El Encanto de la Alienación Burguesa

Resulta dudoso que los esclavos y enfeudados de otrora hayan tenido alguna
pizca de consideración favorable hacia sus "amos", y muchísimo menos
pretensiones de convertirse en semejantes explotadores como señal de
progreso social.

Recordemos que los primeros se mercadeaban como cualquier mercancía,
particularmente los esclavos que alimentaron con su trabajo la formación de
capital en la América postcolombina. Toda esa petulancia holandesa, inglesa
y lusoespañola que nos sigue vendiendo la literatura contemporánea y su
ilustrada mediática tiene ancestral y económicamente como respaldo una de
las formas más detestables de enriquecimiento personal a costillas de otros
seres humanos.

Algunos estudiosos del oprobioso sistema esclavista de vida afirman que
esos trabajadores arrancados, cazados y enlazados de las costas africanas
eran acarreados, estibados y transportados apretujadamente en barcos, de tal
manera que cupieran los más en el menor espacio posible, "como sardinas
enlatadas", ni más ni menos. Y cuando los mercaderes de estos trabajadores
satisfacían un pedido al mayoreo lo hacían según su pesada. Si faltaba,
digamos unos 20 Kg, el traficante le arrojaba al comparador un niño de peso
aproximado para completar el pedido.

En cuanto a los siervos (eufemismo de cachifas y de sirvientes) tanto
citadinos como a los campesinos eternizados durante la mitad del tiempo de
la presente era cristiana, alegremente llamada Edad Media, llevaron una
miserable y ruinosa vida que tampoco permitió la posibilidad de que un
plebeyo aspirara la condición de nobleza ostentada por sus explotadores.

Pero con el derrumbe del feudalismo, la insaciable burguesía mercantil
instauró el presente régimen de explotación que tiene el encanto o sugestiva
particularidad de que morbosa y masoquistamente desde temprana edad suele
encriptarse en la personalidad del trabajador asalariado. Y lo hace de tal
manera que este crece y se educa pensando, acariciando y alimentando su
propia posibilidad de transformarse en patrono, es decir en explotador de
otros en igual o peor medida que lo hacen los y sus actuales patronos.

Efectivamente, este sistema brinda estudios, modelos y módulos de
explotación de una popularidad suficientemente eficaz como para ilusionar al
trabajador de hasta peor paga salarial. Sorprendentemente, todo ese proceso
de alienación proletaria comienza con la alfabetización y matematización de
los niños y adolescentes en su condición de potenciales explotados a quienes
desde las tempranas etapas de su vida se les mete en el redil de la
escolaridad burguesa. Este redil es vendido por la Literatura Burguesa como
un eficaz medio para la liberación personal, para su independencia y toma de
conciencia. Y mire que es eficaz, sólo que no funciona contra el régimen
vigente burgués, habida cuenta de que sólo fue una metodología ilustrativa
válida para la superación de la condición servil y esclava, y para nada
contra el trabajo asalariado.

El asalariado culto, paradójicamente, mientras mejor se educa y monta en el
aparataje científico tecnológico y tecnocratita más se aliena y mejor
sirve a los intereses capitalistas.

Y es obvio que esta contradicción ideológica prenda con pasmosa y
contradictoria eficacia, habida cuenta de que resultan obreros educados,
universitarios y biposgraduados que terminan ofreciendo y entregando una
excelente, mejor y explosiva productividad, y su salario suele ir al ritmo
y cuantía de esta.

Es así cómo en este sistema mercantil e industrial se fabrica Contadores
Públicos Y Administradores Comerciales e Industriales para el manejo y
custodia del patrimonio ajeno de sus propios empleadores. Es así cómo se
lanzan al mercado abogados a granel que terminan defendiendo a dichos
patronos de las "abusos" y "excesivas" exigencias de "sus" trabajadores. Es
así cómo se preparan "economistas" que orientan y aplican principios y
"leyes" crematísticas respetuosas del "máximo enriquecimiento en el menor
tiempo posible con el mínimo esfuerzo de capital". Estos últimos demuestran
la preciosidad de sus alienados y valiosos servicios cuando se hacen
merecedores de Nobeles Premios.

Digamos que el sistema capitalista y burgués no sólo explota y exprime la
fuerza de trabajo productora de bienes enriquecedores del mismo patrono que
malpaga ese trabajo, sino que termina controlando la mentalidad de esos
explotados a tal extremo que la clase patronal macroeconómica y
políticamente los usa como policías, como militares, como burócratas y como
defensores ideológicos quienes encantadora y alienadamente colocan en su
propio cuello la soga económica con la que viven atados.


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Manuel C. Martínez M.


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