El llamado a la unión del proletariado mundial, más allá del regional y local, fueron las palabras epilogares del Manifiesto Comunista. Hoy a más de 160 años ese llamado sigue vigente, y debemos buscarle una explicación a semejante sordera.
¿Por qué la clase del patronaje burgués se halla siempre lista para unirse en casos de rebeldía laboral y así sofocar oportuna y eficazmente las pocas explosiones sociales que el proletariado realiza para lograr apenas perturbar temporalmente la paz de sus patronos?, ¿por qué los empresarios burgueses no necesitan convocatorias ad hoc ni lideres que los agrupe en partido político alguno? , ¿por qué la masa laboral asalariada siempre está dependiendo de líderes, sindicalistas y gobernantes demagogos, con quienes apenas logra mejoras salariales que sólo se traducen en un reforzamiento y legitimación de su condición de asalariada?
Bueno, esas respuestas saltan a la vista cuando observamos la conducta mercantil de los patronos. Ellos, como comerciantes, productores y banqueros forzosa y espontáneamente se hallan sólidamente unidos por lazos monetarios contractuales y demás obligaciones patrimoniales, a tal punto de haber armado una acerada red de transacciones, avales recíprocos y compartidos, compromisos empresariales bilaterales y multilaterales (jurídicamente inviolables), compañías anónimas, etc., que los mantiene agrupados económicamente y que convierten al empresariado burgués en un ejército listo, en formación y con una disciplina del capital en funciones que difícilmente puede romperse mientras existan asalariados a sus servicios.
Por el contrario, en el frente del proletariado sólo se observa desuniones familiares, enemistades vecinales, pocos o ningún compromiso interpatrimonial ya que en su mayoría son deudores de algún patrono, del Estado y de amigos y compañeros de trabajo quienes por su parte están siempre dispuestos a reforzar su desunión más que a cerrar filas con los trabajadores que les adeudan.
Por ejemplo, un empresario productor acude a un banquero en solicitud de un préstamos. Este banquero se une a su cliente y queda ligado patrimonialmente cuando el productor se convierte en su deudor con avales y cauciones de su capital mueble o inmueble, con el aval de otros clientes del banco. Cuando un productor da crédito a los detallistas hace otro tanto y se va así armando la red entre comerciantes, productores y banqueros, una red que está prevista en la propia funcionalidad y naturaleza del sistema mercantil. Porque el hundimiento de uno de ellos supondría o afectaría la estabilidad del otro o de otros. La interprotección resulta obvia.
Para nada así ocurre ni podrá ocurrir en el seno de los atomizados obreros del banquero, del productor y del comerciante. Estos obreros se halla desunidos por naturaleza propia. Las uniones que ocasionalmente realizan para enfrentarse al patronaje son frágiles y listas para quebrantarse tan pronto el Estado arremeta contra ellos, tan pronto el patrono afectado decida liquidarlos con apoyo del Estado, y tan pronto como otros obreros desempleados o esquiroles decidan convertirse en enemigos o contrarios de sus propios compañeros del proletariado. El malestar y ruina de un obrero sólo va con cargo a su familia o así mismo. La desunión resulta no menos obvia.
Digamos que estamos dentro de un sistema social que enfrenta la clase de capitalista, como una asociación de burgueses económicamente unidos cual organismo biológico de sana conducta, a una difuminada y empobrecida masa de obreros desunidos cuyas espontáneas uniones son familiares, consanguíneas y filiales sin que paradójicamente puedan llegar a ser ni constituir una organización con vida propia.