Escribimos este artículo después de la derrota del juego entre Brasil y Holanda el viernes 2 de julio de 2010. Los temas aquí abordados intentan transcender la temporalidad y el debate anecdótico. Nuestra opinión como torcedores (hinchas, fanáticos) y amantes del fútbol no es relevante. Concentramos el abordaje en las relaciones de poder de la economía política del fútbol y los medios corporativos.
El hecho
Hace poco más de quince días, cuando el país aún eufórico conmemoraba
la sorprendentemente buena exhibición de la selección brasileña comandada
por Dunga, (gaúcho -natural de Rio Grande do Sul- de la ciudad de Ijuí,
zona de mayoría de descendientes de italianos en el extremo sur del
Brasil). Momentos después del partido donde el equipo de Ricardo Teixeira,
(presidente de la Confederación Brasileña de Fútbol, CBF), venció
a Costa del Marfil por 3 a 1, se dio un episodio impar en el moribundo
periodismo deportivo (transformado en infa-entretenimiento para la baja
cognición) y en las relaciones entre los medios oligopólicos, en especial
con el líder del oligopolio (Organizaciones Globo, perteneciente la
familia Marinho), y el público consumidor de “noticias” futboleras.
La situación es de conocimiento mundial, y resultó en un duro enfrentamiento
oral entre el entrenador brasileño y un reportero y presentador con
talento cómico, Alex Escobar, empleado de la Televisón Globo. Aunque
el tema ya esté más que comentado en los medios de Brasil, nos sentimos
en la obligación de levantar algunos puntos del debate para compartir
con los hermanos latinoamericanos.
Subiendo la escalera ya en el último escalón
Carlos Caetano Bledorn Verri responde al sobrenombre de Dunga y recibió
una oportunidad rara bajo todo punto de vista. Tenemos que reconocer
que ningún trabajador, de oficio alguno, sea él o ella clasista o
arribista, identificado con el sello de “profesional”, inicia jamás
su trayectoria en el mundo del trabajo desde el tope y consagración
de su carrera. Ni aún los más críticos contra la marketización,
enemigos viscerales de la ampliación de los espacios de mercado en
la sociedad –como quienes escriben– va a admitir que un neófito
dé el primer paso a partir del puesto máximo imaginable. Dunga, alcanzó
el tope del mundo sin subir escalón alguno. Jamás entrenó siquiera
a un equipo de fútbol de botón (patrimonio cultural de los pueblos
brasileños, que corresponde a un juego de niños y también deporte
profesional para jóvenes y adultos, en el cual se usan botones como
jugadores y una mesa como campo de fútbol) y comienza a coordinar repentinamente
la selección más adorada del planeta.
La CBF es una entidad privada, supuestamente federalista, pero en la
práctica refleja el poder ejecutivo casi imperial de su presidente.
Así lo fue en la Era João Havelange (cuando aún existía la Confederación
Brasileña de Deportes, antecesora de la CBF), y después del mismo
pasó con el almirante Heleno Nunes. Vale observar que este oficial
naval fue el “genio” que forzó al capitán de artillería del Ejército
y egresado de su Escuela de Educación Física, Cláudio Coutinho, a
dejar al más habilidoso jugador del Internacionale y futuro
“Rey de Roma”, Paulo Roberto Falcão, en el Brasil y llevar al violento
volante del São Paulo Futebol Clubre, Chicão, a la Copa de
1978 en la Argentina.
Dicen en las mazmorras de la dictadura que el volante (jugando de 5) del São Paulo era adorado con un “Dios de la Raza” por el Departamento de Orden Político y Social (DOPS), órgano de represión policial en los años de dictadura militar en el país. No nos espanta. Siguiendo en la trayectoria de la entidad, ya como CBF, tuvo la doble vergüenza de ser presidida por comandantes políticos, Octávio Pinto Guimarães y el entonces diputado estadual de São Paulo, Nabi Abi Chedid, culminando con el Reinado de Ricardo Teixeira, el ex-yerno de Havelange. Este operador de la Bolsa de Valores, amo y señor de la estructura máxima del fútbol identidad del país, alcanzó el poder el 16 de enero de 1989, cuando se hizo presidente de la Confederación.
Ya en aquel hoy distante primer año al frente de la entidad, colocó
al ex-preparador físico del Flamengo y recién iniciado entrenador
de fútbol, Sebastião Lazaroni, que recibió el mando de la selección.
En el proceso, el genio de la CBF destruyó la carrera de Falcão como
director técnico, colocándolo en la hoguera de la Copa América de
Chile, al obligarlo a convocar sólo jugadores jóvenes y borrar algunos
titulares de la Copa de 1990, como Romário y Dunga. El Brasil acabó
la competición en segundo lugar, detrás de la archi-rival Argentina.
En el caso de Dunga como entrenador, el patrón se mantiene. Ricardo
Teixeira indica a alguien con trayectoria vencedora dentro de las cuatro
líneas, una persona con la marca de la seriedad y empeño en el trabajo,
pero sin ninguna experiencia práctica. Independiente de evaluar bien
o no el trabajo de Dunga (y nosotros dos estamos entre los críticos),
los analistas políticos tienen cómo deber interpretar que hechos así
sólo ocurren en organizaciones autocráticas, cuando un Ejecutivo “manda
prender y manda soltar”, o “bate, prende y da trompadas”, siguiendo
sólo sus propios criterios. O sea, mientras que atienda los anhelos
de los aliados emprendedores económicos del negocio del balón, el
Presidente Emperador hace lo que quiera.
Para quien imagina que exageramos, basta un recuerdo. Indicar a Dunga
para la selección brasileña sin nunca haber entrenado ni un equipo
de fútbol amateur, es la réplica del patrón de lo ocurrido la noche
anterior a la final de la Copa del Mundo de 1998 y que resultó en colocar
a Ronaldo Nazário, jugador patrocinado por la Nike, fuera de toda y
cualquier condición de juego. Posteriormente el hecho rindió, generando
la Comisión Parlamentaria de Interrogatorio (CPI) de la Nike y de la
CBF, que investigaba sospechas de irregularidades en el contrato entre
la empresa y la entidad. Los informes fueron velados y el libro escrito
por uno de sus relatores tuvo su edición incautada en las librerías
y distribuidoras.
La bancada del balón (propietarios o amigos de propietarios de grandes
clubes de fútbol conocidos como cartolas) con mandato federal o amistades
junto a la Presidencia de la República, es poderosa. Por estos y otros
factores, sería inimaginable suponer que Dunga no haya tenido una buena
relación con la dirección de la Confederación en general y con su
presidente en particular. Este acto, relacionado con el patrón de juego
por él impuesto, más la predicación de la “ideología de la superación”
y la abundancia de patrocinadores, conforma un escenario perfecto para
imponer a Dunga y su auxiliar-técnico Jorge de Amorim Campos, el Jorginho,
de chapas-blanca (siempre son gobierno) y subordinados.
No serían los primeros tampoco. Es el patrón de la CBF (como en la
antigua CBD) y con el que muy pocos discordaron. Un ejemplo máximo
de combate es el eterno nostálgico João Sin Miedo Saldanha, del Alegrete
(frontera oeste del Rio Grande do Sul, cerquita de la Banda Oriental
del Uruguay) y gaúcho sin acento, de otra estirpe diferente a la del
natural de Ijuí, quien perdió el puesto de director técnico de la
selección brasileña a las vísperas de la Copa de 1970, por no convocar
a los jugadores exigidos por el entonces presidente militar Emílio
Garrastazu Médici. O sea, cualquier persona con un mínimo de noción
de rebeldía y dignidad, tiene razones y motivos para discordar y hasta
antipatizar con Dunga, sus métodos y aliados. Lo que nadie esperaba
era la reacción de este entrenador con la emisora líder de la TV brasileña.
El entrevero de fondo
Así como tenemos diversos motivos para no soportar el técnico de la
selección brasileña (por factores futbolísticos más que nada), confieso
que nos sorprendemos con su reacción ante la TV Globo y en vivo. Explicamos.
No fue la primera vez y por lo visto no será la última situación
en que Carlos Caetano colisiona de frente con los medios comerciales,
oligopólicos y corporativos brasileños. En el caso de los conglomerados
mediáticos nacionales, buena parte de sus operarios en función de
reporteros “capturaron” (en la jerga periodística) los hechos y
demostraron indignación posterior. El silencio de siempre venía de
la amiga y compañera de Ricardo Teixeira, la Organización Globo. No
nos recordamos de un acto de solidaridad de esta emisora para con los
compañeros empleados en las concurrentes. Y siempre fueron manifestadas
groserías por la dupla de la comisión técnica al mando. Además de
Dunga, Jorginho siempre se indigna con las críticas y levanta la voz,
repudiando las supuestas posturas antipatriotas de coleguitas de la
prensa atacándolos.
Es preciso tejer algunas consideraciones:
Nadie puede ocupar un puesto de exposición pública y sentirse inmune
a la crítica. Así, quien sienta delante de una rueda de reporteros
corporativos con un panel de patrocinadores atrás, tiene una previsión
de comportamiento estudiado, trabajado a través de un entrenamiento
previo en declaraciones y edulcorando respuestas, que refuercen el “sentido
común”, condensando ideas de consentimiento forzado y alejándose
de polémicas. Al menos en esto, según nuestro punto de vista, Dunga
se porta bien.
Carlos Caetano tiene el deber de oír opiniones ajenas y respetar todas
las formas de crítica. A la vez, no tiene ninguna obligación de reconocer
un mandato societario de los medios corporativos. Los reporteros hablan
en nombre de sus empresas, sus productos irán para una trama montada
sobre un modelo de negocios y todo está entreverado con entretenimiento.
Ya resta poca o casi ninguna vocación de periodismo como paladín de
la ciudadanía en los medios corporativos deportivos brasileños y mundiales.
La libertad de prensa defendida por editores y patrones, es la libertad
de empresa. Quién más ejecuta la censura son las autoridades al mando
de anunciantes o socios mayoritarios. Los bastidores del fútbol brasileño
revelan un nexo político-financiero-criminal y hasta los adolescentes
saben de eso. El patrón es el mismo en poderosas pandillas extranjeras,
como la inglesa, donde hay de todo menos capital inglés controlando
sus clubes-empresa. Ese es el paño de fondo y es mucho más relevante
que la posible operación pubiana del marido de la obispa Caroline Celico,
operadora mediático-financiera de la “Iglesia” Renacer en Cristo
en el Estado Español, el medio campista Ricardo Izecson de Santos Leite,
que atiende por el apodo de Kaká.
En ese sentido entendemos que Dunga está en su derecho, tanto de reaccionar
como bien quiera (y asumir las consecuencias de su acción) delante
de provocaciones de todo orden. El ejercicio arbitrario de las propias
razones hasta crimen es, pero de peso leve, del tipo de crimen de honra.
No habiendo violencia gratuita, que él que reaccione de acuerdo a su
buen entender y que sirva de lección. La gritería es amplia: “¡El
técnico de la selección no es un modelo de comportamiento!”. Es
verdad; pero la crítica sobre él se da en la relación de su temperamento
con los anhelos de exposición mediática para atender las cotas de
patrocinio y la figura de relaciones públicas que el balón como negocio
exige de sus estrellas. Cierta vez afirmamos que los jugadores de dimensión
internacional son una especie de commodity que anda, habla y hace tonterías
con la propia reputación y la ajena. Desde ese punto de vista, Dunga
es un desastre andante y hablante. Para nosotros, en ese rublo, Carlos
Caetano hizo un golazo, lavando el alma en la pelea simbólica de millones
de brasileños.
Ya de la parte de la Globo, la irritación tiene su origen en la prohibición
de exclusivas y en el fin de privilegios en zonas mixtas especiales.
En 2002 la emisora transmitió la Copa sola y en el desastre de
2006, tuvo “competencia” sólo en la TV paga a través del canal
por cable y satelite Band Sports. En esa ocasión, Carlos Caetano era
operario de la familia Saad (descendientes de libaneses radicados en
San Pablo), dueña de la Red Bandeirante, y comentaba la Copa de Alemania
para la filial de la familia Marinho. Aprendió en el llano la dureza
de enfrentar una tropa completa estando en minoría. Debe haber visto
pocas y buenas también; finalmente, estamos en la era de la corrupción
electrónica y de las estructuras de poder atravesadas por el marketing
y el comercio de imágenes. Sabiendo de eso, atormentado con las reclamaciones
venidas desde encima (entre direcciones), Dunga explotó delante de
la humanidad a través de las pantallas de TV.
Además de la irritación de la TV líder por la pérdida de los privilegios
que siempre tuvo, también consta el hecho de la exageración de entrenamientos
cerrados. Los reporteros afirman que así ellos no consiguen producir
“contenido” para alimentar las redes. Esa es una media verdad. La
otra punta es la captura de imágenes de las placas de los patrocinadores.
Exposición de imagen es la moneda de cambio del empleo de dinero en
pago por la estampa de las logo-marcas en los uniformes de entrenamiento
y juego, además de las piezas publicitarias utilizadas por los jugadores
de la selección. Sin esa cobertura, Dunga gana en el control del grupo,
pero a la vez disminuye la satisfacción de los aplicadores en su inversión
común. Por estas dos peleas simultáneas, es de sentido común que
el actual entrenador tiene sus días contados, tanto frente a la eliminación
y aún si se hubiera salido campeón del mundo.
La estructura de poder del fútbol brasileño pasa por cuatro patas
fundamentales y no tolera mucha divergencia. Son ellas: la generación
y venta de imágenes (vía TV, y recientemente vía TV pagada, como
en los canales Premiere Fútbol Club, perteneciente a la Globo, vía
cable y satélite); la negociación de derechos económicos de jugadores
(donde operan inversores y millonarios más reconocidos, teniendo o
no una empresa naranja al frente, a ejemplo de la Medía Sport Investment,
que financió la venida de jugadores super caros al Corinthians en 2005,
como Carlitos Tevez, Javier Mascherano y Nilmar, en una de las mayores
operaciones de lavado de dinero del fútbol brasileño); la negociación
de derechos de imágenes y publicidad (donde lidera la co-propietaria
del fútbol nacional, la empresa Traffic de J. Hawilla, patrón del
ex-presidente del Flamengo, Kleber Leche, por ejemplo); y la comandancia
más tradicional por la vía de los dirigentes (decimos cartolas, en
la jerga futbolera brasileña), como es el caso de Ricardo Teixeira.
Ninguna de esas cuatro patas sostiene o tolera un comportamiento independiente
y autonómico, aunque exprese un pensamiento conservador y patriotero,
aunque tenga su imagen vinculada a una serie de patrocinadores de grueso
calibre. Una commodity no puede generar incertidumbre en el inversor.
Dunga la genera, y por eso, es que él
– ganando o perdiendo - ya estaba fuera.
Comentario final
Dunga y Jorginho se pasaron del límite de la buena convivencia con los medios corporativos y esto acarrea una sentencia punitiva. No nos espantemos de se estén preparando materiales de aliento, cuyas pautas de archivo ya deben inclusive estar listas, apuntando en el titular, la fritura del actual técnico de la selección.
A la vez, reafirmamos que simpatizar con la actitud de Dunga delante
de los medios corporativos no implica una adhesión ni a su estilo de
juego (que consideramos mediocre y medroso) y menos aún una defensa
de su permanencia en el cargo. Eso sí sería mezclar fútbol con política,
elogiando un comportamiento rebelde y a partir de ahí reconocer una
supuesta especialización como entrenador, característica que no aceptamos
de ninguna forma. Podemos y debemos elogiar la conducta delante de uno
de los poderes de hecho del país y no respaldar el desempeño en el
oficio que ejerce. Tal es el caso.
Vemos que el episodio abrió precedente y puede y debe ser repetido
siempre que alguien se sienta acosado delante de la industria de los
medios. Y, por tratarse de fútbol, la incidencia y su efecto didáctico
son inmensos. Cabe a los batalladores de la democracia en los medios,
como a los intérpretes y analistas del oligopolio, trabajar el hecho
más allá del episodio puntual. Redescubiertas y expuestas al público,
las estructuras del fútbol brasileño son insostenibles bajo todo punto
de vista. Este es un buen momento. Ojala los brasileños laven sus lágrimas
producidas por el desastre en la cancha y se organicen más para la
pelea en contra los dirigentes autocráticos de nuestra fiesta mayor.