Nadie nos puede obligar a elegir entre el Presidente Chávez, líder de este proceso revolucionario, y un general como Müller Rojas, quien, hasta que se pruebe lo contrario, es un hombre probo, de principios, incapaz de torcer su rumbo y parte indisoluble de la dirigencia de este proceso. Es su derecho acer públicas las fuertes críticas sobre el alacranismo palaciego que, a su juicio, mantiene al mismísimo Presidente encerrado en un círculo más allá del cual no lo dejan ver.
Y es que algunos pretenden hacer costumbre, como en los tiempos estalinistas de la Unión Soviética, de satanizar la crítica, más satanizada cuanto más certera. Pero al contrario de esa práctica reaccionaria, debemos tratar las contradicciones internas de diferente manera que las que nos separan y los oponen a los enemigos, para nutrir, depurar y desarrollar la teoría de nuestra revolución.
Las contradicciones entre el General Müller y cierta tendencia dominante dentro del PSUV, que hasta ahora ha enrumbado muchas prácticas del gobierno hacia una dirección distinta a la que señala Chávez, son contradicciones en el seno del pueblo; y hasta donde he podido observar (no me pierdo ninguna de sus declaraciones y artículos), este anciano caballero no ha atacado al Presidente más allá de un diagonal reproche nacido del cariño que tiene por el Comandante, y de la ausencia de respuestas contundentes (que él no ve) frente al alacranismo, que tanto ha saboteado el proceso de transición al socialismo, hasta el punto de que ni siquiera el motor de arranque ha encendido completamente.
Hasta Marta Harnecker ha intervenido en esta discusión y, diplomática aunque decididamente, ha dicho que “deben escuchar las críticas”. Es que éstas, venidas desde dentro y con buena fe, como es en este caso, son saludables, porque ayudan a ver realidades que, de otra manera, serían invisibles para quienes no estamos en los altos niveles del Estado. Las críticas del General reflejan muchos desencantos que sufren muchas y muchos revolucionarios, que sin embargo siguen trabajando y votando, sólo porque tienen confianza en el Presidente, “a pesar de” los hechos de los personajes criticados por Müller sin nombrarlos.
Es el inicio de una profundización de la lucha ideológica interna, que se ha de manifestar en las decisiones del Congreso Extraordinario, y que ayudará a Venezuela a producir teoría revolucionaria del siglo 21, más allá de las exudaciones intelectuales de ciertos escritores de nombre conocido, que miran por encima de la cerca, pero no conocen en el detalle la realidad de Venezuela, ni nuestra idiosincrasia.
Fidel Castro decía una vez que había cometido el error de pensar que alguien sabía cómo hacer el socialismo. Y es así. Aquí no hay un manual de instrucciones, sino un movimiento incesante en un gobierno sometido a ataques desde fuera y desde dentro, que entre tanto tiene que ir abriendo un camino que le permita avanzar “en caliente”, errando y corrigiendo, en medio de la infección endémica de la corrupción, que es inherente a la naturaleza misma del capitalismo y continuará presente mientras ese sistema exista, más desarrollada por la impunidad y por la cantidad de dinero que se mueve en nuestra Patria.
Müller Rojas es un anciano octogenario que tiene derecho a descansar. No veo por qué, cuando ha hecho su labor de vida, y su delicada salud se beneficiaría con un retiro de la política en tiempos de caos como el que vivimos, inevitable porque hay cambios profundos; su retirada de la escena política tiene que ser denigrada y él ofendido gratuitamente. Y todo por haber dicho críticas que mucha gente murmura, pero pocos tienen la base suficiente para emitirlas, como la tiene él, que ha estado en las altas esferas viendo, padeciendo y calándose todo.
El retiro del General no es una huída del combate, ni un brinco de talanquera. Es el retiro del General, que aprovechó para dejar prendida la llamita de la crítica, que tal vez incendie la pradera de la lucha ideológica, saludable para el proceso revolucionario.
Pero estamos seguros de que, mientras disfruta del retiro del guerrero, su conciencia seguirá despierta, y tal vez nos dé, de vez en cuando, sus escritos lúcidos de anciano sabio.
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