La función del dinero como medio de pago implica una contradicción sin término medio. Mientras los pagos se compensan, (el dinero) sólo funciona de manera ideal, como dinero contable y medida de los valores. Cuando los pagos tienen que efectuarse en la realidad, ya no se presenta como simple medio de circulación, como forma transitiva que sirve de intermediario para el desplazamiento de los productos, sino que interviene como encarnación individual del trabajo social, única realización del valor de cambio, como mercancía absoluta. Esta contradicción estalla en el momento de las crisis industriales o comerciales (o financieras) a las que se les ha dado la denominación de crisis monetarias.
Sólo se produce cuando se han desarrollado el encadenamiento de los pagos y un sistema artificial (bolsas de valores) de compensarlos de manera recíproca. Si una causa cualquiera perturba este mecanismo, el dinero, en un vuelco brusco y sin transición, deja de funcionar en su forma puramente ideal de dinero aritmético o de contabilidad. Se lo reclama como dinero contante y sonante, y las mercancías profanas ya no pueden reemplazarlo. >> (Total: unos ganan y la mayoría pierde). La utilidad de la mercancía deja de contar, y su valor desaparece ante lo que sólo es su forma. Karl Marx El Capital (Libro I Sección Primera La Mercancía) Todas las negrillas encomilladas acabo de colocarlas yo.
De partida, hablamos de Producto Territorial Bruto inorgánico con el mismo sentido que caracteriza el dinero fiduciario. Hasta las monedas de oro en circulación terminaron siendo fiduciarias, sobre todo las de los pobres, y como tales susceptibles de alteraciones entre su valor nominal y el intrínseco1. Tal fenómeno se explica con el paso del trueque a la compraventa de mercancías. Esta lleva consigo la intermediación de terceros (el Estado) entre vendedores y compradores para regular la masa de dinero como numerario o medios de pago.
Los cheques, sus endosos, pagarés, letras de cambio, bonos, cesta tickets, monedas febles, divisas y afines, todos estos medios de pago circulan sin más respaldo que la confianza depositable en ellos. Esta fe la inspiran el Estado como principal avalista, y la dinámica económica que viciosamente los pone en circulación.
El PTB se compone de todo el valor trabajo acumulado en las mercancías involucradas como medios de producción prefabricados y enriquecidos con el valor añadido por la mano de obra que los transforma en nuevos valores de uso durante un periodo determinado. El valor del (PTB) sufre algo parecido: mientras los artesanos trocaban sus bienes como simples valores de uso, sólo la utilidad de los mismos obligaba al intercambio de los excedentes de cada artesano o campesino libre, y el trabajo de cada bien determinaba su valor aunque a este nunca se le puso precio alguno ya que esos valores de uso no se vendían ni compraban. Cada bien específico representaba el “precio silenciado” de otro en particular, y viceversa.
El estudio macroeconómico del valor trabajo que alimenta el PTB se sistematiza con los economistas clásicos. Adam Smith ofreció una teoría que terminó cuestionando el origen mercantil de las ganancias burguesas. Si el trabajo crea el valor, mal puede la ganancia generarse en el mercado donde aquel es solamente intercambiado. Su trabajo sirvió de apoyo a Karl Marx, científico pionero en la consolidación y demostración de que toda ganancia expresa tanto valor como el arrancado al asalariado en los centros fabriles del capitalista.
El descubrimiento de Marx echa por tierra las hipótesis de los neoclásicos o economistas vulgares, particularmente la de los marginalistas quienes para zanjar las “incomodidades” clasistas derivadas de la Economía Clásica smithiana confundieron valores de uso con valores de cambio, asimilaron la microeconomía a la macroeconomía. Mediante un pedante y profuso manejo estadístico de agregados económicos, ellos les atribuyen a la escasez o abundancia de algunos bienes naturales unos valores de cambio que no poseen, y lo hicieron al margen de las relaciones sociales de producción. Para los marginalistas no cuenta valor de cambio del trabajador sino su valor de uso, su “utilidad marginal”. Al asalariado se le usa al lado y en un plano de igualdad productiva con los medios de producción. Estos son estériles per, su valor ya fue contabilizado como parte del PTB de períodos previos, y según esos economistas vulgares al asalariado debe pagárseles de acuerdo a su utilidad técnica y no en función del valor que crean en los galpones del capitalista.
El PTB como expresión de todos los precios de la Oferta de un periodo económico respeta el valor nominal de la moneda básica pero cuando el volumen de circulante adquisitivo para un período económico dado se aparta del valor del Producto Territorial Bruto (PTB), efectivo en bienes y servicios como valores de uso, este PTB ora se revalúa nominalmente si resulta escaso, ora se devalúa si resulta excesivo, al igual que cualquiera otra mercancía. El juego bursátil se acoge a la ley de la ofertademanda y marca su valor de mercado. Diremos que el PTB es inorgánico porque su monto en dinero estaría sujeto al mismo carácter inorgánico de la moneda que le sirve de medida para su valor.
Buena parte del numerario sale al mercado contaminado con la probabilidad de que su volumen exceda con creces el valor trabajo de las mercancías que salen de las fábricas. Estas llevan un valor trabajo, de cambio, pero los mercaderes del crédito, los financistas y el Estados terminan poniéndoles otro generalmente superior. El PTB se hace inorgánico, los valores de uso y su utilidad ya parecen no contar y la Economía que se asfixia en un mar de papeles inservibles contradictoriamente clama por más de ellos.
Es el típico distanciamiento cuantitativo entre valores de uso y v. de cambio inevitablemente derivado del dinero como intermediario entre los productores y como medio de pago. Estos distanciamientos están potenciados para provocar las megacrisis financieras sin que nadie ni Estado alguno pueda prevenirlas ni regularlas. Son crisis inherentes al proceso mercantil fiduciario y crediticio.
Toda esa problemática de las alteraciones del valor de la moneda y del PTB representan el meollo fundamental entre un sistema de trueque y otro mercantil, pero magnificado éste en condiciones capitalistas, habida cuenta de que en este sistema, contrariamente a lo planteado por los marginalistas, termina privando el circulante frente a los bienes y servicios o valores de uso, a tal punto de que el empleo del dinero como medio de pago cristaliza en la figura del crédito.
Cuando el Nobelado Stiglitz sugiere abultar el PTB a punta de servicios no mercantilizados, en cierto modo reedita el criterio marginalista del valor utilitario común a todos los bienes con inclusión de los b. naturales tales como el agua y los diamantes. Aunque él alude a otros bienes, los de producción casera, por ejemplo. Repite así la ignorancia de que precisamente la utilidad de las mercancías es creada exclusivamente por los trabajadores en el momento mismo que ellos transforman los medios de producción que en conjunto forman el PTB orgánico que luego se trueca en inorgánico.
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1.-Recordemos los famosos y repudiados “mediecitos lisos”, de plata. Los comerciantes al menudeo y de bodegas de pobres estaban moscas ante esa alteración monetaria. La devaluación de esa monedita la hacía inaceptable en la circulación y su vida solía terminar en los crisoles. Hasta las de níquel terminaban allí por igual situación circulatoria. Sin embargo historiográficamente jugaron el papel de indicador indiscutible de la constancia de precios que hacía muy raro el reemplazo del circulante por otras monedas como suele pasar modernamente en algunos países rezagados o mal gerenciados.