El Partido Socialista Unido de Venezuela, al concebirse como un partido revolucionario, debe en consecuencia asumir la organización y los métodos más efectivos para una organización de tal naturaleza, enmarcado dentro de los principios que caracterizan a nuestra Revolución Bolivariana, como lo son: la democracia participativa y protagónica del pueblo ( en este caso de la militancia), el respeto a la persona como ser humano y la igualdad sin discriminación ni subordinación, entre otros. Dentro de este marco, la lucha de su militancia y buena parte de su dirigencia, exige combatir a diario las concepciones cuartarepublicanas que están presentes en la mente y en la acción de los que hemos vivido y crecido en un sistema capitalista salvaje ( valga la redundancia), las cuales se traducen fundamentalmente en vanidad, individualismo, liberalismo, oportunismo, arribismo; la tendencia a superponer los criterios personales por encima del criterio colectivo, la indisciplina, el desprecio a la crítica y a la autocrítica. Sobre este último punto (crítica y autocrítica) centraré el artículo de hoy.
En todo partido revolucionario, la crítica y la autocrítica es un método vital para su desarrollo democrático y fortalecimiento, ya que lleva indefectiblemente al debate ideológico y a la rectificación de ideas y prácticas erradas. Es absurdo pensar que dentro del partido no surjan contradicciones o discrepancias por algunas concepciones o políticas. Al respecto, el presidente Mao decía lo siguiente: “Dentro del Partido se producen constantemente oposición y lucha entre diferentes ideas. Esto es un reflejo, en el Partido, de las contradicciones entre las clases y entre lo nuevo y lo viejo en la sociedad. Si en el Partido no hubiera contradicciones ni luchas ideológicas para resolverlas, la vida del Partido tocaría a su fin”. (Sobre la contradicción (agosto de 1937), Obras Escogidas, t. I); pero la solución a esos conflictos, no puede ser el de defenestrar a los militantes o arrinconarlos para provocar su salida de las filas del partido. Hacer eso refleja una conducta liberal de quienes actúan así frente a un conflicto interno. Ese tipo de conducta liberal también fue criticada por el presidente Mao, de la siguiente manera: “Pero el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios, dando origen a un estilo decadente y filisteo, que conduce a la degeneración política de ciertas entidades y miembros en el Partido y demás organizaciones revolucionarias”. (Contra el liberalismo (7 de septiembre de 1937), Obras Escogidas, t. II.). No existe mejor método para mantener libre de conflictos internos a un partido revolucionario, que la autocrítica de los organismos de dirección y la crítica desde las bases del partido. Un partido, donde su dirigencia no se autocritique o autoevalúe, y que además no acepte las críticas de las bases, está cada día cavando su propia tumba.
Ninguna Dirigencia Revolucionaria puede pretender castrar el análisis de la militancia con el desprecio o el ataque frustrante. El uso del método de la crítica, supone por un lado, el señalamiento de errores, de manera objetiva y oportuna, sin intención de destruir a quien se critica, ni de someterlo a escarnio: la intención debe ser la de ubicar las causas y consecuencias del problema, así como de buscar el camino a su superación. Para esto, la crítica debe estar basada en hechos y tener sentido político; así como también, tener un sustento teórico y práctico que evite el sujetivismo, los juicios arbitrarios y la banalización de la crítica; y por otra parte, la crítica debe recibirse con una actitud receptiva y reflexiva, libre de resentimientos y susceptibilidades. De esta forma se fortalece la militancia y el partido y se destruye la práctica perniciosa del grupismo y el amiguismo; prácticas que se alimentan de la complicidad, conciliación y condescendencia con los errores y desviaciones. Solo la lucha ideológica, la crítica y autocrítica permiten desarrollar una verdadera camaradería y solidaridad.
Existe un peligro enorme cuando, para no aplicar el método de la crítica y la autocrítica, se apela a una mal entendida “disciplina del partido”; al respecto se refirió Alfredo Maneiro, en sus escritos políticos, criticando al Partido Comunista Venezolano; ya que a su juicio, el partido pretendía sustituir la disciplina, por la “obediencia”. Un militante revolucionario nunca es obediente, es disciplinado y la disciplina pasa por el debate de las ideas y por el respeto a la decisión de las mayorías. No quiero decir con esto, que todas las decisiones del partido deban ser sometidas a la consideración de las bases; sería un absurdo pretender eso, ya que se supone que la Directiva de un partido revolucionario es el producto de un consenso mayoritario de las bases, para confiar el diseño y conducción de las políticas del partido; pero es insoslayable que deben existir instancias de discusión, donde se puedan elevar la inquietudes de los militantes respecto a las políticas e ideas que genera la dirigencia, de otra manera se irán acumulando las frustraciones de los militancia, hasta que culmina, en el mejor de los casos en una división del partido. Nuestra historia política está plagada de esos ejemplos.
Permítanme camaradas, finalizar con otra cita del Presidente Mao, que quizás resume lo que hemos venido expresando: “La concienzuda práctica de la autocrítica es otro rasgo que distingue a nuestro Partido de los demás partidos políticos. Hemos dicho que la habitación se debe limpiar regularmente, porque de otra manera se amontonará el polvo, y que tenemos que lavarnos la cara regularmente, porque de otra manera se nos cubrirá de mugre. La mente de nuestros camaradas y el trabajo de nuestro Partido pueden cubrirse de polvo y deben ser limpiados y lavados. El agua corriente no se corrompe y a las bisagras de la puerta no los carcomen los gusanos. Este proverbio expresa cómo el movimiento constante impide el ataque de los microbios y otros organismos. Revisar regularmente nuestro trabajo, desarrollar durante el proceso de revisión el estilo democrático de trabajo, no temer a la crítica ni a la autocrítica y aplicar aquellas máximas populares chinas tan buenas como di todo lo que sepas y dilo sin reservas, no culpes al que hable, antes bien, toma sus palabras como una advertencia y corrige tus errores, si los has cometido, y guárdate de ellos si no has cometido ninguno: he aquí la única forma eficaz de evitar que el polvo y microbios políticos infecten la mente de nuestros camaradas y el cuerpo de nuestro Partido”.
(Sobre
el gobierno de coalición (24 de abril de 1945), Obras Escogidas, t.
III.)