Thomas Malthus sostenía que la pobreza de las masas era simplemente consecuencia del instinto de reproducción del hombre, y no dependía de los síntomas y condiciones sociales de la época.
Malthus registró en su obra la lucha entre la capacidad humana de reproducción y los sistemas de producción de alimentos, la cual consideró que sería perpetua. Pese a que la progresión del crecimiento de la población fuese mayor a la de los sistemas de producción alimenticia (sic) (medios de subsistencia), a largo plazo entrarían en juego poderosos frenos. El freno positivo (la población podría frenarse por la guerra, el hambre, las plagas o las enfermedades) y el freno preventivo (la restricción al crecimiento de la población por "la prudencia y la prevención", esto es, por la abstinencia sexual o el retraso de la edad del matrimonio cuando la pareja consiguiera acumular cierta cantidad de dinero u otros recursos)”. De Wikipedia, Internet. Negrillas adrede.
Sólo para introducir un hito expositivo: Afganistán, Irak, Haití, Grecia, España y ahorita mismo Chile. Estos países o mercados capitalistas se han visto afectados súbitamente, envueltos en depresiones económicas, en sus demandas y ofertas de poblaciones y medios de producción venidos a menos, en una mezcla informe de desgracias naturales y connaturales o sociales.
Tales “desgracias” son las que recogió el Clérigo Malthus a título de soportes para sus alarmantes, desacertadas, históricas y acientíficas elucubraciones demográficas. Tal vez fueron transitoriamente válidas dentro del marquito de las posibilidades feudales todavía agonizantes en el siglo XVIII al que pertenecía este renombrado investigador inglés.
Desde el mismo final siglo XVIII y mediados del SXIX todos los efectos materiales de aquellas desgracias socionaturales, valga el pleonasmo, se trocarán en nuevos mercados para la repotenciación de capitales dormidos o rezagados ante el acortamiento progresivo del grande y único mercado mundial ya penetrado por los intereses burgueses.
De allí que es razonable inferir que en su desesperación subjetiva los principales dueños de las más poderosas y capitalizadas compañías industriales modernas se acogen y aplican sin restricción alguna la conseja maltusiana. Y es así cómo no paran mientes en estimular beligerancias diplomáticas tendentes a querellas susceptibles de belicosas confrontaciones.
Las armas, la logística y la destrucción de medios de producción y reducción de demandantes insolventes les vienen al pelo y encajan perfectamente en la procusta solución que el rezagado Malthus por desgracia les bridó en bandeja de plata.
Pero no se trata de predicciones maltusianas ni mucho menos. De lo que se trata es de que cada vez que se abre un mercado nuevo ora porque surgen innovaciones tecnológicas sustitutivas de bienes y servicios imperantes, ora por semejantes desgracias, obviamente el mercado se renueva, se reoxigena, y en ello va y le seguirá yendo la férrea continuidad a un sistema que, cual Ave Fénix, aprovecha cada desgracias socionatural, las convierte involuntariamente en foco de inversiones burguesas o lucrativas a favor de su siempre insaciable apetito de crecimiento y centralización de capitales.