(Dos cosmovisiones y un sólo objetivo salvador)

Engels, Jesucristo y Marx

Cronológicamente fueron Jesucristo, Marx y Engels, aunque nuestro título de hoy se ciñe a una ordenación respetuosamente alfabética.

Estos interesantes personajes han cubierto buena parte de la mediática universal de los últimos 2 milenios. El del medio lo viene haciendo desde hace unos 20 siglos, aprox, y paralelamente los dos restantes ya lo hacen desde hace más de siglo y medio.

En los tiempos de los Césares, de aquellos imperialistas romanos, el grado de explotación e injusticias sociales no había madurado suficientemente. Es un hecho consumado que ni siquiera al precoz, divinizado y superdotado Jesucristo pudo serle revelado el origen intrínseco de la maldad terrenal. Éste, armado con toda la sabiduría de entonces, todo lo atribuyó a la falta de amor entre los hombres. No tocó para nada el asunto de las clases sociales, ni mencionó al Estado como brazo ejecutor del poder esclavista e imperial de marras. No con la certeza formulada por Marx y Engels 1.800 y pico de años después del asesinato del martirizado y misericordioso Jesús.

Convencido Jesús de que el hombre se había desviado de su misión divina sobre la Tierra atraído este como se hallaba por la adoración al lucro comercial, entonces en obediencia a su mesiánico rol redujo su praxis al derroche de todo su inconmensurable potencial de amor sobre la humanidad sin distingos sociales. Lo hizo como fórmula sugerida para salvar al hombre incrédulo y violador de las leyes mosaicas. Lavó los pies de una pecadora de bajos fondos, perdonó a Judas y a sus crueles asesinos.

Digamos que filosóficamente Jesús improvisó sin éxito la idealista Política del amor, del perdón hasta de nuestros más enconados enemigos. Porque si la “Historia” fuera tiesa y repetitiva, si careciera del dinamismo dialéctico que la caracteriza, dos mil años de amor y perdón habrían sido más que suficientes para calmar la rabia de Dios y desacelerar la avaricia mercantil y la crueldad del mismo explotador.

Pero es que ni siquiera ese Dios terrenal podía conocer bien a sus criaturas en su constante y cambiante devenir. Esa incomprensión fue una prueba fehaciente de la temporalidad o historicidad de las convicciones religiosas en cualquiera de sus especulativas variantes, tanto ortodoxas y monoteístas como las intrascendentes y multiteocráticas.

La inmadurez del grado de explotación de unos hombres sobre otros no permitió inferir las causas últimas de la iniquidad del hombre ni del maltrato al creador de todas las riquezas materiales, al trabajador, ayer esclavo, luego feudal y todavía asalariado. La cosmovisión idealista y platónica seguía privando como aporte filosófico de helénica procedencia.

Pero ya para mediados del siglo XIX las condiciones sociales y clasistas habían alcanzado tal grado de desarrollo que permitieron descubrir las verdaderas, involuntarias, inconscientes y no viscerales causas del maltrato económico que han sufrido todos los trabajadores del mundo, del de los tiempos de Jesús hasta los de ahorita mismo.

Marx y Engels también abogaron por el amor sobre la población humana. Para ello dedicaron más años que su endiosado predecesor, y meticulosamente consiguieron entrever la verdadera causa material de la problemática humana y laboral.

Sin embargo, a pesar de abogar por la paz entre los hombres, por el fin de las guerras fratricidas y por el logro de un óptimo aprovechamiento del potencial natural y humano, por el contrario, sus prédicas y normativas científicas destinadas y dirigidas a la supresión del binomio clasista de la sociedad, esas prédicas decimos han sido contradictoria e interesadamente contrapuestas al mensaje divino emitido 2.000 años atrás.

Esta contradicción y desagradecimiento hacia el aporte materialista de la Historia de Marx y Engels y de sus sucesores más connotados viene a completar la fusión de dos fracasadas cosmovisiones del mundo alrededor de un sólo objetivo, en correspondencia equitativa entre el martirio e inmerecida muerte de Jesucristo y el desprecio vigente que siguen sufriendo los seguidores de los modernos salvadores del mundo.

marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez M.


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