Aquel gran Pisistrato, cuya desgracia le vino de tener hijos

Estamos en la historia de los griegos, hurgando en el libro de Indro Montanelli, en aquellos tiempos cuando la tierra estaba en el mar. Cuando aquel gobernante llamado Pisistrato trataba de conciliar la burguesía de la costa, formada por armadores y mercaderes, procurándoles dinero para una reforma urbanística. Cuando los geólogos de Pisistrato descubrieron, en aquellas islas griegas plata y mármol, y con estos materiales en el lugar de las cabañas de adobe, consiguieron hacer palacios. Cuando en la Acrópolis, el viejo templo de Atenea fue embellecido con el famoso peristilo dórico. Pisistrato, un hombre que no se andaba por las ramas por sacar de abajo a su pueblo; culto y también de gustos refinados. De una gran visión política y humana,. Una de las primeras cosas que hizo apenas llegado al poder, fue instituir una comisión para la compilación y ordenamiento de la Ilíada y de la Odisea, que Homero había dejado desparramadas en episodios fragmentarios confiados a la memoria oral del pueblo. Aunque nuestro Presidente Chávez mucho ha hablado de nuestro glorioso Simón Bolívar todavía no se ha creado una comisión que escriba la verdadera historia de Venezuela. Esa historia que quedó enterrada con las cientos de cartas de Bolívar que quemó Vicente Lecuna. Tampoco nadie en el Ministerio de Educación se ha atrevido eliminar todos esos asquerosos textos con los que enferman a nuestros niños en las escuelas. ¿De qué revolución nos hablan si esta no llega a la cultura, a la raíz del origen nuestro, de donde venimos?

En política exterior –nos recuerda Montanelli-, Pisistrato no perdió de visita solamente dos cosas: evitar la querrá, y dar a Atenas, sin que las demás ciudades se diesen cuenta, una posición de capital moral sobre Grecia, en espera de convertirla en capital política. Lo consiguió, a pesar de las molestias que causó a mucha gente con su flota omnipresente y entrometida y con las “colonias” que fundó un poco en todas partes, en casa ajenas, pero especialmente en los Dardanelos. Escultores, arquitectos y poetas acudieron a Atenas también porque reconocían en Pisistrato a un intelectual como ellos. Y los juegos “panhelénicos” que él instituyó en la ciudad se convirtieron en motivo de encuentro no sólo para los atletas, sino también para los hombres políticos de toda Grecia. Pero más lejos no se llegó. A pesar de que cada una de las propias “patrias chicas”, representadas por una ciudad sola y sus aledaños, era constitucionalmente refractaria a concebir otra más grande. Pisistrato vio los inconvenientes, pero tuvo el buen sentido de no forzar con la violencia una unidad antinatural. Como Renan, creía que una nación se funda por el deseo de sus habitantes de vivir juntos; y que cuando este deseo falta, no hay política que pueda sustituirlo. ¿Coincidencia o no con Colombia?

La dictadura de Pisistrato fue presentada como la negación de la Constitución de Solón, y sin embargo le permitió de llevar a cabo su obra y de resistir extraordinarias pruebas. El tirano supo rehuir todas las tentaciones del poder absoluto, menos una: la dejar el “cargo” en herencia a sus hijos Hipias e Hiparco. En esto nuestro Chávez no se parece en nada a Pisistrato. Cosas que uno lee y piensa en su tierra, en Venezuela. Pero vale la pena agregar algo más como enseñanzas que deja la historia: El amor paternal le impidió a Pisistrato ver con su habitual claridad que las dictaduras no tienen herederos y que la suya se justificaba solamente como una excepción a la democracia, para asegurar el orden y la estabilidad.

Pisistrato murió en el 527 antes de Jesucristo, y en 506, hallamos a unos de sus dos hijos, designados por él para sucederle, Hipias, en la corte del rey de Persia, Darío, para sugerirle la idea de declarar la querrá a Atenas y a Grecia entera. Concluye Montanelli con esta sabia sentencia: Los grandes hombres no deberían dejar nunca viudas ni herederos. Son peligrosísimos. Este Hipias no había debutado mal, después que su padre hubo sido depositado en la fosa. Era un mozalbete despierto que, a fuerza de estar junto al papá, había aprendido muchas de sus triquiñuelas, y se había apasionado por la política, a diferencia de su hermano Hiparco que, en cambio tan sólo se interesaba por el amor y la poesía, de modo que entre ambos ni siquiera había rivalidades peligrosas. Y, sin embargo, quien provocó las desventuras que condujeron a la caída de la dinastía fue precisamente Hiparco.

Probablemente éste no era, en cuanto a moralidad, peor que muchos de sus coetáneos y en materia sentimental sequía sus ideas, entre las cuales figuraba la de una absoluta imparcialidad en lo que atañe a los dos sexos. Hiparco tuvo la desgracia de tropezar con un bellísimo joven llamado Harmodio, que un tal Aristógiton -aristócrata cuarentón, influyente y celoso- consideraba propiedad suya. Este concibió la idea de desembarazarse de su rival con el puñal y para imprimir al asesino una etiqueta más limpia que lo hiciese… Hay que leer la historia griega y romana, todas las historias. Hasta aquí copio a Montanelli. Ideas, pensamientos.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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