Hubo una vez evento que fue llamado, seguramente por algún funcionario rojo rojísimo, Homenaje Alí Primera, pretendiendo con esto convertir lo que era y no podía ser más que un megaconcierto, en un encuentro político-musical en el que la juventud venezolana, siempre colmada de ideas revolucionarias, siempre combativa, siempre socialista, debía pasar la noche gritando consignas, coreando ‘’canciones necesarias’’, aplacando sus indecorosos y contrarrevolucionarios impulsos de querer menear las caderas; en fin, haciendo lo que nadie está dispuesto a hacer en un megaconcierto.
Fue así como se preparó un arroz con mango y reaggetón al que acudieron las superestrellas invitadas que no debían cantar como cantan, ni hablar como hablan, pero eso sí, nos hubiera encantado que vistieran aquella franela que tanto nos gusto -porque nos gustó ¿Verdad? O ya no tanto-; rockeros; raperos; un DJ reggaetonero con pantalla gigante; juntos y revueltos con los cantores del pueblo, quienes desorientados, al son un rítmico “tu eres mi perrita, mamita, toma mi huesote y mueve la colita...’’, se preguntaban: ¿Y dónde está Alí? Además de una voluntariosa reportera de VTV que, en medio del desmadre, insistía en relacionar al culo con las pestañas entrevistando a los jóvenes asistentes sobre temas sencillos como el legado de Ludovico Silva, las proyecciones del precio del crudo para el 2019 o el papel de la CIA en la geopolítica de Eurasia, todo esto para que quedara bien claro que nuestros muchachos no son muchachos sino apóstoles de las ideas.
Desde entonces llueven los tomatazos que impactan incluso a quienes tuvieron el descaro de actuar con la misma irreverencia que los había traído aquí en primer lugar.
Vaya, pues, mi único y y rotundo tomate a los genios que, en su obsesión de pintar todo de rojo rojito, convirtieron un inofensivo megaconcierto en polémica, agravios, desaires, manifiestos, que tu, que yo, que viejos pegados en la nota, que pavos descerebrados y quién sabe cuántas cosas más.
carolachavez.blogspot.com