo que debe preocuparnos es que una familia que logre
estabilizarse económicamente, industriosa, honesta y responsable, debe
mantener su posición y si se quiere mejorarla con el paso de los años.
Sin embargo, paradójicamente la propiedad privada (PP) acusa una fuerte
vulnerabilidad en el sistema capitalista, mientras sus ideólogos enfatizan
su respeto y máxima estabilidad frente a otros sistemas, como el socialista.
Cierto que las constituciones y leyes correspondientes garantizan y protegen
la legalidad de la PP pero lo hacen sobre la curiosa base jurídica de su
expedita transmisibilidad mercantil. Viene al caso señalar que la crisis
financiera actual sufrida por los ciudadanos de la clase media
norteamericana y europea se manifiesta precisamente con la ruina de muchos
y la sobrerriqueza de unos pocos.
Las constantes e ingobernables penurias económicas familiares, la
competencia mercantil y tecnológica, el copyright y el tráfico de los
valores bursátiles amparados en el libre cambio burgués, son la mejor prueba
de que nadie, absolutamente nadie, ningún patrono ni ningún ciudadano están
libres de bancarrotas en el corto, mediano o largo pazos.
Durante el milenario Medioevo la propiedad del suelo fue inconmovible. Sus
dueños mantuvieron rivalidades políticas que pudieron desembocar en
sometimientos interfeudales, pero los feudos eran intransmisibles por vías
comerciales, esa figura no la conocemos. Condados, marcas, ducados y reinos
fueron geográficamente sólidos. No se comerció la tierra sino sus frutos.
Los señores feudales fueron monopolistas per se. Los imperios fueron
fusiones feudales.
Modernamente, todas y cada una de las empresas capitalistas se hallan
constantemente amenazadas por un competidor en funciones o por otros en
proceso de formación. La libre empresa alberga ese potencial. Crecer o
perecer es su mandamiento.
Unos empresarios emigran su capital hacia aquellos rubros de mayores
ganancias, y para la conquista de una mayor cuota de mercado no se paran en
hueso. El dumping y las asociaciones carlelianas van dando cuenta de las
empresas débiles a favor de propietarios cada vez más poderosos. Dentro de
estos la competencia expropiatoria sigue vigente con pasmosa simetría.
De manera que si en algún momento se corre el riesgo de perder hasta
nuestras modestas propiedades es en la actualidad burguesa debido a este
sistema. Si, pongamos por caso, usted se hace de una parcela y su vecino
termina codiciándosela, entonces comercialmente buscará comprársela, y si
usted se opone siempre habrá formas legales de forzarlo a venderla.
Posteriormente, cuando quiera adquirir otra propiedad ya será de
características inferiores.
Por lo demás, los centros comerciales y los desarrollos urbanísticos no son
estables. Todos ellos son susceptibles de mutaciones económicas tan pronto
los principales propietarios opten por mudarse. Recordemos la Urbanización
El Paraíso, Caracas, Venezuela. De zona residencial de la "alta sociedad"
gomecista, pasó a ser un laberinto aguardentoso y pestilente creado por
comerciantes con libérrima actuación. Sus habitantes se vieron obligados a
emigrar hacia el Este de esa misma ciudad.
La propiedad sobre cuentas bancarias y acciones de compañías anónimas sólo
las garantiza el buen ritmo y desenvolvimiento de las empresas
correspondientes. Cuando estas tambalean o se hunden, el Estado termina
socorriendo a los principales y menores accionistas, pero deja por fuera
una buena parte de ahorristas.
De manera que el sistema capitalista es un fértil semillero de inestabilidad
económica para familias y empresas, y consecuencialmente en ella la
propiedad privada resulta ocasional y errática. Por el contrario, la posible
propiedad comunal de la sociedad socialista albergará unos ciudadanos que
sólo rivalizarían por la búsqueda de mejoras para todos y no para el éxito
de unos pocos con cargo al sufrimiento y fracasos de las mayorías.
marmac@cantv.net