1- No botes tu dinero comprando tantas tonterías que después ni te caben en tu casa y ni llegas a usar y se van pudriendo entre tus closets, en tus maleteros.
2- No envidies al vecino porque éste para hacerte coco llega y se compra algo de “primera” o muy “chic”. Considera que eso lo que hace es esclavizarlo aún más a las miserias materiales, y que tenga que ocupar su tiempo en vivir atemorizado por cuidarlas, por tenerlas.
3- La única verdadera defensa de los pobres frente a los poderosos es negarse a comprar bagatelas, porque la verdadera única ley del mercado es: “¡Consumid soberanos hartibles, o no vislumbraréis jamás el desarrollo ni la felicidad de los imbéciles!”.
4- ¿Cómo llegamos a todo este lío?, ¿quién impuso esta neurosis monetaria, este temblor en la sociedad que hasta un romance, la gripe o el humor de un empresario pueden provocar cambios peligrosos en el sistema inmunológico de una nación neoliberal?
5- Este temblor proviene de la forma como se ha estructurado el pensamiento único. Los países pobres amarrados a este delirio de parámetros bursátiles jamás podrán conseguir el ansiado “desarrollo”. Serán eternamente “subdesarrollados” o en “vías del inalcanzable desarrollo”.
6- En este dislocado sistema, los países condicionados por el consumo de lo que se confecciona afuera sólo podrán ser “felices” en la medida en que se endeuden hasta el delirio. No podrá haber conciencia sobre las razones del “subdesarrollo” hasta tanto no se desenmascare el negocio del consumo de la droga íntimamente relacionados con las guerras en Afganistán y Colombia.
7- Aún cuando más consuman los ciudadanos de los países subdesarrollados más torpes, más impensablemente subdesarrollados se volverán, y más difícil les será encontrar un camino propio para salir de abajo. El mundo, por esto, se ha convertido en un gran antro de miserables hartibles que en todas partes andan buscado un McDonald’s, las películas de terror, los juguetes siderales para atrasados mentales, los fetos saltarines de Disney y la incesante proliferación de basura tecnológica que producen japoneses y gringos: no vayas a comprar esas miserias este diciembre. Cuida tu dinero.
8- Venezuela nunca más estará incluida dentro de aquellas naciones que recibían migajas con los sonoros nombres de “ayudas económicas” y que se desprenden de los viles repartos y saqueos que se hacen a los mismos países subdesarrollados. La maldita caridad de esos aviones de carga que despegan con juguetes y alimentos para entretener a tullidos inocentes que primero han sido destrozados por la metralla, los obuses y morteros, las preciosas minas “quiebrapatas” (sólo para niños) que hacen los artesanos del crimen y luego venden las transnacionales con asiento en los rascacielos de Nueva York, Londres, París, Madrid, Bruselas o el mismísimo Vaticano.
9- La política de los países desarrollados hacia los subdesarrollados siempre será: “Ustedes tranquilos, que nosotros producimos por ustedes. Y por favor no intenten pensar”. Entonces la gente vende hasta su alma, vende su voluntad que es lo peor, su dignidad y su honor porque todo le llega de afuera sin saber cómo se produce, cómo se elabora; es un acto supremo de magia que nuestros grandes caciques reciben alborozados y felices.
10- Mario Vargas Llosa piensa que siempre hubo ricos y pobres y que esto no tiene remedio y que el sistema capitalista ha dado en el clavo aunque el mundo esté peor, el calentamiento nos vaya a asar a todos y cada vez vaya creciendo el mar de la pobreza en progresión geométrica.
SOLUCIÓN: La única salida para nosotros sería la capacidad de poder levantar una autonomía intelectual nacida – como dice el escritor José Luis Sanpedro – de la aceptación realista de nuestra condición y naturaleza. No hay otra salida. Una manera de autoabastecernos, un modo de arrancarnos la falsedad de un progreso extraño que siempre debe llegarnos de afuera. Comprender que el desarrollo nuestro no debe corresponderse con el de los poderosos países capitalistas. Que hay que detener tantas importaciones innecesarias. Acostumbrarnos a ser pobres (para ellos, y serlo con dignidad). Que no sean ellos quienes decidan el valor de lo honorable siempre en función del dinero que se posea.
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