A propósito de la Nueva Ley de Educación

Laicismo: la Iglesia y el Estado

En mi aporte a la discusión de la nueva Ley de Educación, comienzo por dar las gracias a quienes enviaron correos de simpatía por los conceptos esbozados en mi artículo de ayer,Aporrea (13.08.2009), “La Educación Religiosa Ideologizante”. Ello me animó a hacer otro aporte, esta vez referido al laicismo como elemento fundamental en la educación pública. Conceptos esbozados también en mi libro “Creencia y Barbarie” (inédito).

¿Cómo puede el hombre del siglo XXI mantener atada su mente a la creencia mítica, invención de su desconocimiento del mundo que lo rodeaba y como explicación de los fenómenos naturales? ¿Cómo puede el hombre del siglo XXI, con la inconmensurable cantera de conocimientos de que dispone, mantener la mente atada a la creencia surgida como abstracción de la realidad objetiva: animatismo, animismo o su representación en el totemismo (iconos)?

“Hablar de la creencia, materia prima de todas las religiones y no tocar el laicismo, es una incongruencia.

El laicismo es la forma de liberar al hombre de la creencia y de la inevitable barbarie que ésta genera.

¿Cómo puede el hombre ser libre si está sometido a la barbarie de la creencia? ¿Si está sometido al “perro guardián” que le metieron en la mente desde la más tierna infancia?

Es ahí donde entra la labor del Estado laico.

Brindarle oportunidad y seguridad al hombre de liberarse de la creencia para descubrir el mundo de la racionalidad.

La única libertad posible está en la mente.

Libertad para pensar.

Pero, la mente sometida a la creencia carece de esa libertad.

El laicismo es una de las mayores conquistas de la libertad de conciencia y los derechos humanos, de la tolerancia y la democracia.

En donde prevalece el fundamentalismo religioso están ausentes la democracia y los derechos humanos, en especial los derechos de las mujeres. Todas las religiones son misóginas.

El laicismo no es solamente independencia, separación del poder “temporal” del poder “espiritual”, sino que es el mayor avance “en la conquista de la libertad de los pueblos” En la historia, el laicismo expresa el momento en que la comunidad humana adquiere la capacidad de asumir la búsqueda de un mundo mejor y de su propia felicidad en la realidad, aquí en la tierra, con independencia del plan de los dioses. Con esta concepción liberadora, la religión queda ubicada en donde le corresponde: en la intimidad del individuo. En su conciencia.

Al laicismo se le puede entender en tres dimensiones.

Primera, el aspecto jurídico: separación de la Iglesia y el Estado

Segunda, el aspecto humano, en que se garantiza la libertad de conciencia.

Tercera, el aspecto social e ideológico, en donde lo religioso sale del espacio público para ocupar el espacio privado

El laicismo sólo permanece en el texto constitucional, como adorno. No se le da su auténtico valor ni su verdadera importancia para lograr relaciones humanas democráticas. La desvalorización del laicismo va a la par del escaso desarrollo democrático de nuestra sociedad. El laicismo - presente en la máxima Ley de nuestra República - ha quedado reducido a un trofeo simbólico, sin valor real. Nuestras condiciones políticas han permitido a los gobiernos violarlo impunemente.

Las invocaciones a la divinidad en los actos políticos.

El falso discurso de atribuirle al cristianismo el origen del socialismo, lo cual constituye una tergiversación histórica, por cuanto los apóstoles en sus escritos (epístolas) dejaron constancia de todo lo contrario: la defensa de la esclavitud y del feudalismo como nuevo sistema de explotación económica.

Una leyenda piadosa pero mentirosa ha intentado acreditar la idea de que el cristianismo desempeñó un papel liberador en la abolición de la esclavitud. Lo cuál es falso, por cuanto el cristianismo no sólo no combatió la esclavitud, sino que la legitimó por razones religiosas;

En La ciudad de Dios (Libro XIX, capítulo 15) El fraile Agustín escribe:

“La esclavitud es una penitencia del pecado…

“La causa primera de la esclavitud está en el pecado…

“La esclavitud es pues una penitencia.”



El apóstol Pablo, Primera Epístola a Timoteo, VI, I y 2) dice:



“Que todos cuantos estén bajo el yugo de la servidumbre tengan a sus amos por dignos de toda honra…

Y que aquellos que tienen a fieles por amos

no los desprecien so pretexto de que son hermanos,

sino que los sirvan mejor, cuanto que son fieles

y bien amados y partícipes del beneficio.

Enseño estas cosas y recomiéndolas.”

Juan Crisóstomo al comentar la Epístola de Pablo, escribe:



“El esclavo debe resignarse a su suerte,

al obedecer a su amo, obedece a dios.”

(De Verbis Apostolicis, 9)



En la Epístola a Tito, II, 9 y 10, Pablo dice:



“Exhorto a los siervos a que sean sumisos para con sus amos

y los complazcan en todo…”



Y en la Epístola a los Efesios, VI, 5, 6, 7:



“Siervos obedeced a los amos de vuestra carne…

Servidles con celo…”



El apóstol Pedro va más lejos aún (Primera Epístola de Pedro, II, 18, 19, 20):



“Siervos, con todo temor sed sumisos a vuestros amos,

no sólo a aquellos que son buenos y humanos,

sino también aquellos que son rigurosos, pues soportar aflicciones por motivos de conciencia para con Dios,

cuando se sufre injustamente, es agradable.”



Estas son algunas de las enseñanzas y recomendaciones de los fundadores del cristianismo. Según se dice, el apóstol Pedro y sus colegas, eran pescadores, ignorantes y analfabetos. Entonces ¿De dónde recibieron estas enseñanzas? Todos han debido recibir directamente estas enseñanzas de Jesucristo, su maestro, personaje de leyenda, cuya existencia no consta en ningún texto histórico. Cuando León Tolstoi terminó de leer la, “Vida de Jesús”, de Renán, escribió en su diario,

“¡Horriblemente estúpido!”



Por la contradicción entre la pretensión de situar el tema en el plano histórico y la impotencia para suministrar históricamente las pruebas. Lástima que Tolstoi no conoció la interesantísima versión de José Saramago “El Evangelio según Jesucristo”, versión mundana de los hechos relativos al Nazareno.

Entonces ¿Cómo y de dónde nace esa mentira piadosa de que el cristianismo predicó la libertad de los esclavos?

¿O la mentira piadosa de que el cristianismo es amor?

¿Qué clase de amor es predicar la esclavitud?

Desde sus orígenes el cristianismo predicó la servidumbre, la esclavitud, por boca de sus propios fundadores, los doce apóstoles de Jesucristo, su maestro. Y predicaron lo que su maestro les enseñó.

¿Qué clase de amor puede haber en predicar la sumisión del esclavo al esclavista?

En aquel momento de profunda contradicción económica nacida del esclavismo, toda prédica que defendiera el sistema de explotación era bien visto por los gobernantes.

Es así, como, el emperador Constantino –verdadero fundador del cristianismo - con gran inteligencia política, ve en aquellas prédicas (esenios), que hablaban de “amor”, de “igualdad” de todos los hombres ante dios y de servidumbre a la vez, encuentra los elementos económicos, políticos y sociales para fortalecer el poder del imperio.

Esto ocurrió al comienzo del cristianismo

He aquí lo que, años más tarde, a propósito de la esclavitud escribió Tomas de Aquino en su “Suma teológica”:



“La esclavitud entre los hombres es natural. ...

El esclavo es respecto de su amo un instrumento…

Entre un amo y un esclavo hay

un derecho natural de dominación (Art. 4)



Al referirse a las palabras del Eclesiastés (33, versículo 28);



“Al mal esclavo la tortura y los hierros.”



Tomás de Aquino proclama sin equívocos que el amo tiene el derecho de golpear a su esclavo:



“Sólo aquel que tiene autoridad sobre otro

puede golpear a este.

Y puesto que el hijo se somete a la autoridad del padre

y el esclavo a la de su amo,

el padre puede golpear a su hijo y el amo a su esclavo

para corregirlos y educarlos.”

(Suma Teológica. De la justicia, pregunta 65, Art. 2)



Es en estos términos como Tomás de Aquino resume la opinión invariable de la Iglesia: su “doctrina social”.

En estos textos

¿En dónde está la doctrina del “amor” y la “igualdad” entre los hombres? Al contrario, es una doctrina de odio y de servidumbre al servicio del poder económico y político.

En el año 358, en el Concilio de Gangres, en su tercer “canon”, la Iglesia anatematizaba a quien hablase de abolir la esclavitud:



“Si alguien so pretexto de piedad, enseña a un esclavo a que

desprecie a su amo y se niegue a servirlo, en lugar de seguir siendo un siervo, lleno de buena voluntad y respeto,

¡sea excomulgado!”



¿Y qué decir de la misoginia que caracteriza a todas las religiones y atenta contra el derecho de las mujeres a su vida y a su libertad?

Pero, realmente la misoginia, el antifeminismo no sólo fue obra del padre Eterno, sino, doctrina de los padres de la Iglesia, los teólogos, los escolásticos, todos, santos consagrados, elevados a los altares. Todos, en su momento pronunciaron sus conjuros contra la mujer. Vale la pena citarlos:

San Cipriano:



“¡Lejos de nosotros esta peste, este contagio, esta seductora ruina! En su forma lleva el pecado, en su sustancia ha tomado origen la necesidad de morir. Una unión con una mujer es

causa de todos los crímenes, es el jugo envenenado de que se sirve el diablo para apoderarse de nuestras almas.

Una unión con una mujer es una incongruidad.”



Al leer este texto, ¿en dónde está el pecado? ¿En la forma de la mujer o en la mente enferma de lujuria de estos “santos varones”?.

San Agustín dice:



“Es un gran problema el saber si en el juicio final las mujeres

resucitarán en su propio sexo, pues sería de temer que llegasen a tentarnos aun en presencia del mismo dios.”



Parece que este tipo si era concupiscente. ¡Enfermo sexual!

Y San Pedro:

“Cuando oigo hablar de una mujer,

huyo de ella como de una serpiente que silba.”



¿Por qué tanto odio de estos santos fundadores del cristianismo hacia la mujer? ¿Quién les transmitió esas enseñanzas? Si eran analfabetos, sin duda, estas enseñanzas las recibieron de su maestro, el propio Jesús de Nazaret.

Moisés ya la trataba de impura, y condenaba a muerte al hombre que se acercase a ella en determinados momentos. En el cristianismo, que ha heredado el judaísmo, su misoginia no tiene límite.

Santo Tomás (discípulo de Jesus) declara:



“La mujer, siendo un ser accidental e incompleto, no podría haber entrado en el primitivo plan de la creación.”



San Gregorio era de la misma opinión:



“Es más difícil de encontrar una mujer buena, dice,

que un cuervo blanco.”



Y Salomón (el rey mentiroso, mujeriego y concupiscente):



“La mujer es más amarga que la muerte. De cada mil hombres

he encontrado uno bueno; pero ni una he encontrado

entre todas las mujeres.”



Este maricón que con toda seguridad jugaba en los dos equipos, debe ser el fundador de la pederastia que existe en el clero católico.

Tales son algunas de las muchas opiniones emitidas sobre la mujer por eminentes y santos escritores cristianos (judíos, católicos).

“Amaos los unos a los otros”.



¿Qué tal si no se le achacara esta mentira piadosa al cristianismo que se autodenomina la religión del amor?



El laicismo como expresión de la libertad de conciencia, es irremplazable en la lucha por la justicia social y en el ideal de construir un mundo mejor. La falta de respeto por el laicismo y la interferencia en la política, de ideas y sentimientos religiosos, frustra la lucha por las reivindicaciones sociales.

Cuando se introducen las ideas religiosas, dándoles prioridad sobre las ideas de justicia social y de reivindicación social en la conciencia de las personas trabajadoras, se las condiciona para esperar pasivas el resultado de las oraciones y las promesas a las divinidades en que creen. Existe una relación directa entre las personas alienadas por la religión y las personas marginadas de la lucha social.

Para qué luchar si todo viene de dios.

En nuestro país no se efectúa ninguna fiesta patronal religiosa sin la participación de las autoridades municipales y se incurre en gastos pagados con recursos municipales recolectados por medio de los impuestos que pagan los ciudadanos no católicos o quienes no tienen religión alguna. Ni alcaldes ni concejales respetan la separación de la Iglesia y el Estado laico:

Crucifijo e iconos en los hospitales, en las escuelas; curas y misas en la televisión del Estado; y santos por doquier en los edificios y servicios públicos.

La religión no debe figurar en el currículo escolar. Ninguna simbología religiosa debe tener presencia institucional en los centros escolares públicos. El dinero público no debe subvencionar el adoctrinamiento religioso.

El presidente de la República invoca siempre a dios, al Cristo, en todos sus actos políticos, lo cual es violatorio del laicismo del Estado. La religión pertenece al fuero interno del individuo y tiene sus templos, sitios o lugares para pregonarla. El presidente de la República, que lo es de todos los venezolanos, de los creyentes como de los no creyentes, no tiene porque pregonar su creencia religiosa. Es una falta de respeto. La prohibición de la enseñanza de la religión en las escuelas públicas, debe comenzar por ahí, por el presidente de la República.

Las contradicciones con la jerarquía católica estarán siempre presentes por cuanto lo que la Iglesia Católica busca es legitimar y mantener activo su poder real, no reparando en si el presidente es en verdad un converso o si sólo lo es en apariencia. Antes de todo, su interés es dar continuidad a la influencia eclesial sobre la sociedad, esté quien esté a la cabeza del gobierno en cualquier país.

Cuando falla el laicismo en las relaciones entre las personas de diferentes creencias o no creyentes, se ponen en peligro los principios y las leyes que protegen las relaciones humanas y sociales. Y se hacen aún más difíciles las condiciones de vida de los ciudadanos.

Rescatar el laicismo, para bien de todos, sería colocar la religión en el ámbito de la intimidad. Esto es difícil de lograr en el actual gobierno, por cuanto la religión es una forma de la manipulación política, que le crea al proceso revolucionario, venezolano y latinoamericano, profundas contradicciones en el campo ideológico. (Lo vemos en Zelaya igual que en Michelletti o Chávez).

El tan utilizado argumento de la mayoría católica de la población venezolana o latinoamericana, carece de fundamento. La mayoría aparenta ser católica por conveniencia, por relaciones sociales y económicas o por el sincretismo con el cristianismo entre las creencias aborígenes (África, América). Se dice que tan sólo un 5% de quienes se dicen católicos, son practicantes.

La multiplicidad de sectas, de templos, de predicadores que deambulan por todas partes financiados por organizaciones internacionales (la CIA, el narcotráfico), corroboran estos hechos.

Estos predicadores de las iglesias protestantes pertenecen a las megaiglesias que construyen templos fastuosos, todo pagado en estricto contado. ¿Quién los financia? ¿La CIA, el narcotráfico? La mayoría de sus feligreses son pobres, que no andan en busca de dioses, sino que andan en busca de respuesta a su situación de miseria, de exclusión, de marginalidad y caen víctimas de las pretendidas, falsas soluciones que les ofrecen estas sectas y megareligiones. ¿Para qué luchar si todo viene de dios? ¿Para que producir si todo puede venir del TLC (Tratado de Libre Comercio? El capitalismo disfrazado de neoliberalismo anda detrás de todas estas enseñanzas religiosas.”

Estos conceptos son tomados de mi libro “Creencia y Barbarie” (Estoy buscando un editor). Esperamos que con la nueva Ley de Educación ¡por fin! comencemos a ser un país libre con ciudadanos de mente libre: única y verdadera libertad posible.

leonmoraria@cantv.net


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León Moraria

Nativo de Bailadores, Mérida, Venezuela (1936). Ha participado en la lucha social en sus diversas formas: Pionero en la transformación agrícola del Valle de Bailadores y en el rechazo a la explotación minera. Participó en la Guerrilla de La Azulita. Fundó y mantuvo durante trece años el periódico gremialista Rescate. Como secretario ejecutivo de FECCAVEN, organizó la movilización nacional de caficultores que coincidió con el estallido social conocido como "el caracazo". Periodista de opinión en la prensa regional y nacional. Autor entre otros libros: Estatuas de la Infamia, El Fantasma del Valle, Camonina, Creencia y Barbarie, EL TRIANGULO NEGRO, La Revolución Villorra, los poemarios Chao Tierra y Golongías. Librepensador y materialista de formación marxista.

 leonmoraria@gmail.com

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