Se trata de una devaluación sin precedentes puesto que ahora nuestro salario y ahorros, si fuere el caso, fueron confiscados por el Estado (léase gobernantes) en un monto de 0,99975% (noventainueve mil novecientos setentaicinco por ciento) y nos han dejado apenas menos de 25 cienmilésimas partes de aquel dólar que pudimos comprar hasta aquel “jueves negro” de 1983.
Cuando uno empieza a digerir estas cifras también se arriba a la conclusión de que si hoy disponemos de tan poquitos dólares por cada Bs. en comparación con la cantidad de dólares que antes podíamos comparar con nuestros salarios y ahorros del año 1983, resulta evidente que durante las últimas tres décadas los trabajadores nos hemos empobrecido aproximadamente 50%, es decir podemos comer la mitad, vestir la mitad, divertirnos la mitad, viajar la mitad, ahorrar la mitad, beber la mitad, calzar la mitad, de los que antes comíamos, vestíamos, nos divertíamos, viajábamos, ahorrábamos, bebíamos y calzábamos.
También estamos conscientes de que durante la última década cumplida mucha gente está comiendo por primera vez, está mejorando sus estado económico y social, eso es innegable, pero lamentablemente esa redistribución de la riqueza practicada por la presente Administración Gubernamental ha podido hacerla sólo con cargo a aquel empobrecimiento sufrido sólo por la parte económicamente más valiosa de este país.
Es más, y es lo peor, la culpa de la marginalidad de un segmento de nuestra población, de la pobreza crítica de elevado índice, la desnutrición, la falta de asistencia pública educativa, sanitaria, etc., no es culpa de la gente que hoy está siendo castigada en carne propia por estas devaluaciones, las más insensatas y que han permitido un mayor enriquecimiento de las clases más culpables de semejante marginalización.
Esta presente Administración pareciera desconocer que la pobreza de estos pueblos burgueses, de la marginalidad y reforzamiento creciente del lumpen es derivada de la estructura económica, de la existencia de gente rica que capitaliza su dinero y patrimonio, del modo capitalista de producción.
Paradójica o demagógicamente, el gobierno se jacta de castigar el capitalismo pero lo hace a punta de castigar a los asalariados de la clase media, y esto nos revela la pobreza política de estas devaluaciones monetarias que se traducen en el empobrecimiento de la porción de la clase asalariada que había sabido escapado de la marginalidad que hoy sirve de soporte electoral al gobierno de turno.
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