Como sabemos, los problemas sociológicos y políticos de la sociedad moderna
se reducen en última instancia a la coexistencia de personas que comen 3
(tres) veces al día y más, con quienes así no lo hacen ni pueden hacerlo
por falta de dinero.
Entre los segundos están los "desocupados", aunque desde luego, salvo
aquellas personas que no están aptas para ningún oficio rentable, tales
desempleados viven intercambiando su estado con el de los que se hallan
parcial o totalmente económica y permanentemente ocupados.
El trabajador burgués o asalariable anda en su lucha para prepararse y ser
útil, para conseguir un patrono, para reclamar mejores salarios, para
enfrentarse a otros trabajadores a fin de desplazarlos, sobrepujarlos; para
autoprotegerse de la delincuencia menor, de los abusos de los políticos
inescrupulosos, etc.
Curiosamente, buena parte del lumpen siempre está ocupada. Los indigentes y
mendicantes, los ladrones y ladronzuelos, los pícaros, prostitutas
callejeras y afines, y los vivianes de bajo rango de la Cosa Pública se
hallan en permanente actividad extraeconómica.
Es un hecho que nos movemos entre dos clases sociales básicas, dos
cosmovisiones del mundo que no son necesariamente excluyentes entre sí sino
más bien con manifiesta tendencia a la mentepsícosis de una sobre la otra.
Es que el Idealismo y el materialismo terminan consustanciándose, y nuestros
encontrados criterios se distinguen sólo por el mayor o menor peso de una
de esas dos maneras de interpretar y adecuarse al mundo.
La mayoría de los pensantes intuye o sabe que la raíz de los males sociales
es atribuible al Sistema Económico, según la concepción
dialecticomaterialista, o a la tradicional, pésima y deficiente
organización del trabajo empresarial y gubernamental.
A los empresarios se les acusa de especuladores, de hambreadores y hasta de
genocidas. A los gobernantes se les endilga el sambenito de no servir para
garantizar el cumplimiento de la utópica o falsa Historieta del Contrato
Social, según la versión idealista y rusoniana.
Tales críticas de ambas corrientes son tan ineficazmente periódicas al igual
que las mismas y siempre superables crisis que sufre el sistema
capitalista. Téngase muy en cuenta de que las ganancias burguesas se
traducen en excedentes de mercancías invendibles dentro del periodo durante
el cual fueron obtenidas. Este sobrante mercantil transitorio bebe hallar
empleo, y en esto consiste el crecimiento económico de la economía del país
o simplemente la acumulación de capital.
Como eso es así, y hasta ahora no se vislumbra un método eficaz de
reemplazar a ese "sistema", propondremos una manera de facilitar un feliz
final al sistema capitalista. He aquí la propuesta:
Contrariamente a los métodos agresivos que caracterizan la repudiada
protesta comunista o "socialista", y al mismo tiempo a fin de detener a
los revolucionarios y radicales partidarios de la expropiación de los
medios de producción, sea esta de súbito o gradualmente, preponemos la
siguiente vía que llamaremos evolucionaria, por connotarla de manera
diferente:
No participamos de la destrucción exógena del sistema capitalista sino de
la que puede llevarse a cabo desde sus entrañas mismas. A tales efectos
debemos reemplazar la crítica visceral y las denuncias estadísticas de
los "revolucionarios" superestructuralistas, y también la de los
antiimperialistas estructuralistas.
Como observamos, los primeros caen en el idealismo mediático y criticón,
superfluo, embaucador y politiquero; es propio de los economistas vulgares o
"empiricistas académicos". En los segundos se alinean los falsos y
tránsfugas izquierdistas de oficio quienes han chocado majaderamente
contra las racionales características propias del capitalismo, y de allí su
reiterada e improductiva lucha.
Porque, y como premisa, dejemos claro que el capitalismo no podrá
derrumbarse sólo porque a algunos críticos y disconformes no les caigan
bien los burgueses. El propio Marx aclaró en el Prefacio de la Primera
Edición Alemana de El Capital que él no había pintado de color de rosa las
actuaciones del empresario burgués ni las del terrateniente, pero en el
mismo prefacio también dejó muy claro que esas actuaciones empresariales no
eran fundamentalmente subjetivas sino que respondían a objetivas o
exigencias externas históricas legalmente propias del mismo sistema
imperante sobre la impotente voluntad de aquellos.
Es muy populista y asaz mediocre, y muy propio de la piratería mediática,
despotricar de los imperialistas, de los burgueses, de las trasnacionales,
de los "escuálidos", del bodeguero; y de los especuladores, de los
gobernantes corruptos y hasta de los Rectores de las Universidades quienes,
por cierto en Venezuela, serán rebautizados como "caciques" en concordancia
con las "Aldeas" Universitarias y comunales que por ahora están de moda en
el país de Bello y de Bolívar.
Hemos percibido que aquellas protestas encajan perfectamente dentro de la
holgura sociopolítica que el propio sistema brinda permisiva y
democráticamente como aliviadero de presiones sociales causadas por
inevitables disconformidades sociales reiterativas y de nunca acabar
mientras respire un solo trabajador desocupado.
Efectivamente, y por eso partiremos del irresoluto problema del desempleo
de los trabajadores, marxistamente conocido como la formación de un
permanente "Ejército de Reserva de asalariados". Este contingente económico
representa de hecho y contradictoriamente la mejor forma de autofrenar la
expansión del mercado, y con ello se aborta por sí mismo cualquier
nuevo brote del capitalismo mercantil. Sin embargo, es mediante la
estrategia económica del desempleo planificado como hasta ahora está
garantizada la conservación chucuta o atrofiada de un capitalismo que
racionalmente no puede detener la infinita carrera de un poder que vive
sólo a punta de su acumulación, que induce inconscientemente la escasez
permanente y con ello termina subaprovechando los recursos disponibles.
Si partimos de que la fuente de la ganancia está en la producción, y que
tal ganancia está subsumida en el Producto Interno Bruto (PIB), resulta que
la ganancia del inversor capitalista está representada en el volumen de
mercancías que cada año inevitablemente carecen de comprador dentro del
mismo período, habida cuenta de que sí no fuera así, y si se colocara todo
el PIB, entonces estaríamos hablando de una "economía de reproducción
simple y estable", puesto que los propios capitalistas estarían comprándose
a si mismo sus excedentes. Estos excedentes suelen ser mercancías como
medios de producción, y sólo en los casos de pleno empleo la producción
crecería sostenidamente. Entonces la mano de obra se encarecería, los
precios de las materias primas ya ocupadas también lo harían, y al final la
tasa media de ganancia se caería en picado.
Tal es la consecuencia de un pleno empleo que resolvería el problema de los
desocupados. A tal efecto, pues, podría comenzarse con rebajas de la jornada
semanal a condición sine cua non de que las horas desempleadas en alguna
empresa se empleen en otras o en las misma empresas mediante turnos de
trabajo adicionales.
Tal es la sugerencia que proponemos, ya que mal puede la demanda solvente
absorber toda la oferta si esta queda parcialmente en manos del ofertante en
los inventarios que representan el ahorro de cada período.
Repetimos: Si fuera de otra manera, entonces deberíamos admitir que el
mercado es la fuente de la ganancia y que sólo con la venta total de la
producción de período cesaría la acumulación de inventarios.
En caso de pleno empleo, la demanda doméstica, a precios constantes,
siempre será inferior al valor de la oferta ya que esta contiene la ganancia
potencial de todos los inversionistas involucrados.
Con nuestra sugerencia se propendería al pleno empleo de mano de obra, y
con este es inferible que la economía se detendría, el ahorro o sobrante
mercantil no podría seguir invirtiéndose sin mano de obra disponible. La
reacción económica inmediata sería la deflación, y esta, la única forma de
colocar toda la oferta limpiamente al lado del resto de una oferta que se
representa la acumulación de capital o plusvalor obtenido a sin
contraprestación alguna. Recordemos que son dos vías complementarias para
colocar el PIB: 1.- el mercado de consumo final, y 2.- el mercado de medios
de producción.
Es en el segundo mercado donde la acumulación revela definitivamente la
diferencia de este sistema respecto de los precapitalistas. En éstos, los
sobrantes de la producción eran simplemente "reservas para eventualidades",
catástrofes, sequías, por ejemplo. Ahora las reservas de capital pueden
estar en mercancías inventariadas, o en efectivo, oro u otros valores
endosables y cambiables en los mercados internacionales.
marmac@cantv.net