En los años 80 cuando hubo conflictos armados, no solos internos sino externos, en Centro-América (Nicaragua, El Salvador, Honduras y Guatemala), nosotros los Latino-Americanos supimos llevar la paz a Mesoamérica, por intermedio de la experiencia exitosa del Grupo de Contadora, que conllevaron a los acuerdos de paz de Esquipulas, que sellaron el fin de la guerra en esa atribulada región de nuestra América.
El grupo de Contadora lo integraron México, Panamá, Colombia y Venezuela, y se debió su nombre a que su creación fue en la Isla de Contadora en la República de Panamá. El grupo de Contadora, aun retando al Imperialismo Yanqui, el verdadero causante del desangramiento del pueblo Maya y a pesar que no eran gobiernos revolucionarios sino de tendencia socialdemócratas, supieron imponerse y plantear la paz de frente; y su accionar, repito, conllevaron a los exitosos y definitivos (La paz se ha mantenido hasta hoy, a pesar de Honduras), acuerdos de Esquipulas I y Esquipulas II.
Veinte años después, en la Colombia Bolivariana, hoy secuestrada por la oligarquía tradicional fusionada con el narcotráfico y el paramilitarismo, la han sembrado de muerte y sangre; y esa guerra interna salpica a sus vecinos, ocasionando alteración en las vidas normales de Ecuador y Venezuela, sobretodo, pero también de Panamá, Perú y hasta del propio pueblo de los Estados Unidos, puesto que la Nueva Granada es el principal proveedor de cocaína, en ese primer mercado mundial de la droga.
El problema de Colombia, ya no es interno ni es “su asunto interno”, como lo quiere sostener el santo-uribismo, representante político de la fusión oligarquía-narcotráfico-paramilitarismo. La guerra civil de Colombia, es un problema que afecta, entre otros y fundamentalmente a Venezuela, que se ve invadida por una emigración forzada de 4 millones de neogranadinos y por la penetración del narcotráfico y la violencia política y común organizada, expresión del paramilitarismo, que se manifiesta en los delitos del sicariato, secuestro, lavado de dinero, extorción por intermedio de grupos mafiosos organizados y violentos que cobran vacunas; la alianza narcoparamilitarismo-oposición, han conllevado a utilizar el crimen como arma política, por intermedio de los medios de comunicación que multiplican exponencialmente los delitos cometidos y hacen ver que en el país existe un vacío de poder y no hay gobierno, lo cual es una instigación publica a crear grupos paramilitares y a que dentro de las instituciones de justicia se creen cuerpos de exterminio y violadores de derechos humanos o que se vea el asesinato de delincuentes “fichados” o “etiquetados” como algo “bueno” o por lo menos no condenable; y eso aumenta el ambiente de cultura de muerte, barbarie y violencia, lo que es, repito, una exportación de la guerra civil Colombiana, hacia nuestro país, que lleva más de 60 años, cuando asesinaron a Gaitán. Por ello jamás, el conflicto interno Colombiano, es un asunto de ellos puesto que nos afecta grandemente a los Venezolanos.
Colombia necesita un grupo de Contadora, con quien contó el pueblo Centro-Americano, en los 80, para salir de su crisis de violencia, que bien le hace no solo a la Nueva Granada sino también a Venezuela, Panamá, Ecuador, al mismo Brasil y al resto del continente. Brasil, Argentina, Cuba y México pudieran ser unos buenos candidatos para ser la Contadora de Colombia.
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