Confieso que en ciertas ocasiones resulta que uno mismo de modo incomprensible e injustificado no logra alcanzar la talla que se pretende o ufana, solo por no permitirse el crecimiento de asumir como corresponde las críticas, sobre todo cuando estas provienen del mejor ánimo y propósito.
Buena parte de nuestros actuales errores, y nuestras calamitosas vergüenzas del pasado, han cogido terreno fértil a razón de que se ha convertido aquella peligrosa verdad, que de plano y tajantemente hay que desconocer y desafiar toda la crítica que pueda beneficiar a nuestros enemigos, en el mejor aliado de la incapacidad y la corrupción.
Que tenemos enemigos que se encuentran ávidos y trasnochados por explotar todo lo que pueda perjudicarnos es tan cierto como sabido es también que al amparo de esta relativa verdad algunos desde un buen tiempo se encuentran haciendo de las suyas. Buena parte de nuestra loable misión ha sido precisamente otorgarles a nuestros primeros demandantes, el pueblo, el poder y el crédito de fiscalizar bajo la Contraloría Social, nuestro actuar. Pero enconcharnos ante la primera prueba de nuestra talla de revolucionarios, desdice y cuestiona significativamente lo diferente que somos de aquellos que supuestamente dejamos en el pasado.
Por lo que suponemos, tratamos de construir nada menos que algo que se encuentra supuestamente más allá del límite de nuestra naturaleza humana. Nada menos que revolucionar radicalmente la concepción que hasta ahora se ha mantenido del hombre mismo, otorgar pruebas contundentes que no es malo por naturaleza y que puede permitírsele el merecimiento de crear una nueva sociedad, más justa y equitativa, donde él pueda, como sujeto activo, colectivo y hacedor de historia, conjugar sus mejores esfuerzos por superarse.
Nada menos que por eso el camino resulta asombrosamente titánico y demandante. Cualquier parpadeo o desliz nos podría llevar a mostrar el cierre de nuestro perfil revolucionario. Mucho se dice que nuestra primera lucha es contra nosotros mismos, y no muchos han dado el primer paso hacia este ineludible compromiso.
De donde provenga la crítica de asumirse con humildad e inteligencia en el comportamiento, más cuando esta demuestra legitimidad al ser respondida y atacada intolerantemente. Qué será de nuestro papel en la historia si concedemos exclusivo crédito a quienes ante los errores, por admiración, nos felicitan.
Me cuesta trabajo entender como nuestros difamadores de profesión no van a sacarle punta a lo sucedido con el evento de los intelectuales. Como un encuentro realizado precisamente para apoyar y fortalecer reflexivamente nuestro proceso revolucionario, y que oportunamente serviría para contrarrestar la charlatanería mediática de Vargas Llosa, pase intempestivamente de ser frenéticamente aplaudido a ser abiertamente vilipendiado, dando por demás la razón a los intelectuales cuando afirman que en algunas esferas del gobierno la crítica y el disentimiento son desmedidamente combatidos.
Solo resta decir como el amigo de la lupa “misterios de la ciencia…”