Hay mucha confusión manejada e inducida por la mediática de ahora y de ayer. Más bien pulula mucha definición subjetiva gubernamental. No se maneja una idea clara sobre qué significa ni sobre qué es el Socialismo de los tiempos modernos. A este Socialismo “capitalista” debemos diferenciarlo del Socialismo primitivo; este fue un modo de producción, una estructura económica, y el de nuestros tiempos no lo es.
Por definición científica, Socialismo es una fase política o superestructural durante la cual una sociedad capitalista se va transformando en una sociedad comunista. Esta transformación necesita un Estado ad hoc. Se trata de una forma de Estado, como forma de gobierno, en el cual el proletariado asumiría un poder dictatorial meramente político, un Estado de transición que vaya permitiendo la eliminación progresiva y firme de los vestigios burgueses que ideológicamente se mantendrían rezagados luego de que la alta burguesía pierda interés en la contrata de asalariados porque su rentabilidad ya no les dé ganancia alguna. Su transformación es tan compleja como la cantidad de capitalistas involucrados, a diferencia de los grandes capitalistas que por ejemplo, hoy se les marca con el número “8”. Cuando esa transformación y limpieza de vestigios burgueses haya terminado, entonces se hará iniciado una nueva estructura económica, habrá nacido el Comunismo que, de paso, no requiere ningún Estado como forma de gobierno.
El caso es que en la libre competencia mercantil capitalista no todos los inversionistas logran crecer y crecer, ni concentrar y concentrar capital como sí lo logran los industriales punteros de todos los tiempos. La clase burguesa no es homogénea ni comparten los beneficios democráticamente. Por el contrario, los países industrializados que acusan mayor composición orgánica de capital terminan usufructuando parte del plusvalor arrancado en las fábricas mediana y pequeñoburguesa.
En medio de ese heterogéneo cuadro burgués, el Estado socialista busca terminar la obra que la tendencia decreciente de la ganancia logra al final de la cual la alta burguesía sale del juego sin necesidad de expropiaciones pseudosocialista. Estas expropiaciones, nacionalizaciones y socializaciones burguesas sólo han servido para alargarle la vida al modo burgués y para que muchos políticos disfrazados se izquierdistas, de socialistas o de etceteristas hagan jugosas carreras por la vía del enriquecimiento corrupto sin resolver ninguno de los problemas que supuestamente entran en todas sus promisiones electorales.
Una vez establecido el Estado dictatorial proletario, o Estado socialista anticapitalista, apartada del juego la alta burguesía dominante, entonces entrarían a oponerse al cambio los medianos y pequeños burgueses, más capitalistas teóricos que c. prácticos ya que su nivel de acumulación de capital les limita indefinidamente su radio de acción internacional. Por eso, ese Estado proletario en funciones es el verdadero socialismo como expresión de una superestructura capaz de reacomodar la estructura capitalista que se halla en su base.
De tal manera que, por ejemplo, lo que ahorita se denomina “Socialismo del Siglo XXI” no pasa de ser otra definición errónea basada en la falsa concepción, según la cual los políticos involucrados pretenden hacerle ver al pueblo ignaro que el Socialismo es un modo de vida, cuando que ningún socialismo verdadero deja de ser una simple forma de gobierno. Si esta forma no es la representada 100% por el proletariado, por los trabajadores y por lo mejor de las fuerzas productivas materiales y humanas, entonces sólo se está en presencia del mismo Estado burgués, de una modalidad más de gobierno burgués independientemente del mote que se atribuya.
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