Mucho se habla de la participación de la mujer en este proceso revolucionario pero yo soy una inconformista, además de ser observadora, por lo que he notado que aquí falta una pieza elemental: La cuaima de Chávez.
Si mi presi tuviera su cuaima, cuántos problemas no ahorraríamos. Imaginen a mi presi, cavilando una noche, como suele cavilar, pero bajo la vigilancia férrea de su cuaima adorada.
Creo que Fulano va para el Ministerio de tal y tal.-Diría él.
¿Otra vez Fulano?-Saltaría la cuaima desde la cama presidencial quitándole la palabra a mi presi hasta que éste le de la razón.- ¿Ese que no lo quieren ni en su casa? ¿Ese que perdió contra los adecos? Mi amor ¿Pero tu estás loco? ¿Qué Samán de Güere no qué ocho cuartos Hugo Rafael? -Mi presi se pondría rígido al escuchar sus dos nombres de labios de su amada, que ahora está enroscada en un sillón y meneando el cascabel. Bien sabe que ella usa sólo el Hugo Rafael para las discusiones que pretende ganar y gana.- Como si no se pudiera jurar en vano debajo de un Samán.-Continua cuamilmente, pestañeando y torciéndole los ojos.- ¡Por el amor de Alí Primera! Mi inocente primer mandatario ¿No te das cuenta de que ese llenó el ministerio anterior de viceministros nulos que solo cobraban y designaban ayudantes que solo cobraban y designaban ayudantes que solo cobraban...? ¿No te acuerdas cómo la gente, tu pueblo, ellos: la voz de Dios, te gritaban en aquel Aló Presidente que Fulano no les paraba ni media pelota? ¿Te acuerdas del pellizco que te tuve que meter cuando, públicamente, pusiste en duda lo que te contaba aquel valiente representante un concejo comunal? No me obligues a pellizcarte otra vez, Hugo Rafael, no me obligues…
Y a ese otro, sí, aquel con carita de yo no fui, me lo vas destituyendo ya. Mira que el otro día me encontré con su mujer y la muy bicha tenía una pinta como jamás le vi allá en el 23. Y no es que uno no sea coqueta, pero ¿de donde saca una patenlesuelo como ella un anillote de esmeraldas para ponerlo en uno de los dedos que se posará sobre el volante de una camionetota que parece un platillo volador? Cinco guardaespaldas, Hugo Rafael, CIN-CO, dos a’lante y tres atrás, más un policía en moto, y con aquella actitud de mírame y no me toques, de guácalas pueblo hediondo fo… y para colmo, y que quiere ser alcaldesa porque la apoya el marido con los fondos ministeriales. Yo te digo una cosa, mi vida, tu fíjate bien en este detalle que no falla: si va vestido de estricto rojo, si hasta los calzoncillos que lleva son colorados, sácalo, mi amorcito lindo, apártalo de tu lado, porque si uno es lo que es, no se tiene que andar disfrazando para parecerlo.
Y ya que me estás oyendo yo te diría que revises con lupa a toditos tus amigotes, que sí, que hay unos buenos y yo sé perfectamente bien quienes son, pero no olvides que tengo olfato canino para la traición y el disimulo y me huele, me huele… ¿Te acuerdas lo bravo que te pusiste cuando le torcí los ojos a Baduel? Es que no hay concejo de ministros en el que no coja una calentera, mi corazón. Dígame cuando los descubres en una sus idioteces, esas que el pueblo luego termina pagando con sufrimiento y carencias, y ellos tartamudeando y le pasan la bola a un subalterno que también tartamudea…
Yo estaba a punto de darte un pellizco la vez que esa viceministra, Escarlatina Rojas Bermellón, explicaba que no habían hecho nada de lo que tenían que haber hecho, pero que el proyecto estaba en proyecto y, eso sí, bien endógeno, bien comunal, bien poder popular, bien “Si, mi Comandante Presidente”. Me suena, y me disculpas mi pichurri, pero tu sabes que no tengo pelos en la lengua, decía que me suena tan jalabólico eso de Comandante Presidente y ¡Mosca! Que, por ahí, hay un amigote tuyo que quiere que le digan comandante a él también… Bueno, que fue glorioso cómo te salvaste del pellizco que te iba a meter si no te tragabas a esa Escarlatina embaucadora de verborrea pseudorevolucionaria. Tenía las uñas preparadas para clavártelas en la rosquita, ahí junto las costillas, donde más te duele, cuando te vi perder la paciencia, mi cielo, y me dije: ya se fregó está mujercita de uñas e ideas postizas. Y cuando le armaste su zaperoco en vivo, directo, vía satélite Simón Bolívar. Sentí, porque, ya sabes que siento cosas y nunca me equivoco, que el pueblo enterito se puso a aplaudirte de pie. Como yo soy pueblo, ángel de mi alma, también me levanté y aplaudí imaginando cómo rodarían las cabezas irresponsables que te hacen quedar tan mal.
Pues las cabezas están intactas, mi dulcito de coco, algunas mejor que nunca, más ricas, más buchonas, más descaradas. Borrachas de poder y de impunidad, tejiendo telarañas, armando roscas, mintiéndote, mi vidita, alejándote de tu pueblo que te quiere bien todavía... Sí, mi amor, a pesar de los cipotazos, te quiere bien todavía. Porque ellos saben lo que yo sé: que eres más bueno que el carajo, estudioso y honesto, que tu amor por nosotros es verdadero, pero que a la hora de los amigotes, pones la torta Hugo Rafael.
No me frunzas esa bemba, mi negro bello, que yo te digo las cosas como son, porque callarlas sería malquererte y tu sabes que yo no soy así. Yo no soy del clan del Samán de Güere como unos; ni, como otros, una de las estrellas del 13 de abril, no hablé con Generales ese día, ni te fui a rescatar a la Orchila, ni salí en televisión. Yo sólo soy una de las salió a la calle, junto con aquel gentío, a exigir que me devolvieran a mi amor.
¡Ay! Si mi presi tuviera una cuaima...
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