“En la obsesión de llegar, muchas veces olvidamos lo más importante, que es preciso caminar”
El Peregrino. P. Coelho
La revolución es un cambio radical en el modo de vivir y concebir la existencia social y personal. Es una ruptura con los valores del viejo sistema y una apertura hacia nuevos paradigmas. Insurge del agotamiento del modelo de civilización existente. Pasa por la toma del poder por los revolucionarios, sin embargo, históricamente se ha demostrado que esta es una condición necesaria pero no suficiente. Han sido muchas las revoluciones fallidas, especialmente en el siglo XX, todas ellas con un denominador común: a pesar de los cambios jurídico-institucionales y político-económicos adelantados y declarados como socialistas por la “vanguardia revolucionaria”, la inmadurez de la conciencia política de la mayoría del pueblo, en coyunturas adversas, indujo fuertes resistencias al cambio revirtiendo el proceso. Esto podría reeditarse en Venezuela, a menos que se consolide la conciencia revolucionaria, lo cual sólo será posible, a través de la formación de un sujeto revolucionario encarnado en el Poder Popular, que accione con autonomía frente al Estado desde una postura crítico-reflexiva sobre su entorno sociopolítico.
El camino hacia la formación de ese sujeto debe sembrarse de señales que reafirmen la direccionalidad del proceso, mostrando experiencias exitosas en la gestión gubernamental que se reflejen en sus resultados, los valores de la nueva civilización en construcción, para generar confianza en el liderazgo y en el rumbo seguido. Si bien, la creación de la nueva institucionalidad no es un asunto de hoy para mañana, ya es tiempo de que la ineficacia, el burocratismo y la corrupción se hayan minimizado en la administración del Estado, especialmente si consideramos el dominio que la revolución ha tenido en los últimos años, de amplios espacios del poder público local, regional y nacional
Al iniciarse el 2009, en el que pareciera que la lucha política e ideológica se intensificará en un contexto económico adverso, el gran desafío para los revolucionarios es dar testimonio desde el gobierno y en la calle del mensaje del cual nos decimos portadores.
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