Haber obtenido una victoria por 10 puntos sobre la campaña de mentiras y manipulación aplastante que durante la corta campaña por la Enmienda desarrollaron todos los sectores comprometidos con la burguesía y encabezados por los medios de comunicación privados casi en su totalidad, no es poca cosa. Desde luego sería más que tonto o mezquino, regatear méritos a este triunfo del pueblo, del sistema de medios de comunicación del estado, de los partidos revolucionarios, de los frentes populares y del líder comandante Chávez, quien volvió a demostrar su extraordinaria capacidad de convocatoria y dirección.
Todo esto es indudablemente un éxito si de una confrontación política entre partidos que comparten en lo esencial un mismo sistema se tratara. Sólo que este no es el caso. Lo que desde hace diez años se verifica en Venezuela es la confrontación entre dos sistemas (capitalismo-socialismo) que se excluyen y cuyas contradicciones son en lo fundamental insolubles. En esta confrontación, el capitalismo no ha desdeñado el uso de ningún arma para alcanzar su objetivo de extirpar el peligro socialista encarnado en la Revolución Bolivariana. El golpe de estado, el sabotaje, el terrorismo, el magnicidio o el torneo electoral, todo ha sido utilizado por la derecha –y continuará haciéndolo- sin el menor recato, con desparpajo y conciencia clara.
En ese escenario de lucha sistémica, el triunfo 55-45, luce fatalmente peligroso. Significa que en la próxima Asamblea Nacional la reacción probablemente tendría una representación que le permitiría sabotear y detener leyes orgánicas o negociarlas en su beneficio. Significa que la Revolución no ha logrado convencer de los valores superiores del socialismo a una enorme masa de venezolanos y venezolanas quienes en principio no deberían adversar el proceso revolucionario por no pertenecer a la clase burguesa. Significa que quizás no hemos contagiado socialismo porque no lo hemos vivido y no lo traslucimos en un accionar plagado de valores pequeño burgueses Significa que las concesiones a las soluciones reformistas no alcanzan para la revolución la adhesión clara de estos sectores sino su rechazo porque el sistema de valoración sigue siendo capitalista. Significa que la seguridad del camino revolucionario está altamente amenazada y apenas depende de un giro –que la derecha puede provocar por muchos medios- momentáneo y emocional del electorado para que todo se venga al piso.
Hasta el momento sólo el nexo de amor entre Chávez y el pueblo ha logrado mantener el rumbo, pero no se puede sostener sólo con eso pues sería muy peligroso. Los partidos revolucionarios no han logrado comunicar ese grado de conciencia que haga invulnerable el proceso, quizás porque ésta no existe en la mayoría de sus cuadros y evidentemente tampoco en muchos de los niveles de decisión del gobierno.La estrategia de la derecha ha sido –y continuará siendo con mayores bríos- ir mostrando un presidente Chávez que no "le resuelve sus problemas al pueblo", invisibilizando, debido a fallas puntuales, los inmensos logros alcanzados; Transmitiendo por sus medios la sensación de que el presidente Chávez está rodeado por gente que no cumple lo que él ordena, así como de que sus subalternos detienen y en muchos casos boicotean sus mejores intenciones, inoculará seguramente el veneno con el cual irá arrancando a Chávez del corazón del pueblo, como lo hizo con Bolívar en su tiempo.
Lamentablemente, luego de casi cuatro años de disponer de una Asamblea Nacional totalmente roja-rojita, no se han instrumentado leyes que transformen las estructuras capitalistas. Los medios de comunicación agreden con total impunidad y enferman a la gente. Globovisión vomita propaganda de guerra las veinticuatro horas del día. La justicia no funciona con la celeridad y firmeza que debiera. Muchas políticas lucen entorpecidas por una burocracia parapléjica. Cogestión y cooperativismo convertidos en semilleros del hombre viejo. Organizaciones populares ninguneadas por funcionarios y partidos políticos. Un reformismo galopante protagonizado por una especie de nuevo rico oportunista y pantallero… todo un caldo de cultivo como para que la derecha aproveche la oportunidad y pesque en río revuelto, algo que hará porque sabe bien como hacerlo.
La Revolución Bolivariana ha debido librar batallas estelares a lo largo de estos diez años. El proceso dialéctico de la historia se ha ido imponiendo y hasta ahora el pueblo ha logrado una victoria tras otra. Primero fue el desprendimiento de la ultraderecha enquistada en el proceso, tanto militar como política, que sacó los colmillos en noviembre de 2001 cuando las leyes habilitantes mostraron la decisión del presidente. Aquello culminó con el golpe de estado de abril de 2002. La revolución pudo quitarse el lastre de algunos militares rastreros junto a la banda mafiosa de Miquilena. El retorno del presidente llevó a la derecha al ensayo de nuevas estrategias. Se impuso, al mejor estilo de la primera república -aquella desgraciada e indefensa república- la política de la reconciliación, las Mesas de Diálogo y los espacios para el reencuentro. ¡Error! ¡Cómo van a reencontrarse sin heridas el predador y la presa!
La impunidad, fruto de esta "estrategia", puso en el camino del proceso revolucionario la trampa mortal del sabotaje petrolero. Mientras en el campo revolucionario se imponía el diálogo y el perdón la contra armaba su siguiente zarpazo. No hay reconciliación posible entre explotadores y explotados. La historia humana hay que verla como lo que realmente es: un teatro de lucha de clases. Un teatro real, sangriento y monstruoso. La Grecia, la Roma, la España, la Inglaterra o los EE.UU. imperiales no fueron espacios donde imperaba la belleza, el arte o la armonía; era el teatro de la más sangrienta represión social.
En la Venezuela cuartorrepublicana nunca imperó la armonía, la tolerancia o la justicia. Todo era apariencia, invisibilización de la víctima. Bajo esa apariencia de armonía las inmensas mayorías de excluidos sufrían el crimen de ser propiedad privada de sus amos. La mujer, convertida en un objeto inservible, fue reducida a una inferioridad física y mental, sólo útil para parir hijos, planchar ropa y atender al marido; Campesinos y obreros con manos encallecidas de tanto apretar los sueños; Miles y miles de niños condenados a la exclusión educativa. ¡Por Dios! Imaginar espacios de encuentro entre la criatura y la bestia es más que una torpeza, es traición a la condición humana.
La reacción no descansará hasta ser aplastada o aplastar la Revolución. Irá, eso sí, cambiando de disfraz. No importa si hoy aparece como caperucita o mañana lo hace con piel de oveja, debajo siempre estará el lobo. Salvo en un mundo sobrenatural descrito en la Biblia, donde se echan en armonía el león y la oveja, en el mundo real el león es carnívoro y se come a la oveja. ¡Todo lo demás es cuento y río de hojas! La revolución bolivariana no tiene más que un camino: profundizar el modo socialista de organización política, económica y social. No hay otro. Socialismo y capitalismo son excluyentes. Agua y aceite. Mera ilusión de mezcla cuya imposibilidad el tiempo pronto descubre dolorosamente. ¿Aún habrá quien dude de lo que harán con el pueblo si toman el gobierno de nuevo?
Lo que hoy está sufriendo el proceso revolucionario es la consecuencia de seguir teniendo en sus entrañas el veneno capitalista disfrazado de chavismo. El individuo con mentalidad capitalista es primero individuo que persona. Es egoísta, piensa en sí mismo, en sus intereses, se mimetiza, canta, baila y se viste de revolucionario, pero todo cuanto hace tiene por fin su propio progreso. Posee la cualidad del camaleón, maneja las gradaciones y hasta tolera ciertas conquistas no esenciales del pueblo, pero al final trabaja por la conservación de sus privilegios. Trabaja para el enemigo de clase porque él mismo ya lo es. Con sus acciones siembran incertidumbre, duda, desazón, desesperanza. El pueblo –en quien reside el único poder real de la revolución-, termina siendo presa de la manipulación.
Dos tareas inmediatas lucen imprescindibles, (1) el trabajo concientizador en el seno del pueblo a fin de que reconozca con claridad al lobo bajo sus variados disfraces, (2) el ataque a fondo contra la quinta columna dentro del proceso en sus formas de corrupción y burocratismo. Junto a ello, sin ambages, un salto adelante, atrevido, descarado, sin temor ni dudas, en la aplicación de políticas socialistas. Entre otras cosas eso los hará descubrirse. Saltarán como la liebre. Medran en la ambigüedad y le tienen terror al socialismo. ¿No les gusta la sopa? ¡DÉMOSLES TRES PLATOS!.
¡CONCIENCIA Y COHERENCIA RADICAL!
Nuestras primeras necesidades.
¡VENCEREMOS!
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