A los asalariados, su salario; al Estado, sus impuestos; al terrateniente su
renta, y a los empresarios, su ganancia como fabricante, como comerciante
o como prestamista. Tal es el esquema distributivo de la Renta Nacional en
las economías capitalistas.
Vamos al detalle: Los salarios es la paga que reciben los trabajadores por
su trabajo en los centros fabriles y mercantiles, comercio y banca. Los
impuestos son cargados al pueblo por concepto de Servicios públicos
recibidos y por recibir. Los alquileres del casero responderían al uso de
inmuebles que no son propiedad de su ocupante o usuario.
En cambio la ganancia recibida por los intermediarios del mercado, por los
empresarios fabriles ni por los prestamistas, tienen asidero alguno, salvo
el comprobante jurídico de que su receptor es el dueño del dinero que
financia la maquinaria y los materiales empleados en la fabricación de una
mercancía traficada, o dueño de estos bienes para nuevas fabricaciones o
para su simple comercialización.
Los apologistas del sistema capitalista sostienen que la ganancia se
explicaría por el riesgo corrido por el prestamista, o por el comerciante y
los productores fabriles, en un plano de igualdad con la ganancia del
jugador. Sostienen que la g. sería el estímulo a ese banquero, a ese
comerciante o a ese empresario "productor". Pero bien miradas las cosas,
ningún estímulo ni ningún riego puede correr ni necesitar a nadie para
conseguir lo que no le pertenezca, salvo en una mesa de juego, en un atraco
o en apropiaciones de alguna formas indebidas.
Ningún documento de propiedad, por bien registrado que legalmente esté,
puede justificar que un patrono termine con más dinero que el empleado en
determinada actividad económica, si no ha estado trabajando directamente al
frente de sus operaciones. En este caso, y sólo en este, ese empresario
justificaría su paga por un monto correspondiente técnicamente a las horas
trabajadas y al mérito de su participación productiva en un plano de
igualdad con el resto de los trabajadores que se hallen a su cargo.
Entonces hay que elucidar muy bien cómo es que estos empresarios se las
arreglan para soportar y conservar sus ganancias.
Bueno, digamos que se las han arreglado para instaurar un Estado obediente,
armado con policías de toda índole, policía municipal, p. estadal y
ejércitos nacionales. Han logrado instaurar un método psicológico de
conducta social diseñado y escrito constitucionalmente, amparada en un
paquete de literatura burguesa, de tal modo que todos los ciudadanos
terminen creyendo que son iguales, que todas las oportunidades para hacer
dinero están a la orden de todos ellos, que todo sería cuestión de voluntad
y de facultades laborales.
Sus apologistas niegan aberrantemente que en estas sociedades se formaran
clases sociales, una de las cuales posee las insoportables ganancias que
arranca al trabajador, misma que es traspasada en registros oficiales y
las protege dicha policía. Para evitar el arrebatamiento dentro de la
misma clase poderosa ésta creó y dispone de todo ese aparataje jurídico y
tribunalicia. Para evitar la protesta laboral cuenta con el aparataje
policial y militar.
Y más allá de esas ganancias y de su insoportabilidad está el hecho de que
una vez legalizadas se convierten en poderosas armas para contrarrestar todo
tipo de críticas, de observaciones contra el cuadro de riqueza en pocas
manos y pobreza en las mayorías.. Por ejemplo, el científico más
vilipendiado y subestimado durante las dos últimas centurias ha sido Karl
Marx, y este sólo hizo la consideración de que si el valor de una mercancía
proviene del trabajo humano, los ricos de siempre deben ser simples
rentistas o explotadores. El resto de su obra se limitó a buscar a conciliar
la Contabilidad Macroeconómica a fin de cuadrar las cuentas globales del
valor de la producción con el volumen de compraventas realizadas en un
período determinado, lo cual revelaría que las ganancias son sólo parte del
valor creado y perteneciente al trabajador.