En el texto que sigue presento una argumentación que lleva a concluir, por el uso y desarrollo posterior del concepto, en una toma de posición. Mi argumento central es la necesidad de la afirmación de una base teórico-epistemológica autóctona como precondición para el desarrollo, tanto de la producción técnico-científica propia como de las distintas formas de activismo político-social.
Reconozco por una parte que la institucionalización de las ciencias sociales y un nuevo paradigma –dentro de este sistema y régimen político de “democracia de mercado” y cuando mucho de democracia plebiscitaria- necesita de una relación de acomodación y estabilidad institucional para el Estado, siendo válido para nuestros países latino-americanos. Pero, cuando el grado de crítica, de señalamiento de problemáticas y la posibilidad de ejecución de soluciones apuntadas por las ciencias sociales se contrapone con los poderes de hecho constituidos -el orden post-colonial y la conciliación de las clases dominantes locales- es justo cuando la estabilidad institucional (que para ser estable necesita ser continua) se pone en riesgo.
Observamos también que la temática de la dependencia, e incluso de la dependencia estructural, es central y permanece válida desde la etapa del Estado desarrollista. En ese punto, nadie tendría más autoridad para relacionar la dependencia con la episteme necesaria para superarla (o siquiera comprenderla) que el economista autodidacta brasileño Celso Furtado (1920-2004). Justo por eso, y para no escapar de la redundancia, apunto dos de sus principales pre-supuestos teóricos.
El primer argumento que resalto es “clásico”, respecto a la propia formulación de la categoría dependencia y sus formas de análisis económico. En “Desarrollo y Subdesarrollo, Elementos de una Teoría del Subdesarrollo” (Capítulo 4 de la obra clásica editada en el año 1961), el economista trata y discurre acerca de las condiciones necesarias para la comprensión del fenómeno histórico latinoamericano. Furtado dice textualmente que “teoría del desarrollo que se limite a reconstituir un modelo abstracto, derivado de una experiencia histórica limitada”, y después sigue, “las articulaciones de una determinada estructura, no pueden pretender un elevado grado de generalidad” (p.241). O sea, es necesario un proceso de pensamiento derivado de un determinado momento histórico, propio de la sociedad (o de la región geopolítica) sobre la cual se quiere incidir.
Para Furtado, el subdesarrollo, como fenómeno derivado de la condición colonial y post-colonial, tiene que ser visto como un fenómeno específico, y necesita de un esfuerzo de teorización autónomo. Las simples analogías por parte de los economistas, de recetas determinadas por las experiencias de las economías desarrolladas, resultan en soluciones inaplicables para la superación de la condición de subdesarrollo. Estas bases de trabajo se dan tanto en la formulación teórica como en la ejecución de programas prácticos derivados de estas mismas formulaciones.
Cabe aquí una nota curiosa. Para los brasileños, esta carga de críticas no es novedad. Aunque el ex presidente neoliberal Fernando Henrique Cardoso se enorgullece de haber participado en el esfuerzo teórico del equipo coordinado por el economista argentino radicado en Chile Raúl Prebisch, en la creación de la Teoría de la Dependencia, la herencia de combatividad en el campo de las ideas sociológicas y económicas deriva de otra tradición. Cardoso fue un vendepatria desde el primer momento, queriendo una inserción nacional subordinada a los centros del mundo. Esa era la meta de la “no dependencia” y después de su centro de estudios en los ’70, el Cebrap. Lo que dice Furtado viene junto de la carga de críticas hechas en el campo de las ciencias sociales por el también pionero de las ciencias sociales brasileñas, Guerrero Ramos, ya en la década de ’50. Una refuerza a la otra porque ambos trabajadores intelectuales se veían con una tarea a cumplir a partir de la interpretación de sus realidades mismas. En esta tradición hoy por hoy tenemos a Theotonio dos Santos con más entrada en Hispanoamérica.
Dentro de un universo de ciencias sociales y humanas abiertas, incluyendo allí a la economía, podemos observar que esta crítica continúa y permanece viva más de cuarenta años después. Furtado en entrevista a la revista mensual de izquierda brasileña Caros Amigos (febrero de 2003, pp. 30-35), reafirma la cuestión de las premisas y del problema teórico de científicos sociales y economistas alimentados de referenciales teóricos inaplicables a nuestra realidad. Estas falsas soluciones aplicadas al nivel de la macroeconomía tendrían sus orígenes, según Furtado, en la incapacidad de los economistas para comprender un sistema económico brasileño (y lo mismo vale para los Chicago Boys y otras llagas de la misma calaña) con algún grado de autonomía.
Por eso es que el “posibilismo” de las recetas económicas salientes de las ideas generadas en el Centro del capitalismo nunca abre una perspectiva de cambio. Por otra parte, la propia reflexión queda distante de la ejecución, se refleja sin luces y no se traduce en acción. No hay repercusión contundente a partir del esfuerzo reflexivo. Más una vez, observamos que Furtado defiende la identificación del objeto de la economía, que según él no es el nivel económico, pero sí el social, llevando a otro nivel la condición de formulación teórica y la posibilidad de incidencia sobre la realidad nacional.
En este brevísimo artículo de opinión y teoría, expreso el diagnóstico de que las ciencias sociales y humanas en América Latina están en medio de una lucha interna y constitutiva. Esta es la temática teórico-epistemológica, donde la intencionalidad y la perspectiva del científico/analista/formulador pueden habilitar el quiebre de la dependencia científica y de la doble identidad (colonizador y colonizado).
La toma de posición ante la identidad y las cuestiones de fondo
Aquí proporcionamos una breve visión crítica acerca de algunos de los dilemas y disputas de perspectiva política y teórico-epistemológica para los latinoamericanos en general. Las bases teórico-epistemológicas autóctonas, incluyendo la dimensión ontológica -equivalente de la ciencia para la dimensión ideológica de la política- necesitan de operadores a la altura del desafío de poder generar su grado de existencia y validez conceptual. Es en las cuestiones de fondo, en los conflictos centrales de una sociedad concreta y de un país, que aplicadas en la política científica y académica, afilian o no este sector a una u otra posición. Al elegir la cuestión de fondo estratégico y posicionarse ante la misma, el científico social obtiene su perspectiva y proximidad/alejamiento del objeto. Apunta así su capacidad y/o gana la capacidad política de incidir sobre su propia realidad.
Para eso es necesario presentar, exponer y defender el concepto de toma de posición. Reitero en cuanto:
Toma de posición = lugar de habla + posicionamiento político + premisas teórico-metodológicas + reconocimiento de la identidad colectiva
Esta afirmación dice tanto respecto al posicionamiento del trabajador intelectual como de su papel en el contexto que pretende analizar e incidir. Tal incidencia puede darse tanto como productor de teoría y bienes simbólicos, como en el trabajo directamente vinculado a las formas diversas de activismo político y participativo. O sea, hay que posicionarse, definir principios y defenderlos tanto en la academia como en la calle.
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