Tercerización de trabajadores esclavizados: la Sierra gaucha, mitos ítalo-brasileños y caminos ineludibles

Las denuncias de trabajos análogos a la esclavitud que ocurrieron en Bento Gonçalves, en la sierra de Rio Grande do Sul (en el estado más sureño de Brasil, en una región de mayoría com orígen italiana), tienen un modus operandi: se dan a través de contratos tercerizados para vendimia (cosecha de uva) y trabajo en aviarios (pero también en la tala de árboles para la cosecha de acacia negra y manzano), planteando un problema de estructuración. Existe una hegemonía conservadora (mitómana, racista, xenófoba y de extrema derecha) en la región sur de Brasil y, en concreto, en municipios pequeños y medianos, con población mayoritaria de origen italiano, alemán, polaco y ucraniano. Pero, ¿cómo llegamos a este punto? ¿Cuáles son los movimientos de capital tan bien invertidos en este giro a la derecha? ¿Cuáles son los errores fundamentales de la izquierda social brasileña?

En las décadas de 1970, 1980 y 1990, el auge de las luchas sociales en el campo tuvo a la familia colona como sujeto social fundador. Es decir, básicamente familias de pequeños agricultores, buena parte de ellos de origen italiano, tratando de escapar de la inviabilidad del minifundio campesino ante la revolución verde y el avance del capitalismo mecanizado y transnacionalizado en el sector primario. A principios del siglo XX, la tradición de las tierras colectivas -de base original- se mezcló con colonias de asentamiento formadas por inmigrantes europeos (ya mencionadas anteriormente), dando origen a los faxinais colectivos, tierras faxinales (con mayor incidencia en el estado de Paraná y con presencia mayoritaria de polacos y ucranianos).

Las líneas de colonización (estrechas rutas con distribucción de lotes para familias campesinas) y sus respectivas Iglesias (iglesias eran los centros comunitarios más el espacio religioso) formaron el sentido de comunidad, especialmente en las colonias de origen alemán e italiano, incluidas las ubicadas más allá del Vale do Rio dos Sinos (hoy regiõn metropolitana de Porto Alegre), subiendo por la Sierra do Rio Grande do Sul (con los polos industriales de mayoría italiana, como Caxias do Sul y Bento Gonçalves). Con sabiduría maquiavélica, el Imperio brasileño "importó" alemanes y luego peninsulares, luego llamados italianos. La generación de bisnietos y tetranietos de los oriundi está muy lejos del imaginario de la clase obrera y de la presencia de la lucha social colectiva, tan marcada en Brasil desde la prevalencia del trabajo libre (años 90 del siglo XIX) hasta la primera década del siglo XXI.

Lejos de querer profundizar en el debate, quiero señalar lo obvio y recordar las peligrosas posibilidades de esta pérdida de hegemonía en la clase obrera mayoritariamente eurodescendiente del interior del sur de Brasil. Cualquier situación parecida con la movilización de fascistas que se oponen al resultado de las elecciones de nacionales brasileñas de octubre de 2022 no es casualidad. Cuando el empresariado local es hegemónico en la pertenencia cultural de un municipio, esto garantiza a la mayoría -al menos a la mayoría movilizada- con capacidad para promover la adhesión "popular" a la derecha y la extrema derecha.

Mitos importantes y caminos ineludibles

En las raíces de la lucha popular brasileña después de la abolición formal de la esclavitud (13 de mayo 1888), el anarquismo está presente como una forma de organizar el mundo del trabajo y promover la lucha de clases hasta las últimas consecuencias. Como muchos otros, crecí escuchando un mito histórico equivocado, que las ideas anarquistas llegaron a Brasil a través de barcos inmigrantes con mayoría italiana. Esto no es cierto, porque además de algunas experiencias de insurrecciones campesinas después de la unificación, la mayor parte de la inmigración aquí provino del hambre y la expulsión de los campesinos de sus tierras. Otra evidencia: más de la mitad del anarquismo brasileño de base sindical era afrodescendiente, y el 80% de los inmigrantes italianos (de Italia antes y poco después de la unificación) eran analfabetos en sus idiomas nativos (aquí llegaron antes del italiano moderno). Pero, repito: como mito fundacional, el espíritu de "lavoratore oirundi" era muy bueno.

Hoy el mito es diferente. Que existe una "raza superior" dedicada al trabajo y de origen europeo (básicamente peninsulares del Véneto y de una región que hoy es Alemania, y antes de la unificiación alemana fue disputada entre Prusia y Francia). A principios del siglo XXI, los medios de comunicación del sur brasileño ganaron mucho dinero con la campaña "Brasil en Bombacha". Estos "gauchos modenros" ("la saga de la raza guerrera") de orígen inmigrante europea y que exploraron el Oeste y la Amazonia brasileñas fueron colonos, hijos, nietos y bisnietos, la mayoría sin tierra, que se beneficiaron de la tesis de expansión de la frontera agrícola por parte de los militares en dictadura.

Son tan "gauchos" (hombres sin ley ni rey en la etimología de origen, hijos e hijas bastardos de la violación de mujeres guaraníes tras la Guerra de las Misiones), como los hacendados brasileños, croatas y alemanes del departamento boliviano de Santa Cruz de la Sierra (el granero boliviano a las rencillas con el altiplano andino aymara y quechua, foco de contagio del dengue endémico y de extrema derecha) serían "cambas de origen guaraní". La mitología cruceña – y los lazos con militares y capitales brasileños - generó las bases de una intervención militar cuasi brasileña, durante el golpe de Estado promovido por el cruceño Hugo Banzer (agosto de 1971 a julio de 1978), así como el financiamiento de la absurda elección del ex dictador en la forma de "política modernizadora", también apoyada por la agroindustria de exportación, en el departamento de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Cualquier situación parecida entre el pronunciamiento racista de la Cámara de Industria y Comercio (CIC) de Bento Gonçalves -que intenta justificar contratos tercerizados sin derechos laborales- con la elección del Comité Cívico pro Santa Cruz (manipulado por pequeños grupos de oligarcas) no es casual.

Todos debemos tener el máximo respeto a la lucha del pueblo Cruceño Camba, una verdadera epopeya encabezada por héroes y heroínas latinoamericanas, como Ignacio Warnes, Ana Barba, Florencia Mendoza (y decenas más), además de guerrilleros a la altura de José Manuel Mercado y José Manuel Baca (el poeta Cañoto). Las fuerzas irregulares y las milicias indígenas por ellos comandadas son responsables, de hecho, de la independencia final del Alto Perú (Bolivia).

Ya en el siglo XX, no se respeta a quienes manipulan este sentimiento en nombre de la unidad "cívica" con los latifundios de exportación. En pleno siglo XXI, menos respeto a la movilización de la extrema derecha -aprovechando los errores del MAS y Evo Morales- que desembocó en un golpe de Estado protofascista entre noviembre de 2019 y las elecciones de octubre de 2020. La misma extrema derecha brasileña que simuló no ver trabajos análogos a la esclavitud en el sur de Brasil, cuyo comando político y los militares del gobierno Bolsonaro apoyaron el golpe de Estado en Bolivia.

Esta misma relación aparece en la Sierra Gaúcha. Los colonos que dieron al país la base original de la lucha por la reforma agraria (y las primeras bases movilizadas del Movimiento de los Trabajadores sin Tierra, MST) viven bajo la captura económica e ideológica del empresariado local, en todos los sentidos de la vida común. Este empresariado basura y protfacho eran minoría, hegemonía consolidada y ahora son mayoría, lo que explica el crecimiento de la extrema derecha en la región.

En la base de la pirámide se encuentran las familias sistematizadas en proyectos productivos integrados en la agroindustria orientada a la exportación. La ley de tercerización y la pérdida de derechos laborales tras el golpe de Estado, ocurrido en Brasil en abril de 2016, son las herramientas para reclutar trabajadores de otros estados y países vecinos. Parte del camino ineludible es revocar la llamada reforma laboral (que en realidad nos quita derechos), ampliar la fiscalización de los derechos laborales y acabar con la tercerización ilegal. Por otro lado, desmantelar la estructura mentirosa de "el agronegocio es pop, es tecnología, es todo" para crear un sistema de abastecimiento nacional desvinculado del capitalismo agrícola transnacionalizado, valorando y promoviendo la agricultura familiar y campesina (basada en la agroecología y la autocertificación).



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Bruno Lima Rocha

Politólogo, periodista y profesor de relaciones internacionales

 blimarocha@gmail.com      @blimarocha

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