En Rusia coinciden con una mínima diferencia de ½ siglo la revolución antifeudal y la anticapitalista, los movimientos socialistas precomunistas contra los terratenientes, y los mov. comunistas contra los capitalistas. El fracaso soviético lo conocemos, particularmente su retraso como sociedad capitalista frenada por una política e ideología socialistas desfasadas, demagogas y oportunistas. Un campesinado al lado de un obreraje naciente que fueron homologados por Marx como “proletariado”, a quienes este pedía una “unión”, una concordancia de criterios para poder enfrentar a los nuevos explotadores. Lenin abogó mucho por la alianza obrero-campesina, y de allí el famoso logo de la “hoz y el martillo”. La designación de proletarios como trabajador exclusivamente capitalista jamás ha existido.
Pero también la propia clase burguesa ha contribuido con semejante y extemporánea práctica anticapitalista. Efectivamente, los apologistas burgueses son quienes por razones obvias más han bebido y caletreado el contenido correcto de la contribución de Marx respecto a la vida de este modo de producción.
Desde hace muchas décadas los capitalistas medios y pequeñoburgueses se sienten impedidos de seguir avanzando en su carrera de acumulación de capital por razones del empoderamiento creciente de los principales países y capitalistas transnacionalistas, pioneros del desarrollo industrial que arrancó y floreció en la Inglaterra victoriana. Como eso es así, entonces esa subclase ha venido valiéndose de consignas “socialistas”, y han estimulado mil conatos “revolucionarios,”, han alimentado partidos políticos pseudoizquierdistas, y a muchas escaramuzas antiimperialistas.
Estos políticos, quienes de comunistas sólo han tenido el mote de socialdemócratas, socialistas, populistas, se han se han movido tan errónea y prematuramente como Lenin lo hiciera en su oportunidad. Se trata de una izquierda malsana formada por pillos de la política, oportunistas de toda calaña, y en el caso más excusable, de ilusos que han creído que las revoluciones contra el capital es cuestión de nacionalizaciones o expropiaciones estatales con una bandera que va desde NO a las PRIVATIZACIONES de los SERVICIOS PÚBLICOS hasta prosaicas arremetidas verbales contra gobernantes de países altamente desarrollados.
Estas arremetidas, esas “socializaciones”, esas expropiaciones, esas nacionalizaciones, paradójicamente han sido financiadas por la alta Banca Internacional, y con más créditos para su mantenimiento cuando esas obras desprivatizadas pasan a poder del Estado sin que este cuente ni siquiera con las plantillas tecnocientíficas que las pongan en marcha con eficiencia y eficacia. De partida, todas esas obras se enrumban al fracaso burocrático, se convierten en “elefantes blancos” que acrecientan las necesidades presupuestarias de cada año y cuyo déficit necesariamente es superado temporalmente por nuevos y crecientes endeudamientos públicos. Hacia allí han apuntado estas aburguesadas y prematuras socializaciones.
Tales políticos identificados como socialistas se han prestado al juego de un “socialismo” improvisado que finalmente sólo le alarga la vida al sistema capitalista, amén de sembrar un desprestigio creciente sobre todo lo que huela a comunismo, con lo cual han bajado los reclamos reivindicativos salariales frente al gran industrial y verdadero imperialista moderno.
Esta mala influencia ejercida por los negadores de la privatización general de la Economía ha prendido principalmente en el segmento de mayor peso tecnocientífico, en la llamada clase media, misma que, en el caso venezolano, es retrógrada por excelencia. Esta subclase es defensora a ultranza de un capitalismo que contradictoriamente es contrario a los intereses del trabajador asalariado pero que es a su vez el modo más expedito para desarrollar las fuerzas productivas que eleven finalmente la conciencia proletaria más allá de la inapropiada conciencia burguesa que sigue caracterizando el pensamiento del trabajador burgués.
Bien, los gobernantes corruptos de los países rezagados, los mismos que son debidamente escogidos por la subclase de capitalistas amenazados por los países y empresarios de mayor giro, protegen estos falsos socialismos a fin de poder repartirse arbitrariamente el Presupuesto Nacional al margen de sus cualidades empresariales capitalistas. Estos burgueses, decimos, jamás han entendido el papel del Estado Burgués. Han impedido que las empresas y los empresarios más y mejor capacitados para desarrollar las fuerzas productivas penetren toda la economía.
Al Capitalismo se le ha vendido erróneamente manejando como si fuera una enfermedad infecciosa que mientras más antes se la combata, mejor. La mediática política de estos burgueses, incapaces para desarrollarse por sí mismos, ha criminalizado la gerencia privada e irrespetado el mensaje marxiano, según el cual el modo burgués sólo se extinguirá cuando el desarrollo de las Fuerzas Productivas así lo induzcan.
Vemos que el Estado latinoamericano es incapaz de partida para satisfacer las necesidades sólo satisfactibles mediante mercancías, y estas por excelencia son un asunto privado. Esos gobernantes, por lo menos, los latinos, han fracasado rotundamente con cada proyecto de Obras Públicas. Ahí está el caso venezolano, de Guri, una descomunal obra eléctrica que hoy luce quebrada, dañada y fracasada por variopintas negligencias e ineptitudes burocráticas. Al final han reprivatizado, lo que habían nacionalizado, y cuando la empresa privada endereza sus entuertos, entonces surge un populista aupado por falsos socialistas y en colusión deciden renacionalizar o socializar para dar tremendo show de inutilidad, de corruptelas.
El consejo marxiano es preciso y palmario: Debemos dejar que el capitalismo bote todo su potencial. Combatirlo prematuramente ha sido contradictorio, casos: URSS, China, Cuba, y ahora Venezuela cuya economía se abre más a los apetitos burgueses por cuanto su economía se halla en franco decaimiento industrial, el Estado explota a sus trabajadores burocráticos, un comercio formal e informal que frena la oferta de asalariados y una banca más parasitaria mercantil que proindustrialista.
marmac@cantv.net