Venezuela se encuentra en una posición de liderazgo político en el mundo: estando tan cerca del territorio primario del imperio, se ha atrevido a declarar que quiere gobernarse a sí misma y darse el sistema político que más le convenga para su propia evolución y de acuerdo a la voluntad de su pueblo. La actitud valiente del Presidente Chávez le ha dado el liderazgo planetario. Aún aquellos que no están de acuerdo con la prédica socialista, lo respetan. Podemos ver por la TV cómo los presidentes y los reyes de la tierra vienen a estrechar su mano, a hablarle. Y la causa de todo esto es el rumbo que ha tomado el proceso revolucionario, listo para atender las necesidades del pueblo.
Pero los enemigos históricos del pueblo no duermen. Actúan siempre, aunque no se les vea u oiga. Generalmente, cuando se desclasifican los documentos secretos de cierta agencia de espionaje imperial, se divulgan con toda desfachatez las actividades subrepticias, incluso crímenes, que se cometen para detener el avance de los pueblos, y no pasa nada. Pinochet fue juzgado por delitos contra los derechos humanos, aunque se murió de viejo cuando le dio la gana, pero hasta ahora los peores asesinos, los que pusieron bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, los que bombardean a los palestinos en una evidente acción genocida, siguen por ahí como si nada.
Pero en este lado de la acera las acciones revolucionarias continúan lentas, pero seguras. A veces parecen detenerse, pero cuando llega su tiempo, se mueven rápidamente a ocupar un lugar más avanzado en el proceso. Y así hemos arribado a los once años del proceso revolucionario. Han sido aprobadas leyes repudiadas por la burguesía, como la Ley de Tierras, y mucha gente ha muerto, estamos minados de paracos que andan como Pedro por su casa, la situación es, no de pre guerra, sino de guerra no convencional. Las avanzadas del imperio y sus sirvientes arrastrados vienen cortando cabezas en acciones que hacen pasar como de hampa común.
En fin, muchas vidas se han perdido en esta lucha, que parece incruenta pero no lo es.
Ese hecho es un incentivo para que los cambios realmente se hagan. Mucho nos han costado y no profundizarlos en este momento, equivale a una rendición incondicional que nos conducirá a una derrota muy difícil de superar. Si no se ataca en estos momentos la corrupción interna (no endógena, opino, sino generada por un ambiente contaminado por todas partes de capitalismo), si no se afianza la creación de la institucionalidad socialista, el gobierno revolucionario va a caer mucho antes de que el Estado deje de ser capitalista y se convierta en socialista.
Pueda que después se instaure un remedo de socialismo, un gobierno centro derechista capaz de hablar de revolución pero negociar con el imperio, cuyo fin último sea el enriquecimiento de todos sus personeros. Pero jamás sería un proceso revolucionario y, más temprano que tarde, perdería todo el apoyo popular con que cuenta el Presidente Chávez.
Sin Chávez no hay chavismo ni socialismo. No porque los revolucionarios seamos borregos que necesitamos ser arreados para ir a alguna parte, sino porque este líder ha sabido interpretar los sentimientos y deseos más profundos del pueblo y ha sabido manejarse, en la lucha contra el imperio, como decía Sun Zu: Que es muy bueno el general que enfrenta y derrota al enemigo, pero aún es mejor aquél que logra que el enemigo no ataque. Chávez ha sabido avanzar en medio del ataque de los enemigos y a pesar de la rémora de los corruptos infiltrados. Y la corrupción interna no la considero como contradicciones en el seno del pueblo, porque no se puede ser corrupto y revolucionario a la vez, no se puede ser burgués y socialista a la vez, porque ambas son ideas y situaciones perfectamente antagónicas. De manera que nos encontramos como en aquella etapa de la revolución soviética en que los comunistas tuvieron que combatir con los socialdemócratas de derecha, llamados “mencheviques”, para poder avanzar hacia el socialismo.
En nuestro caso, utilizando la experiencia del socialismo del siglo XX, no podemos incurrir en los mismos errores que ellos cometieron, de detener el proceso en un capitalismo de Estado, que produjo una nueva burguesía tan reaccionaria como lo que había sido derrotada. No podemos cometer el error de no actuar, de pararnos por miedo a la confrontación ideológica interna. El mismo modo como se eligieron los delegados al congreso del partido, las autoridades del mismo, indica que vamos con plomo en el ala, porque no se ha tomado en cuenta las decisiones de las bases, que han sido sólo simbólicas.
Es el momento de no hablar de propiedad intelectual sino de aprobar las leyes que puedan crear la institucionalidad cultural socialista, de la misma manera que se aprobó la Ley de Tierras y eso ha ido produciendo, lentamente pero con seguridad, una transformación en el campo venezolano. La Ley del Trabajo y la de Educación, bien aplicadas, pueden ser instrumentos idóneos para la transición del capitalismo al socialismo, en el entendido de que falta mucho, pero mucho tiempo, suponiendo que no nos tumben, para que el capitalismo de Estado que se está desarrollando, se transforme en verdadero socialismo con protagonismo pleno del pueblo.
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