Rubén Blades sin cuentas del alma

La llegada
Lo primero que escuché frente al estacionamiento del Poliedro fue a un hombrecito con camisa verde tipo “chemis” decir, “bueno lo más fácil es que se devuelva y entre al estacionamiento VIP por el Kilómetro 5 de la carretera Panamericana, porque por aquí hay mucha cola…”. Lo segundo fue, “devuélvase unos doscientos metros y entre al estacionamiento de La Rinconada que es para las entradas preferenciales”. Lo tercero fue “espérese un momento porque no hay comunicación con el estacionamiento y no sabemos cuántos carros más caben allá”… ya a estas alturas, adopté la típica actitud de fanática resignada (siempre me ha pasado con el beisbol y con los conciertos) a sufrir cualquier tipo de infortunios y a formular cualquier tipo de reclamos, en cualquier tipo de tono. “Aquí vamos de nuevo” como dice un querido amigo, con lo de siempre: buscar argumentos y uno que otro aspaviento para no infartarse de indignación.

El tránsito
Lo cuarto que escuché fue a una tipa que regalaba agua, leyó bien, regalaba: llévesela señora, porque le falta subir bastante. “Más señora serás tú” pensé, pero sólo le sonreí agradecida. Casi al trote empezamos a subir los cinco de aquel grupo una empinada cuesta en la que había rediles según el poder adquisitivo: VIP, Preferencial y General. De lado y lado, monte y suponemos que culebras y algunos baños que parecían dejados allí por los organizadores del concierto anterior. Especulación con base a los olores que expelían. No conformes con la subida asfáltica, nos tocaron unas escaleras de tubos de andamios. “El rollo va a ser en la bajada” me dije mientras oía a una del grupo de los cinco decir: “hay que ver que somos parejeras y safriscas, había jurado no volver más nunca a estos conciertos, se sufre mucho".

El sitio
El sitio nos sorprendió. La penúltima experiencia en un concierto en el estadio de La Rinconada nos dejó como cucarachas de panaderías. Yo tenía arcilla hasta en las neuronas. La arcilla estaba tapada y las entradas preferenciales hicieron honor a su nombre. Primer alivio de la noche.

Los conciertos
A las 7 de la noche se montó La Orquesta de Venezuela, puntualísima, lo cual prometía que satisfaría la petición de Rubén Blades: que el concierto empezara puntual. Aunque rápida, su presentación dejó una agradable sensación del deber cumplido, que demuestra que en Venezuela también hay salseros y salsosos, según sea el gusto. Estos músicos, venidos de las entrañas de los barrios de Caracas, dieron paso a Rubén, quien comenzó su concierto con una hora de retraso.

Con las notas de Caminos verdes que nos llevaron como en una alfombra mágica a escuchar otra vez la historia del El Padre Antonio y su monaguillo Andrés de la voz de Rubén Blades, empezó el éxtasis, y ya mi guardia estaba muy baja. No habría nada que hiciera recordar incomodidades. De ahí adelante la nostalgia fue superada por la presencia, a pocos metros, de la voz y el cuerpo del panameño. “Objetivamente” digo: fue un concierto perfecto. Cuentas del alma, Amor y Control, Decisiones, Plástico, Buscando Guayaba, Todos vuelven, Ligia Elena, Plantación adentro, Juan Pachanga, Maestra Vida, María Lionza, Patria, Adán García, Buscando América, Muévete y la legendaria Pedro Navaja interpretadas por Rubén acompañado del virtuosismo de los Seis del Solar, fue una selección sin desperdicio.

Recordé como nunca a una amiga que afirma, no sin amargura, que Rubén Blades es un “reformista”. Rubén es lo que es. Un cantaautor con sensibilidad social. ¿Si fuera marxista sería un mejor músico? En décadas su discurso no ha cambiado. Lo dijo antenoche de nuevo: hay que acabar con la corrupción, con el racismo y con la desigualdad. “No basta con criticar muchachos, hay que trabajar duro por el país”. Lo mismito decía hace 30 años. Un discurso que abarca a la izquierda. Nunca a la derecha.

La locuacidad, el cariño, la confianza, la identificación, manifestada por Rubén hacia las veinte mil personas que atiborramos el lugar, contrastó con la frialdad exhibida por Marc Anthony. Mucha voz, mucho baile y mucha escena. Pero de su concierto solo es posible rescatar su excelente voz.


mechacin@gmail.com


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Mercedes Chacín


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