Cuando Marx se aleja de Hegel, de quien fue excelente discípulo, seguidor y
admirador, lo hace por haber logrado ver la otra cara de la Dialéctica
Hegeliana (DH). De esa manera el mundo pudo verse cabeza para arriba, y no
lo contrario, según la propia metáfora que Marx y Engels introdujeron. Fue
así cómo apareció la primera cosmovisión científica materialista, y comenzó
el derrumbe de la Filosofía Idealista que todavía agoniza en este mundo.
Quien haya leído la "Ideología Alemana" estará familiarizado con este
escabroso tema.
A la luz de su gran descubrimiento, el perfeccionamiento que le aplicó
Marx a la DH hoy se nos presenta con una sencillez de perogrullo. Para aquel
entonces fue la innovación más trascendente que la Filosofía de todos los
tiempos pudo recibir. Se trata de la metamorfosis del conocimiento mismo y
del de todos los fenómenos conocidos por el hombre y de los que siempre
estarán en la infinita cola para ser descubiertos.
Holísticamente hablando, la Dialéctica es una de la leyes de la Naturaleza
de mayor absolutez posible. La introducción de la Relatividad einsteiniana"
pudo magnificarse mediáticamente porque sencillamente dejaba colar muy
subrepticiamente, al mismo tiempo, un programado derrumbe de esta precipua e
inconmovible ley natural.
Si hablamos coloquialmente, estamos refiriéndonos a la infinita sucesión de
los cambios cuantitativos en c. cualitativos, y viceversa. La mejor y mayor
divulgación de esta ley corrió a cargo de Vladimir Ilyich Lenin, y fue bien
acogida y más popularizada aun por Mao Zedong
Los dígitos de la serie natural de números enteros, por ejemplo, es un
palmario ejemplo de esta Ley: Así, aumentada sucesivamente la cuantía que
cada número representan, su paso monodigital de 1 a 9 recoge los primeros
cambios cuantitativos a secas. Al llegar al 9, la serie cambia de rostro:
entonces se inicia la subserie de dos dígitos con lo cual y de paso se
inaugura el algoritmo "cero" de obvia y conocida importancia matemática. Con
el número 10 aparece pues el primer cambio cualitativo de la serie. Este
primer cambio cualitativo experimenta luego un nuevo cambio cuantitativo
que se agota al llegar a 19, momento para el cual aparece el segundo cambio
cualitativo con el número 20, y así sucesiva e infinitamente posible e
inacotable. Los números racionales no escapan a esta ley.
Sin embargo, bien miradas las cosas, esta ley dialéctica (LD) pareciera
sufrir una fisura cuando la aplicamos al fenómeno de la Acumulación
Capitalista. Recordemos que Marx le fijó como límite del crecimiento del
capital (para la relación patrono-asalariado) el desgaste en la tasa de
ganancia media (tgm). Esta limitación o finitud de la relación capitalista
sería un efecto a largo plazo causado por la tendenciosa baja en tmg. Esta
baja sobrevendría por las limitaciones propias del rendimiento técnico de
los medios de producción, bajo condiciones de explotación salarial, cuyo
empleo va acarreando grandes y costosos volúmenes de inventarios
paradójicamente invendibles en mercados que no pueden crecer al ritmo
del crecimiento de aquellos medios de producción. Estos encarecen sin cesar
por causa de sofisticados progresos tecnocientíficos aplicados para la
consecución de mayores volúmenes de mercancías en el menor tiempo posible y
con menores costes unitarios medios..
Digamos que teórica o hipotéticamente la acumulación cuantitativa del
capital físico y la relación capitalista deberían sufrir cambios
cualitativos, según la LD, cambios que vienen siendo frenados
subjetivamente por los grandes y modernos burgueses de las trasnacionales.
Las guerras programadas en los laboratorios industriales y financieros, las
plagas virales y afines germinadas en las empresas de la farmacopea
burguesa, etc., dan cuenta de la creación inducida de mercados que buscan
una salida al estancamiento de los mercados convencionales. Por su parte, la
relación capitalista sólo se robustece con cada conato crítico de derrumbe
social.
De esa manera, el Capitalismo estaría escapándose del cumplimiento de la
Dialéctica, la estaría violando, y efectivamente así lo viene haciendo
exitosamente desde hace muchas décadas, pero de todas maneras dicha ley
conservará su inviolabilidad, en consecuencia debemos hallar una explicación
al fenómeno en cuestión.
Desde acá, pensamos que la propiedad privada sigue siendo el núcleo
dominante en toda relación laboral de explotación independientemente de que
esta suponga riquezas en pocas o muchas manos. Observemos que en el
sistema capitalista la riqueza acumulada por los empresarios sólo ha
experimentado hasta ahora necesarios y objetivos cambios cuantitativos que
aparentemente tenderían al infinito si no cayéramos en la cuenta de que no
menos necesariamente esa acumulación debería recibir un cambio cualitativo
más tarde o más temprano. La pregunta que nos hacemos es: ¿Cuándo y cómo
ocurrirá su primer cambio cualitativo?
Como respuesta, empezamos a preguntarnos si realmente todo podría reducirse
a la puesta en práctica de una REDISTRIBUCIÓN del ingente cúmulo mundial de
la riqueza generada por dentro del escenario de dicha propiedad privada.
Esta redistribución estaría muy lejos de suponer la eliminación, ni mucho
menos, reducir cualquier conato de "revolución" social a las consabidas e
infructuosas nacionalizaciones o confiscaciones de los principales medios
de producción realizadas por unos gobernantes que siguen sin dar
demostraciones de saber qué hacer ni cómo aplicar eficazmente semejante e
inmenso potencial económico tan sorprendentemente acumulado bajo el régimen
capitalista. Dejamos al margen las toneladas de sangre derramada
provenientes de las venas de los ingentes contingentes de asalariados que
permitieron y crearon semejante riqueza.
La sociedad burguesa y sus alta y mediana burguesías tienen ese pasivo
con los trabajadores del mundo, en los libros de la Contabilidad Social.
Pensamos que la cuestión obreril podría reducirse al paso de la factura
correspondiente, pero, ojo, esto no significa que la cobranza de esta
acreencia suponga la eliminación misma de la propiedad privada. Tal
resultado, negado de partida, sólo supondría destrucción de todo el progreso
alcanzado hasta ahora gracias al indetenible desarrollo de las Fuerzas
Productivas (FP) que, como inferimos, sólo han experimentado cambios
cuantitativos.
El Primer cambio cualitativo de las FP sería ponerle límite cuantitativo a
la acumulación capitalista sin esperar que la tgm se encargue inercialmente
del asunto. El Estado burgués podría comenzar con la fijación de un tope
cuantitativo para la riqueza en manos particulares, más allá del cual
cualquier excedente debería pasar limpiamente a los trabajadores
involucrados últimamente en el desbordamiento de dicho tope.
Los perceptores de esta riqueza excedentaria podrían perfectamente seguir
alimentando la relación social capitalista, y cada uno de los nuevos
patronos quedaría sometidos a la misma limitación. Estaríamos en presencia,
pues, de una novísima distribución de la riqueza. Esta empezaría a respetar
la ley dialéctica de los cambios cuantitativos crecientes para que estos
sufran c. cualitativos que posteriormente se traducirían en nuevos cambios
cuantitativos expresados de esa manera en un creciente número de
explotadores, de patronos y de burgueses. Digamos que la propiedad privada,
lejos de desaparecer quedaría robustecida por causa de un cambio
cualitativo en su tenencia, en su distribución social.
Convirtamos, pues, a un mayor número de asalariados en un mayor número de
explotadores, y sujetemos todos estos a la condición sine qua non de no
seguir acumulando riqueza sin tope alguno. Permitamos que periódicamente
los propios trabajadores experimentes cambios sociales de trabajador a
explotador, sin el actual albur que engañosamente permite que sólo muy pocos
trabajadores y desde las condiciones actuales puedan salir de la
pobreza, mientras los patronos del mundo sigan acumulando indefinidamente
sus desbordadas riquezas de explotación.