Cuando se asume la pedagogía como parte de la praxis social comprometida con la transformación de la sociedad, requiere entender que la educación encierra un carácter eminentemente político, que surge de la estrecha vinculación de la pedagogía con la realidad social.
Partiendo de esa premisa,el papel del Docente de hoy, para ponerse a tono con los cambios por los cuales transita el país, es formar al nuevo republicano dentro de la diversidad cultural y étnica; Para ello el docente no puede hacer concesiones a la sumisión y al racionalismo tecnocratico, por el contrario, se hace imprescindible abandonar críticamente la “cultura afirmativa”, que hace del Maestro un ser contemplativo de la realidad y en ningún momento puede plantearse la posibilidad de transformarla.
En consecuencia, se requiere un Maestro que rompiendo con el conformismo paralizante sea capaz de hacer de su actividad en el aula o fuera de ella, un espacio donde se profundice la confrontación para la búsqueda de una escuela más democrática con verdadero sentido de la participación, donde se impulse la creatividad, la innovación.
El Educador de hoy, desde una teoría de la liberación, tiene que ayudar al desarrollo del alumno en su aspecto social, intelectual y afectivo, haciendo de ÉL, un elemento socialmente comprometido consigo mismo y con el colectivo al cual pertenece.
En ese sentido, la praxis educativa, debe tener siempre como referencia dos representantes de la pedagogía de la revolución, uno el educador político como lo es Paulo Freire, y el otro el político educador: Ernesto CHE Guevara.
Estos significativos personajes se dirigieron al combate para subvertir el orden injusto de una sociedad fundamentada en el mercantilismo despiadado, rodeado de las miserias del hambre y la enfermedad, del analfabetismo y de la prostitución, encadenando al hombre durante cientos de años a todo genero de opresión y explotación; estos grandes Maestros de la acción y el pensamiento, nunca se conocieron pero coincidieron en hacerse cargo de semejante situación, luchando hasta su muerte cada cual en su camino y trinchera, por sus convicciones, entregados con lucidez y compromiso, a los cometidos políticos de la liberación, fundamentado en la capacidad de amar, de allí que se hace necesario que los educadores deben empeñar los mejores esfuerzos políticos, pedagógicos y epistemológicos con objeto de mostrarnos abiertos hacia cualquier hombre y mujer, que compartiendo esa apertura, luche para que se convierta en realidad la construcción de lo posible: el socialismo del siglo XXI.
Existe y siempre ha existido, una relación dialéctica entre educación, política y poder, de manera que si deseamos la transformación de las sociedades injustas, una de las vías a seguir para lograrlo es ir tras las huellas de Paulo y del Che.
Es necesario que sin demora, nos transformemos en los aliados de la pedagogía crítica, de la pedagogía revolucionaria para combatir las miles facetas del mal, y la posibilidad de crear inteligentemente un mundo más justo, más hermoso y verdaderamente fraternal ofreciendo resistencia a todo género de injusticias, degradaciones y violencias que gobiernan al planeta tierra.
El pensamiento de Paulo Freire, se afina en cada palabra y en cada acción al asumir que “el proyecto pedagógico se crea como objeto de ubicar a las vidas dentro del aula, y de emplear el conocimiento y la transformación como armas para cambiar el mundo. Desde la perspectiva del lugar social que ocupan los condenados de la tierra, llega a ser claro que el solo conocimiento, como lo propone la escuela, no transforma la vida. Sólo la conversión del conocimiento en acción puede operar ese cambio. Esto define concretamente el significado de la práctica: el movimiento dialéctico que tiene lugar entre la conversión de la acción transformadora en conocimiento, y la conversión de esto ultimo en acción transformadora”.
Por su parte, la pedagogía de Ernesto Guevara, era tan pertinaz como su marxismo, y todo lo que quiera, pero menos sumisa, ante todo fue un maestro revolucionario y el maestro de la revolución, un ejemplar pedagogo internacionalista de la práctica revolucionaria.
El pensamiento de estos grandes hombres y de otros pensadores progresistas se inscriben en la llamada pedagogía critica, la cual requiere ser menos informativa y más práctica, cuestionadora de estudios de programas preempaquetados, que privilegie una pedagogía corpórea basada en las experiencia vividas por los alumnos, donde se conecte orgánicamente con una visión y una práctica de política revolucionaria, una pedagogía que se fundamente en una teoría de carne y hueso, en la que se practique una ética multicultural revolucionaria, que se viva en las calles, en lugar de se le reduzca simplemente a la costumbre de recitar fórmulas simplistas de la enciclopedia “cultural” de la academia burguesa.
Es imperativo que los Maestros, sustituyan lo meramente textual que domina a la mayoría de aulas de clase y se comprometan con la pedagogía crítica para la educación multicultural donde se estimule la sensibilidad afectiva del estudiante, así como dotarlos de un lenguaje de análisis social, de crítica cultural y de activismo social a fin de contrarrestar el poder de la sociedad depredadora del capitalismo.