En el devenir histórico existen momentos claves que se convierten en fechas referenciales, una de esos hitos lo representa “el 23 de enero de 1958”, con la salida esa madrugada del General-Presidente Marcos Pérez Jiménez, tanto de Venezuela como del poder político que tan férreamente manejaba con una alta dosis de tinte personalista.
Es una fecha que representa múltiples tareas inconclusas, una de ellas son las interpretaciones de lo que se conoce como “El Espíritu del 23 de Enero”, siendo la más difundida, aquella que la cuarta república “vendió la idea” de que estábamos en presencia del día en que el pueblo organizado acompañando a sus legítimos dirigentes políticos y el sector progresista de la institución castrense derrumbó al dictador.
Ésta idea se masificó a lo largo de 40 años, en la cual las élites políticas, nunca informaron que ese “espíritu” murió al nacer con el tristemente célebre pacto de punto fijo que entre sus objetivos principales eran :la alternancia en el poder por parte de AD y Copey, la repartición de los “cargos claves” entre el ganador y el perdedor de la elecciones y éste último respaldar la acción gubernamental y la otra no menos importante, era garantizar la paz social, es decir: una sociedad pasiva, minimización de los conflictos sociales, represión de las protestas y todo disidencia era considerado “enemigo del sistema” y la instauración de un régimen de democracia burguesa representativa.
Hay que rescatar,
“el espíritu del 23 de enero”, pero con un sentido crítico, reflexivo
y mirando hacia el horizonte, por la construcción de un mundo posible
en donde impere la mayor suma de felicidad posible en nuestro maravilloso
hogar que se llama Venezuela.